miércoles, 4 de mayo de 2016

Revestidos del Espíritu del amor y el servicio



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
8 de Mayo de 2016
Domingo de la Ascensión del Señor

Lecturas:
Hechos 1, 1-11 / Salmo 46, 2-3. 6-9 El Señor asciende entre aclamaciones / Efesios 1, 17-23

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos:
    «Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.»
    Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
    Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Palabra del Señor.

MEDITACION
El Señor resucitado, a quien, por la fe reconocemos como «el soberano de toda la tierra» (Sal), en el momento de su despedida nos hace una promesa que conlleva una invitación: «recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos» (1L), de manera que se pueda cumplir que «en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados» (Ev), que es la Buena Noticia de la misericordia del Padre Dios. «Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados» (2L).
A veces podría parecernos que Jesús espera que seamos héroes (dar la vida) o un tanto masoquistas (poner la otra mejilla cuando nos golpean), o nos obligara a hacer una elección imposible e irracional entre él y nuestros seres más queridos. Es decir, pareciera solicitarnos actitudes sobrehumanas, mucho más allá de lo cualquiera sería capaz.
Esas serían comprensiones muy básicas, por ser extremadamente literales, y, por lo mismo, también muy limitadas, de su mensaje.
Si intentásemos entenderlo desde su opción de vida y por la vida digna de cada persona, sus palabras adquirirían una resonancia distinta.
Por ejemplo, cuando dice aquello de dar la vida por él y el Evangelio, de ningún modo invita a hacer algo ridículo como interponerse a las balas, sino a tener la disposición generosa para gastar tiempo y capacidades por hacer el bien a los demás, tal como lo hizo él, que es nuestro modelo; cuando invita a poner la otra mejilla o no resistir al enemigo, nos está proponiendo buscar ser creativos ante las agresiones, de manera de provocarle confusión a quien hace el mal, ya que la reacción violenta y revanchista puede ser la más fácil, pero, como está bien comprobado, ni entonces ni hoy, han logrado solucionar nada; y cuando invita a optar entre él y la familia, quiere ayudar a remecernos de la comodidad en que nos mantenemos y la tentación de poner como excusa barata (sólo porque suena bien) la natural preocupación por los nuestros, pretendiendo, así, evitar asumir una posición frente a las injusticias y las dificultades que sufren nuestros hermanos de humanidad.
Podríamos decir, entonces, que sus invitaciones son a más y mejor vida, a un mundo más humanizado, mucho más cercano a su idea de lo que esperaría el Padre de estos hijos amados suyos que somos.
Lo único cierto de nuestras aprensiones es que se necesitan capacidades sobrehumanas para esto, pero aquellas las aporta el mismo Dios: para eso, hemos sido primero instruidos por el Maestro de la misericordia, luego él se va y nos deja la tarea de hacer el bien en su nombre a quienes somos sus seguidores, para eso es que somos «revestidos con la fuerza que viene de lo alto», el Espíritu Santo, que es el espíritu del mismo Jesús, el cual actúa en y desde nuestra disposición a vivir según sus enseñanzas.
Un cantor expresaba: “Dios te da la vida en abundancia; puedes dar tu vida a manos llenas”. 
La vida de fe no es tan difícil si de verdad queremos ser fieles a la Palabra. Como sabemos, en esto no estamos solos: contamos con el propio Espíritu de Dios fortaleciéndonos. Pero, como si fuera poco, hay más hermanos, que también han sido revestidos del Espíritu, de tal manera que, juntos, podamos dar esperanzas al mundo, amando y sirviendo para construir en él el Reino de la paz y la alegría.

Que permitamos al Espíritu con que nos has revestido, Señor, guiarnos en el camino de ser testigos del perdón, de servir con alegría y, de esa manera, la mejor, alabar y ayudar a que otros puedan alabar al Padre Dios. Así sea.

Utilizando la fuerza de lo alto con que nos provee el Señor para construir un mundo de Paz, Amor y Alegría, como sueña Jesús,
Miguel

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