miércoles, 27 de julio de 2016

Si la vida no está asegurada por las riquezas, entonces…



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
31 de Julio de 2016
Domingo de la Décimo Octava Semana Durante el Año

Lecturas:
Eclesiastés 1, 2; 2. 21-23 / Salmo 89, 3-6. 12-14. 17 Señor, Tú has sido nuestro refugio / Colosenses 3, 1-5. 9-11

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  12, 13-21
    Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».
    Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas».
    Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha". Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida".
    Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"
    Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Una fórmula «para que nuestro corazón alcance la sabiduría» (Sal) de poder conocer «¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?» (1L) es conseguir desprenderse de la avaricia y el apego exagerado a los bienes materiales (Ev), porque esto no permite tener «el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra» (2L) para poder dirigir nuestras vidas hacia Dios.
Algunas culturas antiguas acostumbraban a enterrar a sus muertos con todas sus posesiones. Incluso, no faltaba la que lo hacía junto a sus mascotas y hasta seres queridos…
Hubo otro tiempo, con resabios que quedaron en nuestra conciencia y cultura actual, en que se “pagaba” por obtener la salvación eterna… Es decir, se intentaba que el uso de las riquezas diera garantías también después de la muerte.
Suena brutal, pero es reflejo de algo con lo que a los humanos nos cuesta lidiar: la relación de dependencia con los bienes económicos.
Hoy nadie afirmaría sensatamente algo como lo anterior. Y, sin embargo, aún hoy ciertos cristianos justifican la acumulación de bienes e intentan sacar provecho de ello.
Jesús, nuestro hermano, que quiere liberarnos de lo que hace que nuestra existencia no sea todo lo plena que Dios soñó para nosotros, nos recuerda, al respecto: «la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas»
Y la enseñanza del Maestro perdura en el tiempo…
“Nada trajimos cuando vinimos al mundo, y al irnos, nada podremos llevar. Contentémonos con el alimento y el abrigo. Los que desean ser ricos se exponen a la tentación, caen en la trampa de innumerables ambiciones, y cometen desatinos funestos que los precipitan a la ruina y a la perdición. Porque la avaricia es la raíz de todos los males, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos” (1 Timoteo 6,7-10, San Pablo, alrededor del año 61 D.C.)
“No hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo
que poseemos no son bienes nuestros, sino los de ellos” (San Juan Crisóstomo, apróx. año 400 D.C.)
“Quedan avisados los ricos de que las riquezas no aportan consigo la exención del dolor, ni aprovechan nada para la felicidad eterna, sino que más bien la obstaculizan; de que deben imponer temor a los ricos las tremendas amenazas de Jesucristo y de que pronto o tarde se habrá de dar cuenta severísima al divino juez del uso de las riquezas [el cual] consiste en distinguir entre la recta posesión del dinero y el recto uso del mismo” (Rerum Novarum N° 17, Papa León XIII, 1891)
“Para satisfacer a las exigencias de la justicia y de la equidad se ha de intentar enérgicamente que, salvaguardados los derechos de las personas y la índole peculiar de cada pueblo, las ingentes desigualdades económicas que existen ahora y que muchas veces aumentan, acompañadas de discriminaciones individuales y sociales, desaparezcan lo antes posible” (Gaudium et Spes N° 66, Concilio Vaticano II, 1965)

“Hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil” (Evangelii Gaudium N° 53, Papa Francisco, 2013)
Entonces, si creemos en Jesús, si le creemos a él que nuestra vida (su calidad, o su duración) no puede ser asegurada por ningún tipo de bienes materiales, a ver si nos atrevemos a ser más creativos para aportarle mayor generosidad y solidaridad a la vida, de tal manera de cambiar el enfoque que ha hecho y hace tanto daño a las relaciones humanas, y así, logramos hacer con nuestro mundo algo más bello y bueno, según la guía de Jesús, la inspiración del Espíritu de Dios y la semejanza a la misericordia del Padre.

Que intentemos, cada vez más y cada vez mejor, relacionarnos adecuadamente con el dinero, para no dejarnos poseer por él o por la aparente necesidad de él, Señor. Así sea.

Buscando llenarnos de la Paz, el Amor y la Alegría del Reino, para aprender la sabiduría que da el desapego de lo material,
Miguel

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