4 de Septiembre de 2016
Domingo de la Vigésima Tercera Semana Durante el Año
Lecturas:
Sabiduría 9, 13-18 / Salmo 9, 13-18 ¡Señor, Tú has sido nuestro refugio! / Filemón 9-10. 12-17
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 25-33
Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él,
dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su
padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y
hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz
y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar".
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar".
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Cada quien podría hacer suyas estas preguntas,
dirigidas al Señor: «¿quién habría conocido tu voluntad si Tú mismo no
hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?» (1L). El tema es dejarse guiar por ella, si queremos ser sus discípulos (Ev), con la certeza de que su voluntad es que amemos a cada hermano de
humanidad, sabiendo que «estás unido a él por lazos humanos y en el Señor»
(2L) y que necesitamos su auxilio para eso, por
lo que pedimos: «que descienda hasta nosotros la bondad del Señor» (Sal).
Estas
exigencias con que nos encontramos hoy son absolutamente utópicas, por lo que
es mejor entenderlas más bien como otras de las muchas invitaciones de Jesús a
seguir su ideal, al cual él llamó “el Reino de Dios”.
Pero, ¿qué
es un ideal?. Un ideal es una meta, un fin, un bien tan deseado por una persona
que hacia él orienta toda la vida, o una buena parte de ella. Los ideales, por
ello, sirven para darle un sentido a la existencia, ya que, sin estos, la vida
puede ser más cómoda, pero bastante menos interesante. Es por eso que podemos afirmar
que sin ideales la vida llega a ser bastante menos feliz.
Y, como
son, por definición, inalcanzables, el “éxito” con ellos no se mide en la
llegada, sino en el camino que se hace en pos de ellos, ya que éste permite ir sumando
experiencias, superando la tentación de la mediocridad y llenando de sabiduría
nuestra mente y corazón.
Todos los
seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, como somos, necesitamos ideales
que levanten nuestra alma del polvo para darle altura espiritual.
Entonces,
este día la propuesta del Maestro es para los que “vamos a él”, es decir,
quienes no sólo somos parte del “gran gentío” que dice andar tras sus pasos, sino que creemos que se es más feliz a su manera, por lo que queremos ser realmente seguidores suyos.
Él nos dice
que si ocurriese, como lamentablemente sucede, que haya personas que sean un
obstáculo para vivir su mensaje, aunque estén muy cerca de nuestro cariño,
debiésemos amarlo más a él, es decir, al servicio a los más necesitados y a la
compasión por el que sufre. En suma, a aportar para hacer de este mundo tan
poco humano, uno lleno de humanidad.
Y eso, partiendo
de que Él mismo fue nuestro ejemplo en esto, hasta el punto que los privilegiados
de su tiempo, -quienes se beneficiaban de las relaciones injustas-, lo persiguieron
y condenaron a la cruz.
Debido a lo
anterior es que, como dice el Maestro: «El que no carga con su cruz (su
parte de persecución, de humillación, de dolor) y me sigue (intenta asemejarse a su estilo servidor y cercano)», o quien «no renuncie a todo lo que posee
(la propia comodidad, el propio orgullo) no
puede ser mi discípulo».
Pero, entendámoslo bien: no es él quien lo excluye; es que esto
es parte irrenunciable de este ideal que vino a vivir y a enseñar, por lo que
aquellos que, una vez que han hecho los cálculos de los costos (gastar mi
tiempo, utilizar mis capacidades, hacerme vulnerable a los padeceres de
desconocidos…) versus los beneficios (la utopía del Reino, que se opone al tipo
de sociedades que hemos construido y al que estamos, desgraciadamente, muy acostumbrados),
deciden que no quieren hacer el esfuerzo necesario.
Por lo tanto, son ellos mismos quienes se han automarginado.
Sin
embargo, en su ideal seguirán cabiendo todos –incluso aquellos-, por lo que
seguirá llamando e invitando a la conversión hacia los criterios del Reino del
Padre.
Para eso,
está su palabra, a la que honramos en este Mes de la Biblia que comienza, pero
también están quienes sí han creído y han querido ser sus discípulos y con su
propia vivencia alegre son el mensaje de Jesús a nuestro mundo.
Que queramos y sepamos hacernos discípulos tuyos, al estilo
tuyo, Señor, esto es: amando y sirviendo de maneras semejantes a las tuyas,
para estar entre los constructores del Reino. Así sea.
Poniendo nuestras capacidades
y ganas para aportar a que se haga realidad el Reino de la Paz, el Amor y la Alegría
que anunció Jesús,
Miguel
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