PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
10 de Julio de 2016
Domingo de la Décimo Quinta Semana Durante el Año
Lecturas:
Deuteronomio 30, 9-14 / Salmo 68, 14. 17. 30-31. 36-37 Busquen al Señor, y vivirán / Colosenses 1, 15-20
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 25-37
Un
doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué
tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en
ella?»
Él
le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
«Has
respondido exactamente, -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida».
Pero
el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta:
«¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de
Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo,
lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el
mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un
levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al
pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas,
cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo
condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos
denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo
que gastes de más, te lo pagaré al volver".
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre
asaltado por los ladrones?»
«El
que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.
Y
Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Ser fiel a Dios, o
«heredar la Vida eterna», se alcanza
amándolo generosamente, al igual que al prójimo (Ev). ¿Cómo
podemos saber eso?. Porque nos lo ha enseñado quien es «la
Imagen del Dios invisible» (2L), su Hijo, el que hizo
llegar su mensaje hasta nosotros, de tal manera que «La
palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la
practiques» (1L), con la alegría del
salmista que canta «proclamaré su grandeza
dando gracias» (Sal).
Esta es la
enseñanza definitiva para quien quiera «heredar la Vida eterna». Una enseñanza que hay que rescatar y
resaltar en nuestros tiempos individualistas y egoístas.
Más aún cuando muchos cristianos, pese a todo y muchas veces haciendo
oídos sordos a las enseñanzas de nuestro Maestro, nos dejamos llevar por la
“ola” de la indiferencia.
Parecen
pertinentes, ante esta realidad, algunas preguntas: ¿qué calidad de vida
llevamos: una del tipo “que los días pasen pronto”, “cada quien se arregla con
sus propios problemas”, “ya tengo suficientes problemas para preocuparme por
los de otros”; o, más bien, una con fuerza y dinámica de “Vida
eterna”?.
Si es que
nos interesa alimentar esta segunda opción, ¿sentimos necesario conocer lo que
“se lee en la Ley” (la Biblia), es decir, qué tiene que decirnos la Palabra de
Dios ante cada situación que nos corresponda enfrentar?
¿Intentamos
hacer realidad en nuestros días el amor a Dios con todo el
corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y con todo el espíritu?
¿Nos damos cuenta que el mensaje de Jesús apunta, como una forma
concreta de hacer lo anterior, buscar amarlo en el/ la prójimo/a, que es hijo/a
amado/a, como nosotros/as, del Padre Dios?
¿Notamos las decidoras señales de la parábola acerca de que quienes eran
“hermanos” de raza y de fe del herido se hicieron a un lado, mientras que fue
un “enemigo” quien «tuvo compasión de él» y actuó a su favor?.
¿Y también el hecho de que los dos insensibles al dolor eran “profesionales
de la religión”, gente que debía conocer bien lo mandamientos y, probablemente,
perfectos cumplidores de todo lo que su “Iglesia” decía que se debía hacer?
¿Entendemos,
entonces, que “prójimo” no es una categoría que se gana o a la cual hay que
acceder, sino alguien que está próximo o cercano a nuestro corazón, porque sentimos
como propio su dolor?
¿Comprendemos
que, para quienes nos sintamos amigos de Jesús, estas enseñanzas son una
invitación a portarnos como prójimos de todos aquellos que pasan por
necesidades y que se nos presenten en el camino de la vida?
Basados en
esto, y muchas otras palabras del Maestro, como: «si al presentar tu ofrenda en
el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu
ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces
vuelve a presentar tu ofrenda» (Mt 5,23-24); o «Vayan y aprendan qué significa: Yo
quiero misericordia y no sacrificios» (Mt 9,13); o la muy
clara advertencia de uno de sus discípulos: «La religiosidad pura y sin mancha delante
de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas
cuando están necesitados» (Santiago 1,27), podemos concluir que la mejor
alabanza a Dios no es repetir ritos y credos, tampoco encerrarse entre cuatro paredes,
por sagradas que sean, sino aquella que impulsa a llevar la misericordia del
Padre, en su Nombre, a todos quienes la requieran, donde se encuentren y sin
preguntarles en qué creen o no.
¡Qué
distinto es esto a todas las interpretaciones que han surgido durante la
historia y se han plasmado en distintas religiones!
¿Cuándo nos
atreveremos a ser más fieles al Evangelio, para convertirnos y enmendar el
rumbo hacia el que fijó y fija el Señor?
Que
busquemos alcanzar la Vida eterna, obrando a la manera que señalas con tanta
claridad, Señor: descubriendo en el necesitado al más próximo a nuestro amor.
Así sea.
Intentando ponernos en rumbo de Vida
eterna, llevando Paz, Amor y Alegría a quienes lo necesiten,
Miguel
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