viernes, 11 de marzo de 2016

¿De dónde viene el Mesías?



11 de Marzo de 2016
Viernes de la Cuarta Semana de Cuaresma

Lecturas:
Sabiduría 2, 1. 12-22 / Salmo 33, 17-21. 23 El Señor está cerca del que sufre

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   7, 1-2. 10. 25-30
    Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
    Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
    Algunos de Jerusalén decían: «¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es.»
    Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó:
    «¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió.»
    Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor.

MEDITACION
¿De dónde viene el Mesías?

Sus compatriotas creían que provendría, al parecer, de otra dimensión u otra galaxia…, ya que «nadie sabrá de dónde es».
Pero, una vez más se equivocaban, porque Jesús nos enseñaría que sabríamos muy bien su origen: desde el corazón misericordioso del Padre: «vengo de él y es él el que me envió» para que pudiese, con su vida generosa, hacernos llegar ese inmenso amor compasivo que tiene para cada hijo suyo.
Por eso, él sería el «Dios con nosotros» (Mt 1,23), el cual, después de su vida entregada, seguiría a nuestro lado para siempre (Mt 28,20).
Eso sería posible, porque, si recordamos, aún hoy, cuando dos o más nos reunimos en su Nombre, él se hace presente (Mt 18,20).
Por eso es importante que nos unamos a otros para poder seguir ayudando a que más hermanos reciban el consuelo y la sanación de Dios, por medio de sus enviados: en ese entonces, Jesús; hoy, nosotros.

Que te permitamos servirte como los cauces por los que fluya tu amor, como tú lo haces con el Padre, Señor. Así sea.

Descubriendo, con mucha Paz, Amor y Alegría, que la inmensa misericordia del Padre también está en nuestros genes,
Miguel

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