miércoles, 18 de mayo de 2016

A imagen y semejanza del Dios ComUNIDAD



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
22 de Mayo de 2016
Domingo de la Santísima Trinidad

Lecturas:
Proverbios 8, 22-31 / Salmo 8, 4-9 ¡Señor, nuestro Dios, que admirable es tu Nombre en toda la tierra! / Romanos 5, 1-5

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  16, 12-15
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
«Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Podemos preguntarnos junto al salmista, ante la grandeza absoluta de nuestro Dios: «¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?» (Sal). Sin embargo, el Señor expresa: «mi delicia era estar con los hijos de los hombres» (1L), tanto que «cuando venga el Espíritu de la Verdad» (Ev), se quedará con nosotros para siempre, para recordarnos cada día el gran regalo de la Trinidad: «estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo» (2L), para que nuestra vida sea más feliz.
Dios es amor, nos enseñó el apóstol (1 Jn 4,8).
El Padre es la fuente de todo amor; el Hijo vino a mostrarnos cómo vivir en el amor; y el Espíritu Santo fue enviado para que nos iluminase el camino al amor.
Dios es una comunidad de amor: unida por el amor que se tienen y porque aman, tanto que llegaron a desbordarse de amor para crearnos, liberarnos y guiarnos por los caminos de la Vida en abundancia.
Por otro lado, sabemos que los nuestros son tiempos de desconfianzas que producen múltiples conflictos; vivimos tiempos de desunión.
Es pertinente, ante esto que nos preguntemos ¿qué aportamos los cristianos a este clima? ¿Nos sumamos al barullo criticón, a la marea negativa, a los insultos anónimos en redes sociales?
¿O buscamos ser facilitadores de unidad, ya que tenemos conciencia de haber sido creados a imagen y semejanza de ese Dios, que es Trinidad, que es ComUNIDAD?
Pero hay que estar precavidos, porque unidad no es sinónimo de uniformidad; es Dios en todas sus maravillosas presentaciones, actuante en la total diversidad de sus hijos, con toda la exquisita, y no necesariamente excluyente, variedad de características, estilos e impulsos que nacen y se desarrollan entre nosotros.
Por lo anterior, es más bella y más fructífera la unidad que proviene del respeto al aporte que cada quien puede hacer; y de impedir las marginaciones y exclusiones por sexo, estatus social, origen u opciones de vida.
Unión tampoco es ocultar hipócritamente los conflictos; eso puede, por algún tiempo, tranquilizar la superficie, pero obliga a que éstos se vayan acumulando subterráneamente hasta que naturalmente explotan y arrasan con la apariencia de tranquilidad que los cubría, provocando riñas, disgustos y hasta tragedias.
Por ello, para lograr realmente construir espacios de unidad, hay que, primero, buscar soluciones reales y concretas a las injusticias que provocan esos conflictos y que hacen de la unión en torno a ella una mentira.

Tan importante es este valor que Jesús, en su momento, sólo unos párrafos después del texto del evangelio de hoy, llegó a pedirle a su Padre por quienes vendríamos: «que sean uno, como nosotros somos uno para que el mundo conozca que tú me has enviado» (Jn 17,22-23).
Grande y bella tarea tenemos quienes nos reconocemos como discípulos suyos, entonces: ser misioneros de la unidad para hacer un mundo más humano, más hermano, más unido y más semejante al querer de la Trinidad, que para eso nos auxilia, dándose entero a nuestra vida, ya que «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (2L).
Sólo nos queda salir de nuestra comodidad para aportar a la convivencia civilizada en nuestra sociedad y nuestra comunidad utilizando aquellos dones para lo que sirven.

Que intentemos, cada vez más y cada vez mejor, ser buenos reflejos de la comunidad de amor, que eres tú, Señor Padre, Señor Hijo y Señor Espíritu Santo. Así sea.

Buscando, con Paz, Amor y Alegría en el corazón, reflejar y aportar a la unidad que el mundo necesita,
Miguel

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