PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
15 de Mayo de 2016
Domingo de Pentecostés
Lecturas:
Hechos2,
1-11 / Salmo103, 1. 24. 29-31. 34Señor, envía tu Espírituy renueva la faz de
la tierra / I Corintios 12, 3-7. 12-13
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-23
Al
atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las
puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos,
llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con
ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos
se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió
a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y
añadió: «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que
ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Con fe podemos
expresarle: «Si envías tu aliento, son
creados»(Sal), no sólo los seres vivos, sino también los
buenos gestos para una mejor convivencia humana. Por eso, después de su
llegada, no se escatima, sino que «todos
quedaron llenos del Espíritu Santo»(1L). Todos
llenos. Para estar listos para la misión de hacerlo posible: «yo también los envío a ustedes» (Ev), pero sumando nuestra debilidad a Su poder,
ya que «en cada uno, el Espíritu se
manifiesta para el bien común»(2L).
Jesús
estuvo preparando a sus discípulos durante mucho tiempo para cuando llegara
este momento que la liturgia de hoy nos invita a celebrar: la concreción de la
presencia activa del Espíritu Santo en ellos y, desde ellos, para el mundo.
Para
comenzar los hizo testigos, principalmente, de su propio ejemplo: siendo
sencillo y cercano, tierno y empático; fraterno y servicial.
Luego los
envió a entrenar y a estrenar el anuncio de la Buena Noticia del amor de Dios
por todos/as y cada uno/a, con la alegría de saberse amados ellos mismos y con
la solidaridad concreta de quienes se sienten parte de los medios que Él
utiliza para expresar ese cariño.
De esa
manera, ellos descubrieron que el amor no se agota, sino que, por el contrario,
se multiplica.
Ese era su
proyecto, su sueño: una humanidad que se descubra y actúe como si fuesen todos
hermanos.
Sin
embargo, en esta ocasión que nos relata el evangelio, había algo diferente:
toda aquella corriente de misericordia en acción parecía haber muerto junto con
el Maestro en la cruz, porque las puertas abiertas al otro ahora estaban
cerradas y ellos dominados por el temor.
Hasta que
la comunidad, unida en oración (cf Hech 1,14), logró al fin sentir al mismo Señor
en medio de ellos deseándoles «¡La paz
esté con ustedes!» y llegó la paz a sus corazones.
Todos los
presentes compartían de su tradición religiosa el relato bíblico acerca del
comienzo de la humanidad: «sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se
convirtió en un ser viviente» (Gn 2,7).
Este día «el primero de la semana» de un
nuevo comienzo, el Resucitado «sopló
sobre ellos y añadió “Reciban al Espíritu Santo”», para renovar a la
humanidad, de tal manera que de ella broten frutos de «amor, alegría y paz, magnanimidad,
afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22-23).
Y también
de perdón.
Para que
esto se haga realidad, es necesario seguir esta instrucción: «si vivimos
animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él»(Gal 5,25),
permitiéndole que nos inspire a hacer el bien cada vez que sea posible. Y a ser
creativos para hacerlo de todas maneras cuando pareciese que no se pudiera.
Que podamos
y queramos ser parte del hermoso plan del Señor para hacer de nuestro mundo un
lugar mejor para todos, acogiendo su Espíritu en nuestras vidas. Así sea.
Tratando de permitirle al Espíritu del
Señor que nos guíe para construir un mundo de Paz, Amor y Alegría, como sueñan
Jesús y el Padre,
Miguel
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