PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
7 de Agosto de 2016
Domingo de la Décimo Novena Semana Durante el Año
Lecturas:
Sabiduría 18, 5-9 / Salmo 32, 1. 12. 18-20. 22 ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como
herencia! / Hebreos 11, 1-2. 8-19
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 32-48
Jesús dijo a sus
discípulos:
«No temas, pequeño
Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino.
Vendan sus bienes
y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro
inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla.
Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.
Estén preparados,
ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el
regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a
la puerta.
¡Felices los
servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que
él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si
el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!
Entiéndanlo bien:
si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría
perforar las paredes de su casa.
Ustedes también
estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».
Pedro preguntó
entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
El Señor le dijo:
«¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente
de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo!
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este
servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear
a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a
emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y
le hará correr la misma suerte que los infieles.
El servidor que,
conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró
conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquél
que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente.
Al que se le dio
mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho
más».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Ya que «la fe es la garantía de los bienes que se
esperan» (2L), nuestra fe consiste en esperar el retorno
de Jesús, cuando se cumpla su promesa: «el
Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada» (Ev), y eso lo hacemos con la conciencia de que «los ojos del Señor están fijos sobre los
que esperan en su misericordia» (Sal), confiando Él en que nuestra espera la haremos como hermanos que «compartirían igualmente los mismos bienes y
los mismos peligros» (1L).
Por motivos que son más del dominio de la sicología, la sociología y
hasta de los historiadores, el cristianismo –y, al parecer, especialmente su
vertiente católica- tiene un estilo más bien cargado a la tristeza y a su
“prima hermana”: la desesperanza...
El texto de este día, por ejemplo, suele interpretarse desde el punto de
vista del temor a esa admonición de «estén
preparados», entendiendo que, a quien no lo esté, le caerán “las penas del
infierno”.
Claro que hay palabras del Maestro acá que, efectivamente, ayudan a
asustarse. Sin embargo, es necesario entenderlas como parte de un estilo que se
usaba en su época para enfatizar el mensaje.
La pedagogía de nuestros tiempos es distinta: enfatiza la motivación, no
el castigo.
Lo importante, en todo caso, es que la forma no debe contradecirse con
el mensaje central, que corresponde a la buena noticia que nos ha comunicado
Jesús, la cual consiste en que somos hijos de Dios (Rm
10,16; Gal 4,4-7) y que este Padre nuestro sólo quiere lo mejor para
nosotros (Mt 7,11).
Por ello, bajo ese prisma, renovemos la mirada sobre este evangelio,
resaltando su mensaje de esperanza y alegría.
Para quienes creen que vivimos en un mundo triste y hasta cruel, su
respuesta sería: «No temas, pequeño
Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino».
Es que, en la medida en que, como comunidad de creyentes, tenemos
actitudes de hijos de la luz, revestidos con la coraza de la fe y del amor, y
cubiertos con el casco de la esperanza (cf 1 Tes 5,5.8), podemos
hacer nuestro aporte alegre y solidario para ayudar a revertir la ola egoísta,
materialista e individualista que parece
imponerse en nuestra sociedad, y, de esa manera, el Reino “se nos da”, crece y
se construye en medio nuestro.
Para quienes temen un futuro que se ve incierto y escuchan anuncios de
posibles calamidades para más adelante, el Maestro dice: «Sean como los que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda».
Porque, si nuestro Señor viene de una celebración, ¿tiene sentido
esperarlo a él, o lo que sea, asustados o preocupados?. No, si de verdad
creemos en que «Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, en su gran
misericordia, nos hizo renacer, por la resurrección de Jesucristo, a una
esperanza viva» (1 Pe 1,3).
Y para aquellos/as que están sintiendo que el intentar vivir como
creyentes en nuestro tiempo es demasiado exigente, Jesús, con una sonrisa, nos
dice: «¡Feliz aquel a quien su señor, al
llegar, encuentra ocupado en este trabajo!».
Es decir, felices si de verdad queremos ser amigos de Jesús, porque le
tenemos cariño… Porque sin sus invitaciones de Vida eterna, ahí sí que “ya no
hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de
Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo
por hacer el bien” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium N° 2).
Y eso sí que sería triste y desesperanzador.
Que revisemos, para que podamos redescubrir por qué te seguimos, Señor, de
tal manera de encontrar la alegría esperanzadora de vivir según tus enseñanzas
e inspiraciones que le dan plenitud a la vida de todos. Así sea.
Buscando llenarnos de la Paz, el Amor y la Alegría
del Reino, para aprender la sabiduría que da el desapego de lo material,
Miguel
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