PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
3 de Julio de 2016
Domingo de la Décimo Cuarta Semana Durante el Año
Lecturas:
Isaías 66, 10-14 / Salmo 65, 1-7. 16. 20 ¡Aclame al Señor toda la tierra! / Gálatas 6, 14-18
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-12. 17-20
El
Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en
dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir.
Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen
al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero,
ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al
entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta
casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre
él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya,
porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las
ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus
enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
Pero
en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y
digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies,
lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está
cerca".
Les
aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa
ciudad».
Los
setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios
se nos someten en tu Nombre».
Él
les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder
para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del
enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los
espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos
en el cielo».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Cristianismo y
Misión están íntimamente ligados. Jesús quiere que se anuncien «las obras del Señor, las cosas admirables
que hizo por los hombres» (Sal), entre ellas que «Como un hombre es consolado por su madre,
así Yo los consolaré a ustedes» (1L). La
respuesta a estos regalos es que sus discípulos «curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está
cerca de ustedes"» (Ev), para todo lo
cual se nos concede el que «la gracia de
nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes» (2L). Sólo depende de cada quien responder
generosamente.
Las
palabras “misión” y sus derivadas “misionar” y “misioneros” son –o debiesen
ser- parte del lenguaje habitual de los cristianos.
Hubo –y
hay- personas extraordinarias que se sintieron enviadas (que es lo que
significa el término) e hicieron una gran labor transmitiendo la Buena Noticia
del amor misericordioso de Dios. Aquellos misioneros son los responsables de la
propagación del cristianismo por el mundo.
Por otro
lado, aún hoy, se sigue entendiendo “misión” como visita-rezos-cantos y se
culmina con la entrega de un folleto con los datos de la institución que se
representa.
Las
instrucciones de Jesús, en cambio, son claras: se necesita gente valiente para
atreverse a ir «como ovejas en medio de lobos», pero además con coraje
para ir sin las certezas materiales: «no lleven dinero, ni provisiones»…
Gente que, sume
una comprensión acerca de que este mensaje puede cambiar vidas, por lo que es
urgente darlo a conocer, evitando las distracciones innecesarias: «no se
detengan a saludar a nadie por el camino».
Gente que,
convencida ella misma del mensaje, lo viva con tal alegría que donde vaya
transmita el espíritu de Jesús: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!».
Gente que
no se vaya a sentir superior a nadie por haber sido escogidos/as para ser
misioneros/as, sino que recuerden que son un/a hermano/a más y, por ello, con
actitud sencilla «coman lo que les sirvan».
Gente, en
fin, que, ante las múltiples dolencias, físicas y espirituales, que afectan a
nuestros hermanos de humanidad, busca hacer el bien donde encuentren una
necesidad: «curen a sus enfermos».
Y, en la
medida que más trabajadores acudan, humildes y gozosos, a trabajar en esta «cosecha
abundante», se está anunciando, cada vez con más fuerza, que «El Reino
de Dios está cerca».
Ahora cabe
preguntarse ¿en qué momento se transformó ese servicio generoso al que invita
Jesús en un “únete a mi grupo o a mi iglesia”?
Tal vez en
ese mismo momento los cristianos empezamos a quitarle lo “bueno” a la “noticia”
que portamos con nosotros… Pero nunca será tarde para volver a intentar hacerlo
a la manera de Jesús.
Que el
Padre bueno, dueño de los sembrados, siga enviando trabajadores a la cosecha y
que nosotros escuchemos y acojamos su llamado. Así sea.
Redescubriendo el camino de Paz, Amor y Alegría
que es dejarse enviar a anunciar la Buena Noticia a quienes lo necesiten,
Miguel
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