PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
3 de Abril de 2016
2° Domingo de Pascua de Resurrección
Lecturas:
Hechos5,
12-16 / Salmo117, 2-4. 22-27¡Den gracias al Señor, porque es bueno,porque es eterno su amor! / Apocalipsis1, 9-13. 17-19
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31
Al atardecer del primer día de la semana, los
discípulos se encontraban con las puertas cerradas, por temor a los judíos.
Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté
con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su
costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con
ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles
esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán
perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que
ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el
Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le
dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
Él les respondió: «Si no veo la marca de los
clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en
su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los
discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La
paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí
están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas
incrédulo, sino hombre de fe.»
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has
visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en
presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo
de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Los apóstoles «solían congregarse unidos en un mismo
espíritu» (1L) con la alegría y la confianza de quienes pueden
afirmar «¡Hemos visto al Señor!» (Ev), quien «es
Dios, y él nos ilumina» (Sal), el mismo que les
dice «Estuve muerto, pero ahora vivo para
siempre» (2L). Con esa fuerza fueron capaces de vencer
todo tipo de dificultades para hacer crecer la fe a través de la historia y los
tiempos.
En general, se tiene una mala opinión de Tomás por la incredulidad que
demuestra en este episodio.
Pero… ¿Cómo creemos que hubiesen actuado cualquiera de los otros
apóstoles en la misma situación?
O, ¿cómo hubiésemos actuado nosotros, honestamente hablando?
Reconozcamos que, probablemente, de manera similar.
Es que aceptemos que la información que le estaban dando los otros
apóstoles, bien podría ser una manifestación de histeria colectiva, como
negación del hecho recientemente vivido de ver muerto a su Maestro y, con él,
sus esperanzas de un futuro mejor.
Claro, la diferencia es que el resto tuvo acceso antes a las “pruebas”
que “el Mellizo” pidió, las que eran obvias de exigir para aceptar una
afirmación tan sorprendente como la que le transmitían sus compañeros, pues,
nos cuenta el texto que él a ellos «les
mostró sus manos y su costado».
Su duda, entonces, no significa que Tomás sea una mala persona;
significa, más bien, que utiliza la racionalidad con la que fue dotado.
Entonces, el problema no está en quien recibe el mensaje, sino en los
mensajeros, en los anunciadores de la Resurrección: ellos, por algún motivo, no
fueron creíbles.
En ese contexto, hoy sería apropiado preguntarnos: si muchos no creen
que «Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios»,
en su vida entregada hasta la muerte y en su Resurrección que da Vida, ¿no será
responsabilidad de la forma en que transmitimos la que debiese ser la Buena
Noticia, los que decimos creer en ella?
Puede ser porque tal vez se nos ve mucho como repetidores rutinarios de
rezos y ritos, pero no suficientemente entusiasmados por tener una actitud
compasiva con los hermanos de humanidad, especialmente con aquellos que sufren
injusticias y atropellos a su dignidad.
O, en otro extremo, demostramos un entusiasmo muy exterior que es más atemorizante
que atrayente por lo fanático, siendo a la vez poco comprensivos con los
dolores y las debilidades de los demás.
Es decir, que nuestras actitudes indiferentes, pesimistas y poco
solidarias no permiten ver coherencia de vida en los creyentes en la
Resurrección del Señor, misericordioso y cercano a todos, para creer que es
posible convertir sus vidas de manera de tener «Vida en su Nombre».
Que busquemos llevar a la vida cotidiana, cada vez más y cada vez mejor,
los signos de vida nueva que nos provoca la fe en el Dios de la Vida. Así sea.
Tratando de ver los signos de su resurrección
en la Paz,elAmor ylaAlegríadel Reino entre nosotros,
Miguel
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