PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
10 de Abril de 2016
3er Domingo de Pascua de Resurrección
Lecturas:
Hechos 5, 27-32. 40-41 / Salmo 29, 2. 4-6. 11-13 Yo te glorifico, Señor, porque Tú me
libraste / Apocalipsis 5, 11-14
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 1-19
Jesús resucitado se apareció otra vez a los
discípulos a orillas del mar de Tiberíades.
Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro,
Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de
Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Ellos le
respondieron: «Vamos también nosotros.»
Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche
no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque
los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo
para comer?»
Ellos respondieron: «No.»
Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la
barca y encontrarán.» Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían
arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el Señor!»
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se
ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los
otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque
estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego
preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos
de los pescados que acaban de sacar.»
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a
tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser
tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó,
tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado
se apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?»
Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te
quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón,
hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te
quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.»
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de
Juan, ¿me quieres?»
Pedro se entristeció de que por tercera vez le
preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te
quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. Te
aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero
cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde
no quieras.»
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro
debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme.»
Palabra del Señor.
MEDITACION
Con la alegría y
la fe renovadas por la resurrección del Señor nos unimos al coro que aclama: «Al que está sentado sobre el trono y al
Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos» (2L). Cada uno/a puede decir, ahora, también: «Tú convertiste mi lamento en júbilo» (Sal). Esa alegría, agradecimiento y adoración debe
expresarse en amor a Jesús (Ev) y en «obedecer a Dios antes que a los hombres»
(1L), lo que significa amar y servir a los demás
de la misma manera que lo hizo nuestro modelo y Señor.
El comienzo
de este relato nos muestra a un grupo de personas desencantadas y tristes: se
habían embarcado y entregado por completo a un proyecto que parecía estar en
sintonía con el Dios en que creían.
Todo iba
bien. De hecho, unos días antes, su Maestro había ingresado entre vítores a la
capital.
Sin embargo,
de pronto, todo se precipitó para mal: le detuvieron, lo torturaron y lo
mataron. Y, con él, murieron sus esperanzas.
Y ahí
estaban ahora, intentando rehacer sus vidas donde las habían dejado; los
pescadores volvían a su oficio.
Pero,
cuando se está de mal ánimo nada sale bien y «esa noche no pescaron nada».
En ese
ambiente terrible, el Resucitado se les hace presente.
En la voz
de un necesitado: «Muchachos,
¿tienen algo para comer?»
En las indicaciones de la gente sabia: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán»
En alguien que humildemente les sirve: «se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado»
Estas y muchas otras “personificaciones” utilizará el Señor para
devolvernos el ánimo y la alegría en los muchos momentos de desencanto que nos
tocan en la vida.
Volviendo
al texto, el revertir los malos resultados de la pesca les provoca una gran gozo
y que el siempre impulsivo Pedro no espere a que la barca vuelva a la orilla, sino
que nade hacia quien el discípulo amado identificó: «¡Es el Señor!».
Y, a la luz del amanecer de la fe, vencidas las tinieblas de la noche de
la desesperanza, se reencuentra con quien creyó haber perdido. Ahí estaba su
amigo, con la actitud cercana y cariñosa de siempre: «Vengan a comer».
Y, claro,
contentos como estaban, cualquiera de nosotros/as le respondería rápida e
impulsivamente, también, “claro que te quiero”, a sus preguntas.

Lo mismo espera de cada uno de quienes hemos querido aceptar, con
nuestras muchas debilidades y nuestras pocas capacidades, su invitación: «Sígueme». Lo que significa “ámame”,
pero no de la boca hacia afuera, sino con actitudes claras, intentando, cada
vez más y cada vez mejor, asemejarnos a la forma de “gastar” su vida nuestro
Maestro y Señor: amando y sirviendo.
Que queramos y podamos demostrar nuestro amor por ti, Señor, con gestos
de cariño hacia los que tú amas: todos, partiendo por los más humildes. Así
sea.
Intentando ser testigos del Resucitado, entregando
Paz, Amor y Alegría a los amados de Dios,
Miguel
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