4 de Marzo de 2016
Viernes de la Tercera Semana de Cuaresma
Lecturas:
Oseas 14, 2-10
/ Salmo 80, 6-11. 14. 17 ¡Ojalá escuchemos la voz del Señor!
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28-34
Un escriba se acercó a Jesús y
le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: «El primero
es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y
con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
hay otro mandamiento más grande que éstos.»
El escriba le dijo: «Muy bien,
Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y
que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las
fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos
y todos los sacrificios.»
Jesús, al ver que había
respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.»
Y nadie se atrevió a hacerle
más preguntas.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Los escribas eran los equivalentes a nuestros teólogos en su tiempo,
personas estudiosas de las Escrituras y, por ello, parte de la aristocracia
religiosa en la época de Jesús.
Por lo tanto, estaban entre los adversarios de este Maestro demasiado
liberal, para sus criterios, en su comprensión del mensaje de Dios.
Tal vez por eso, éste se acerca a hacerle aquella pregunta; no para
aprender, sino para juzgar su doctrina, para corregirlo, en caso de ser
necesario.
El Nazareno respondió correctamente: tenía muy claras las prioridades
para un creyente: Dios y el prójimo.
El escriba concordaba, por su parte.
«¡Ojalá escuchemos
la voz del Señor!» (Sal) para
saber que nos ponga en sintonía con esto, y, así, poder estar seguros que no
estamos «lejos del Reino de Dios».
Que hagamos nuestras tus opciones, Señor. Es decir, que pongamos a Dios
en primer lugar y el amor a nuestros hermanos en un nivel semejante, porque es
una manifestación del primero. Así sea.
Aprendiendo a llenarnos de Paz, Amor y
Alegría, que nos ayuden a ser misericordiosos como el Padre Dios,
Miguel
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