PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
8 de Mayo de 2016
Domingo de la Ascensión del Señor
Lecturas:
Hechos 1, 1-11 / Salmo 46, 2-3. 6-9 El Señor asciende entre aclamaciones / Efesios 1, 17-23
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos:
«Así
está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer
día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las
naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de
todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la
ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.»
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando
sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado
al cielo.
Los
discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con
gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Señor
resucitado, a quien, por la fe reconocemos como «el soberano de toda la tierra» (Sal), en el momento de su despedida nos hace una promesa que conlleva una
invitación: «recibirán la fuerza del
Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos» (1L), de manera que se pueda cumplir que «en su Nombre debía predicarse a todas las
naciones la conversión para el perdón de los pecados» (Ev), que es la Buena Noticia de la misericordia
del Padre Dios. «Que él ilumine sus
corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido
llamados» (2L).
A veces
podría parecernos que Jesús espera que seamos héroes (dar la vida) o un tanto
masoquistas (poner la otra mejilla cuando nos golpean), o nos obligara a hacer
una elección imposible e irracional entre él y nuestros seres más queridos. Es
decir, pareciera solicitarnos actitudes sobrehumanas, mucho más allá de lo
cualquiera sería capaz.
Esas serían
comprensiones muy básicas, por ser extremadamente literales, y, por lo mismo,
también muy limitadas, de su mensaje.
Si
intentásemos entenderlo desde su opción de vida y por la vida digna de cada
persona, sus palabras adquirirían una resonancia distinta.
Por
ejemplo, cuando dice aquello de dar la vida por él y el Evangelio, de ningún
modo invita a hacer algo ridículo como interponerse a las balas, sino a tener
la disposición generosa para gastar tiempo y capacidades por hacer el bien a
los demás, tal como lo hizo él, que es nuestro modelo; cuando invita a poner la
otra mejilla o no resistir al enemigo, nos está proponiendo buscar ser
creativos ante las agresiones, de manera de provocarle confusión a quien hace
el mal, ya que la reacción violenta y revanchista puede ser la más fácil, pero,
como está bien comprobado, ni entonces ni hoy, han logrado solucionar nada; y
cuando invita a optar entre él y la familia, quiere ayudar a remecernos de la
comodidad en que nos mantenemos y la tentación de poner como excusa barata
(sólo porque suena bien) la natural preocupación por los nuestros,
pretendiendo, así, evitar asumir una posición frente a las injusticias y las
dificultades que sufren nuestros hermanos de humanidad.
Podríamos
decir, entonces, que sus invitaciones son a más y mejor vida, a un mundo más
humanizado, mucho más cercano a su idea de lo que esperaría el Padre de estos
hijos amados suyos que somos.
Lo único
cierto de nuestras aprensiones es que se necesitan capacidades sobrehumanas
para esto, pero aquellas las aporta el mismo Dios: para eso, hemos sido primero
instruidos por el Maestro de la misericordia, luego él se va y nos deja la
tarea de hacer el bien en su nombre a quienes somos sus seguidores, para eso es
que somos «revestidos con la fuerza que viene de lo alto», el Espíritu
Santo, que es el espíritu del mismo Jesús, el cual actúa en y desde nuestra
disposición a vivir según sus enseñanzas.
Un cantor
expresaba: “Dios te da la vida en abundancia; puedes dar tu vida a manos llenas”.
La vida de fe no es tan difícil si de verdad queremos ser fieles a la Palabra. Como
sabemos, en esto no estamos solos: contamos con el propio Espíritu de Dios
fortaleciéndonos. Pero, como si fuera poco, hay más hermanos, que también han
sido revestidos del Espíritu, de tal manera que, juntos, podamos dar esperanzas
al mundo, amando y sirviendo para construir en él el Reino de la paz y la
alegría.
Que
permitamos al Espíritu con que nos has revestido, Señor, guiarnos en el camino
de ser testigos del perdón, de servir con alegría y, de esa manera, la mejor,
alabar y ayudar a que otros puedan alabar al Padre Dios. Así sea.
Utilizando la fuerza de lo alto con que nos
provee el Señor para construir un mundo de Paz, Amor y Alegría, como sueña
Jesús,
Miguel
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