PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
12 de Junio de 2016
Domingo de la Undécima Semana Durante el Año
Lecturas:
II Samuel 12, 7-10.13 / Salmo 31, 1-2. 5. 7. 11 Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado / Gálatas 2, 16. 19-21
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 7, 36—8, 3
Un
fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la
mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que
Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de
perfume. Y colocándose detrás de Él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a
bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y
los ungía con perfume.
Al
ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera
profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!»
Pero
Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro», respondió él.
«Un
prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro
cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los
dos lo amará más?»
Simón contestó: «Pienso que aquel a quien perdonó más».
Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Y volviéndose hacia la mujer, dijo a
Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis
pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú
no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú
no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que
sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado
mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor».
Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados».
Los
invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los
pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».
Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y
anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y
también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y
enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios;
Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los
ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor.
MEDITACION
Vivimos con la
carga de sentirnos pecadores, olvidando que «El
Señor, por su parte, ha borrado tu pecado» (1L), no por
méritos propios, sino sólo «por la fe en
Jesucristo» (2L). Por eso,
siéntete libre «Tu fe te ha salvado, vete
en paz» (Ev). «¡Feliz
el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!» (Sal).
Seguramente
Simón, como buen fariseo, conocía mucho de las Escrituras Sagradas, de las
tradiciones religiosas de su pueblo y de lo que se debía hacer o decir respecto
a Dios.
Pero parece
que había olvidado las más básicas reglas de hospitalidad de su tiempo: «Entré
en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies», teniendo en cuenta que vivían
en un territorio desértico –tierra más calor-, en que es un gran gesto de
bienvenida un poco de agua; «Tú no me besaste», una costumbre que
reafirmaba la hermandad de los hijos del pueblo elegido por Dios; «Tú no ungiste
mi cabeza», regalo semejante al del agua: se agasajaba al invitado con
perfume para refrescarlo.
Aquellas eran
normas de educación conocidas por todos y que no se respetaron. Tal vez el
fariseo no se esmeró demasiado pensando que este provinciano no sabría
apreciarlo…
Y aparece en
escena esta mujer (¡una mujer sola entre hombres en una actividad social!,
situación reprobable en su época: claramente no podía ser alguien “decente”…).
Podemos
suponerla ignorante en todo lo que a la religión respecta, además de, en claro contraste
con la distinguida concurrencia (de entre quienes ninguno tampoco le hizo ver
sus faltas al anfitrión), ella se distinguía por estar manchada por «sus
numerosos pecados».
En esa
situación, el Maestro no hace o dice lo que esperan de él (no dejarse tocar
para no contagiarse de su impureza y criticarla), sino lo que entiende que Dios
querría en ese momento, por eso, en un gesto propiamente profético, se pone del
lado de la más débil y no del gran personaje, alabando su actitud.
Ante estas
cosas, los seguidores de Jesús podríamos sentirnos hoy invitados…
A ser
capaces, como la mujer del relato, de reconocer nuestro mal camino,
especialmente, en todo lo referente al daño que le hacemos a los demás;
A no
creernos superiores a nadie, menos calificándolos despectivamente como
“pecadores”, porque eso lo somos todos, sin excepción (cf
1 Jn 1,8-10);
A no
guardarnos los gestos de simpatía y a demostrar nuestro afecto generosamente;
A elegir a
los débiles y a no obnubilarnos por los títulos o las riquezas de nadie, a
semejanza del Señor (cfLc 1,52);
A confiar más
en el amor de Dios y su perdón, los que siempre serán más grandes que nuestro
pecado;
A responder
a esa misericordia infinita demostrando «mucho amor» hacia quienes más
lo necesitan;
A tener
presente que, para Jesús, amor y fe están íntimamente unidos, ya que, después
de alabar sus acciones, le dice a la mujer «Tu fe te ha salvado»;
A observar
que del Maestro nunca recibiremos instrucciones para seguir una religión, sino
para vivir conforme al amor;
Y, por
último, pero no menos importante: al darnos cuenta que, en tiempos en que la
mujer no tenía derechos, él era capaz de poner a una como ejemplo frente a un
“modelo” religioso, como eran los fariseos; además de, cosa absolutamente
infrecuente en aquella época, por lo ya dicho, el hecho revolucionario de atreverse
a tener discípulas, como María Magdalena, Juana, Susana «y muchas otras»,
debiesen hacernos revisar, repensar y renovarnos en nuestras actitudes de
menosprecio de lo femenino en nuestra vida y en la forma como se organiza
nuestra Iglesia.
Que miremos
con más atención tus gestos y palabras, Señor, para intentar asemejarnos, cada
vez más y cada vez mejor, al estilo de hijos de Dios que espera el Padre de
nosotros. Así sea.
Queriendo tener una mirada llena de Paz, Amor
y Alegría, es decir, de misericordia con todos, como la del Señor,
Miguel
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