miércoles, 27 de abril de 2016

Profetas y misioneros de Su Paz



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
1 de Mayo de 2016
Domingo de la Sexta Semana de Pascua de Resurrección

Lecturas:
Hechos 15, 1-2. 22-29 / Salmo 66, 2-3. 5-6. 8 A Dios den gracias los pueblos, alaben los pueblos a Dios / Apocalipsis 21, 10-14. 22-23

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  14, 23-29
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Para que «el Señor haga brillar su rostro sobre nosotros» (Sal), sintiendo que a la humanidad «la gloria de Dios la ilumina» (2L), es necesario, que quienes amamos a Jesús seamos fieles a sus palabras (Ev), creando y cuidando condiciones de vida más justas y dignas para todos los hijos del Padre Dios, de manera que quienes tienen dificultades para creer vean que quienes «han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo» (1L) sirven a la humanidad.
Este 6° Domingo de Pascua, coincide significativamente con el Día Internacional de los Trabajadores, día en que se conmemoran las luchas, muchas veces con consecuencias dolorosas, que permitieron ir consiguiendo derechos y dignidad para quienes llevan a cabo las tareas que mueven las sociedades.
Por su lado, la liturgia de hoy nos habla de paz.
¿Es contradictorio esto?. Me parece que no.
Para comenzar, convengamos que en nuestro mundo (el grande, que es la Tierra; y el más pequeño, que es nuestro hogar, pasando por el intermedio que es nuestro país) no reina habitualmente la paz.
Esto, por muy variados motivos. Pero, haciendo un esfuerzo de síntesis, podríamos decir que el principal enemigo de ésta se llama egoísmo.
Es este mal sentimiento el motor de la codicia que mueve al sistema económico dominante, el cual se caracteriza por impidir que muchos tengan una vida digna, mientras unos pocos nadan en una abundancia repulsiva.
Es el egoísmo, también, el que fomenta actitudes de disfrute individualista y excluyente que impiden una buena convivencia familiar.
Las manifestaciones del egoísmo, en suma, son causa de disturbios y conflictos en los distintos espacios en los que nos movemos los seres humanos, los que son especialmente notorios en el mundo laboral.
Pero la Palabra nos dice que «un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz» (Stgo 3,18) y también que «los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz» (Rm 8,6).
Los cristianos, entonces, debiésemos tener presente esto y sentirnos llamados a ser profetas y misioneros de la paz del Señor. Como un auxilio para lograrlo, el Maestro nos hizo este regalo: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo». Eso indica que la suya no es una que se asemeja a la quietud del cementerio, sino una paz activa, que se construye con acciones concretas, no siendo cómplices pasivos, ni, menos, promotores de la injusticia; ni, tampoco, pasando indiferentes ante los conflictos latentes en el hogar.

De hecho, Jesús llega a proclamar:«Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9) y el Padre nos amará, de manera que Cristo y Él habitarán con nosotros.
Para mayor abundamiento, nos señala que «el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho», guiándonos de esa forma, para saber utilizar nuestras capacidades de tal manera que podamos acercarnos, cada vez más y cada vez mejor, a ser instrumentos de su paz.
Este Primero de Mayo, en consecuencia, recordemos que el mundo necesita el aporte de los cristianos construyendo justicia, base sobre la que se asienta la auténtica paz.

Que nos comportemos como hijos de Dios, Señor, trabajando y luchando por lograr la tan necesaria y verdadera paz, que sólo es fruto de la justicia. Así sea.

Buscando construir Paz, Amor y Alegría al estilo de Jesús, para hacer un mundo más bello y más pleno,
Miguel

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