PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
14 de Agosto de 2016
Domingo de la Vigésima Semana Durante el Año
Lecturas:
Jeremías 38, 3-6. 8-10 / Salmo 39, 2-4. 18 Señor, ven pronto a socorrerme / Hebreos 12, 1-4
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 49-53
Jesús dijo a sus
discípulos:
Yo he venido a
traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo
que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla
plenamente!
¿Piensan ustedes
que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la
división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán
divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo
contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra
contra la nuera y la nuera contra la suegra.
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Señor, Padre
bondadoso, por amor a sus hijos, la humanidad completa, a todos quienes han
querido ponerse a su servicio les dio este don: «puso en mi boca un canto nuevo» (Sal), uno que hace ver las situaciones que impiden que los más débiles entre
nosotros puedan ser felices. Precisamente los causantes de esto, querrán
bloquear este mensaje diciendo que «no busca
el bien del pueblo, sino su desgracia» (1L). Debido a
eso, el seguidor de Jesús no trae paz, sino división (Ev) y deberá enfrentar, por ello, consecuencias
similares a su Maestro: «piensen en Aquél
que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores» (2L).
Ayuda mucho,
al leer un texto del evangelio, mirar su contexto (qué sucedió antes y, a
veces, también después).
Revisando,
entonces, nos encontramos con que, inmediatamente previo a estas exclamaciones
que pueden sonar incomprensibles e incompatibles con el carácter de Jesús,
están (recordemos los dos domingos previos), desde su advertencia contra la
codicia, «porque aún en medio de la abundancia, la vida de
un hombre no está asegurada por sus riquezas» (Lc 12,15), hasta la invitación a estar preparados
para su Retorno, «porque
el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada» (Lc 12,40), pasando por un texto que no estuvo en nuestras liturgias, pero es muy
importante en el enlace con los otros dos, ya que explica cómo es posible tener
un desapego sano al dinero, lo cual es confiando en que Dios siempre provee,
llegando a la conclusión de que la actitud adecuada ante ese don es sentirnos invitados
a que, venciendo preocupaciones infértiles y egoísmos: «Busquen más bien su
Reino, y lo demás se les dará por añadidura» (Lc 12,31).
Pues bien, después de todo esto, Jesús afirma que este mensaje que ha
traído a la tierra va a ser arrasador como el fuego y, a la vez, motivo de
división.
Hay que recordar más seguido que nuestro Maestro y Señor es un
perseguido y ajusticiado por lo que hacía y decía. Él no era un ser tranquilo y
querido por todos, como acostumbramos a imaginar; su misión y sus palabras no
dejaban indiferentes a nadie. Y su muerte lo demostró.
No puede ser de otra manera, porque en esta tierra a la que vino y en
la cual espera que quienes queremos ser sus seguidores estemos en sintonía con
su misión, no reinaba ni reina Dios, sino la avaricia, que es la raíz de todos
los males (cf 1 Tim 6,10),
ejemplificada hoy en la inequidad, la explotación, múltiples tráficos ilegales,
y también negocios legales, pero ilegítimos.
En esta tierra de
injusticias, pues, a los amigos de Jesús se nos llama a mostrar que otro estilo
de vida es posible, un estilo semejante al que él vivió: libre, generoso y
feliz, gracias a lo cual creemos en que se puede existir sin amarrarse a los
bienes materiales, porque confiamos en la providencia amorosa del Padre Dios, y
también en que Él da las fuerzas y sabiduría necesarias a quienes escogen
servirlo por sobre el dinero (Mt 6,24), lo que ocurre cuando, sirviendo a sus hermanos, buscan aportar para
que se establezca su Reino de misericordia, solidaridad y equidad.
Entonces, no defraudemos a quien nos dice sobre
este fuego que trae para purificar nuestras sociedades tan poco humanas: «¡cómo desearía que ya estuviera
ardiendo!» y ayudemos a que se propague.
Como todos sabemos, existen intereses
poderosos que harán lo posible por convencernos que aquello es una utopía
ridícula, hippie o comunista, que ya fue dejada en el pasado. Eso provocará que
la familia humana se divida «tres
contra dos y dos contra tres» inevitablemente, porque quienes
creemos en (y le creemos a) Jesús lo seguiremos intentando, tratando que los
más débiles no sean afectados por los dueños del dinero y el poder; que todos
nos podamos tratar con más cordialidad, respeto y cariño; que a ningún hijo de
Dios le falte lo necesario para vivir dignamente; que todos puedan acceder a
los medios necesarios para realizar su misión en la vida y que podamos, en fin,
sentir como él: «¡qué angustia hasta que
esto se cumpla plenamente!».
Que aportemos nuestras débiles llamas, para que sumadas a tu
fuego vivificador, Señor, hagamos crecer la hoguera acogedora de la justicia y
el amor en nuestra tierra. Así sea.
Queriendo sumar las capacidades y
habilidades que el Dios de la Paz, el Amor y la Alegría puso en nosotros para
aportar a la construcción de su Reino,
Miguel
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