PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
22 de Mayo de 2016
Domingo de la Santísima Trinidad
Lecturas:
Proverbios 8, 22-31 / Salmo 8, 4-9 ¡Señor, nuestro Dios, que admirable es tu Nombre en toda la tierra!
/ Romanos 5, 1-5
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16, 12-15
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus
discípulos:
«Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero
ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad,
él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que
dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y
se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les
digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Podemos preguntarnos
junto al salmista, ante la grandeza absoluta de nuestro Dios: «¿qué es el hombre para que pienses en él, el
ser humano para que lo cuides?» (Sal). Sin embargo, el Señor expresa: «mi
delicia era estar con los hijos de los hombres» (1L), tanto que «cuando venga el Espíritu de la Verdad» (Ev), se quedará con nosotros para siempre, para
recordarnos cada día el gran regalo de la Trinidad: «estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo» (2L), para que nuestra vida sea más feliz.
Dios es
amor, nos enseñó el apóstol (1 Jn 4,8).
El Padre es
la fuente de todo amor; el Hijo vino a mostrarnos cómo vivir en el amor; y el
Espíritu Santo fue enviado para que nos iluminase el camino al amor.
Dios es una
comunidad de amor: unida por el amor que se tienen y porque aman, tanto que
llegaron a desbordarse de amor para crearnos, liberarnos y guiarnos por los
caminos de la Vida en abundancia.
Por otro
lado, sabemos que los nuestros son tiempos de desconfianzas que producen
múltiples conflictos; vivimos tiempos de desunión.
Es pertinente,
ante esto que nos preguntemos ¿qué aportamos los cristianos a este clima? ¿Nos
sumamos al barullo criticón, a la marea negativa, a los insultos anónimos en
redes sociales?
¿O buscamos
ser facilitadores de unidad, ya que tenemos conciencia de haber sido creados a
imagen y semejanza de ese Dios, que es Trinidad, que es ComUNIDAD?
Pero hay
que estar precavidos, porque unidad no es sinónimo de uniformidad; es Dios en
todas sus maravillosas presentaciones, actuante en la total diversidad de sus
hijos, con toda la exquisita, y no necesariamente excluyente, variedad de
características, estilos e impulsos que nacen y se desarrollan entre nosotros.
Por lo
anterior, es más bella y más fructífera la unidad que proviene del respeto al
aporte que cada quien puede hacer; y de impedir las marginaciones y exclusiones
por sexo, estatus social, origen u opciones de vida.
Unión
tampoco es ocultar hipócritamente los conflictos; eso puede, por algún tiempo,
tranquilizar la superficie, pero obliga a que éstos se vayan acumulando
subterráneamente hasta que naturalmente explotan y arrasan con la apariencia de
tranquilidad que los cubría, provocando riñas, disgustos y hasta tragedias.
Por ello,
para lograr realmente construir espacios de unidad, hay que, primero, buscar
soluciones reales y concretas a las injusticias que provocan esos conflictos y
que hacen de la unión en torno a ella una mentira.
Tan
importante es este valor que Jesús, en su momento, sólo unos párrafos después
del texto del evangelio de hoy, llegó a pedirle a su Padre por quienes
vendríamos: «que sean uno, como nosotros somos uno para que el mundo conozca
que tú me has enviado» (Jn 17,22-23).
Grande y
bella tarea tenemos quienes nos reconocemos como discípulos suyos, entonces:
ser misioneros de la unidad para hacer un mundo más humano, más hermano, más
unido y más semejante al querer de la Trinidad, que para eso nos auxilia,
dándose entero a nuestra vida, ya que «el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (2L).
Sólo nos
queda salir de nuestra comodidad para aportar a la convivencia civilizada en
nuestra sociedad y nuestra comunidad utilizando aquellos dones para lo que
sirven.
Que intentemos,
cada vez más y cada vez mejor, ser buenos reflejos de la comunidad de amor, que
eres tú, Señor Padre, Señor Hijo y Señor Espíritu Santo. Así sea.
Buscando, con Paz, Amor y Alegría en el
corazón, reflejar y aportar a la unidad que el mundo necesita,
Miguel
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