jueves, 18 de febrero de 2016

Transfigurar el mundo



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
(Versión anterior tenía erróneas las lecturas bíblicas y el texto del Evangelio; sin embargo, el contenido de la Meditación estaba y está correcta)
21 de Febrero de 2016
Segundo Domingo de Cuaresma

Lecturas:
Génesis 15, 5-12. 17-18 / Salmo 26, 1. 7-9. 13-14 El Señor es mi luz y mi salvación / Filipenses 3, 17—4, 1

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   9, 28-36

   Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
    Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
    Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
    El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo.» Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.
    Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

Palabra del Señor.

MEDITACION
Nos sugiere el salmista: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor» (Sal), tal como lo hizo «Abrám [quien] creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación» (1L). La guía para vivir así la fe se encuentra en las Escrituras, que son a la vez a las que recurre nuestro Maestro Jesús  ante las dificultades (Ev). Gracias a ellas tenemos opciones de no permitir que sea el egoísmo materialista de este mundo el que nos gobierne, ya que «nosotros somos ciudadanos del cielo» (2L).
Nuestra existencia se debate en una tensión dialéctica que pone en combate nuestra inclinación al individualismo egoísta versus nuestra disposición a amar generosamente.
La primera, es fruto de la forma en que está constituida nuestra sociedad: basada en la injusticia y la opresión, de tal manera que unos pueden abusar de otros sin dejar de ser actos ilegales. Es el llamado “pecado social”, como lo identifica la Iglesia.
La segunda, proviene del bellísimo hecho de saber que «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).
Entonces, cuando permitimos que nos impulse esta poderosa fuerza que tenemos en nuestro interior, nos transfiguramos y transfiguramos aquella triste y dolorosa imagen de nuestro mundo ya descrita;
Cuando, en cambio, dejamos que nos domine la competitividad y la indiferencia que pregona el sistema, nos degradamos y degradamos el precioso regalo que nos hizo Dios cuando nos creó según su imagen y semejanza.
Este relato nos muestra algunas pistas para fortalecer la construcción del Reino, que es otra forma de llamar a ese ideal de transfiguración de nuestra humanidad:
En reiterado primer lugar, la importancia de la comunidad: «Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago». Porque los proyectos de Dios son para personas unidas a personas, no para “llaneros solitarios”.
¿Para qué quería junto a sí a sus amigos? «…subió a la montaña para orar», debido a que, en su cultura, subir es la mejor condición para encontrarse con el Altísimo. Es decir, es necesario querer tener una relación con el Padre y buscar las mejores circunstancias para ello.
Después, nos dice el texto: «dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías», lo que es una forma literaria para decirnos que esa oración en lo alto y en comunidad la estaba realizando junto a la Palabra, ya que en su época una de las formas de mencionarla era decirle “la Ley y los Profetas” (ej: Lc 16,16), ya que se entendía que el primero era el autor de los libros que en ella contenían las leyes y el segundo era el más importante de los profetas que protagonizaban los textos sagrados.
Y se nos indica que esa meditación era acerca de la misión «que iba a cumplirse en Jerusalén», como ahora sabemos.
Recapitulando, entonces: para poder romper la degradación humana que promueve el sistema que nos rige, y convertirlo o transfigurarlo, los cristianos tenemos la tarea de trabajar unidos, orando y meditando la Palabra de tal manera que el Señor pueda guiarnos en esta misión.

Que sepamos escucharte, Señor, ya que somos quienes te creemos el Hijo, el Elegido del Padre Dios, para buscar darle otro rostro a nuestro mundo: uno más justo y misericordioso. Así sea.

Buscando transfigurar nuestro mundo de manera que brillen la Paz, el Amor y la Alegría del Reino de Dios,
Miguel

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