PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
28 de Agosto de 2016
Domingo de la Vigésimo Segunda Semana Durante el Año
Lecturas:
Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29 / Salmo 67, 4-7.
10-11 Señor, Tú eres bueno con los pobres
/ Hebreos 12, 18-19. 22-24
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 1. 7-14
Un sábado, Jesús
entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban
atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les
dijo esta parábola:
«Si te invitan a
un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder
que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el
que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y
así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario,
cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando
llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así
quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será
humillado, y el que se humilla será elevado».
Después dijo al
que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus
amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea
que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.
Al contrario,
cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos,
a los ciegos.
¡Feliz de ti,
porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la
resurrección de los justos!»
Palabra del Señor.
MEDITACION
«Dios, que es el Juez del universo» (2L) es, a la vez, «padre de los huérfanos y defensor de las viudas» (Sal), es decir, que no es indiferente, sino toma
partido por los más desfavorecidos y los acoge con cariño, igual como lo hace
con los que se hacen pequeños como ellos, porque «el que se humilla será elevado» (Ev) a sus
brazos misericordiosos, recibiendo esta recomendación también: «realiza tus obras con modestia y serás
amado por los que agradan a Dios» (1L).
Nuestros
tiempos son muy críticos de casi cada actividad humana. Últimamente, por
ejemplo, debido a la irrupción de un popular video juego, los cuestionamientos se
concentran en el uso que se considera excesivo de la tecnología, especialmente
en lo que respecta a los teléfonos celulares.
Dejando de
lado que parece hacer falta bastante más del “vivir y dejar vivir”, tal vez
sería apropiado que nos preguntásemos: ¿por qué lo hacen (o hacemos)? ¿qué hay
tan atractivo en ello?.
Descartando
que pueda existir una cantidad tan grande de masoquistas (si lo hicieran para
sufrir) o estúpidos (que no se diesen cuenta del posible mal de sus acciones),
habría que concluir que, si tantos se sienten tan subyugados por el uso de
estos artefactos, es porque les proporcionan satisfacciones que otras
actividades o, incluso, otras personas, no pueden darles. O al menos así,
legítimamente, lo aprecian ellos.
Reconozcamos,
además, para seguir con el ejercicio de empatía, que las conversaciones por los
medios digitales son bastante más divertidas que la mayoría de nuestras
relaciones interpersonales cara a cara. También, que, ser parte de un
movimiento tan masivo, puede ayudar a sentirse acogidos y unidos a muchos en
nuestra época tan individualista. Y todo eso, sin tener que esforzarse
demasiado.
Todo lo
anterior se puede aplicar para cualquier actividad, preferencia y hasta
adicciones de quienes son –recordémoslo- nuestros hermanos de humanidad.
Pues bien,
los discípulos misioneros del profeta del amor e hijos del Dios de la
misericordia, podríamos intentar dedicar menos tiempo y capacidades a juzgar
los actos de otros (cf. Mt 7,1-5) y bastante más, porque es lo que realmente sirve
y produce buenos frutos, a mostrar el atractivo de la Buena Noticia liberadora
del Reino.
Para eso, obviamente,
antes que nada, tenemos que estar convencidos de ella, porque nadie puede dar
de lo que no tiene.
Un ejemplo
concreto de las muchas invitaciones a hacer gestos concretos de amor por el
prójimo que nos propone permanentemente Jesús –uno que está entre los más
olvidados-, es el siguiente: «cuando
des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los
ciegos».
Y, por lo
anterior, es desaprovechada la bienaventuranza que trae aparejada, una que no
se encuentra en el listado tradicional: «¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así
tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»,
Esto, porque, si somos honestos, debemos aceptar que nosotros, personalmente, nuestras
comunidades y hasta la Iglesia entera no acostumbramos a invitar a nuestra
mesa, ni a la mesa de la Vida, a los “insignificantes”.
Se vienen
las fiestas patrias, por ejemplo; probablemente habrá actividades a las que se
invite a las autoridades y «a
los vecinos ricos», pero difícilmente hay espacio en
nuestros calendarios para acoger a los débiles y desamparados. Y, si lo hay,
muchas veces no le dedicamos lo mejor -“un banquete”-, sino lo que nos sobra de
tiempo y de calidad en lo ofrecido.
Gracias a Dios ha habido muchos que, por el contrario, se han
esforzado por vivir esta enseñanza.
Uno de ellos, por quien este mes está dedicado a la solidaridad,
fue el Padre Hurtado, quien creía firmemente que “el pobre es Cristo” y
compartió con ellos mesa, techo y cariño.
Él, y tantos valientes seguidores de la Buena Noticia de Jesús,
debido a estas actitudes, han sido y son “un fuego que enciende otros fuegos”, permitiendo
que más hermanos descubran su atractivo y también le dediquen tiempo y
capacidades al proyecto del Reino.
Que redescubramos la belleza de la entrega gratuita, la
solidaridad y la fraternidad con los que no tienen cómo retribuirnos, para
hacer crecer la alegría en nuestro mundo, Señor. Así sea.
Aprendiendo con Paz, Amor y Alegría en el
corazón, a vivir como discípulos del Profeta de la misericordia de Dios,
Miguel
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