PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
11 de Septiembre de 2016
Domingo de la Vigésimo Cuarta Semana Durante el Año
Lecturas:
Éxodo 32, 7-11. 13-14 / Salmo 50, 3-4.
12-13. 17.19 Iré a la casa de mi Padre
/ Timoteo 1, 12-17
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 1-10
Todos los
publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los
escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con
ellos».
Jesús les dijo
entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja
acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido,
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de
alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice:
"Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había
perdido".
Les aseguro que,
de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
Y les dijo
también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la
lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la
encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo,
porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que,
de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se
convierte».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Enseña el Maestro que «se alegran los
ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte» (Ev). Para llegar a esa
conversión, ayuda primero orar: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y
renueva la firmeza de mi espíritu» (Sal), porque «es doctrina cierta y digna de
fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores» (2L). Contamos con
su auxilio, entonces, pero también el de los demás hermanos y ellos con el
nuestro, cuando intercedemos unos por otros ante Dios, nuestro Padre común
(1L).
La fe es
personal, por cierto, pero se vive en comunidad o no es la misma fe en y de
Jesús.
Es decir,
no cabe duda que creer es la respuesta propia a la invitación que a cada quien
hace Dios mismo. Sin embargo, nuestro
Maestro se ocupó de “llenar” esa respuesta de preocupación por los demás. Y
enseñó a sus seguidores a hacerlo de la misma manera, al punto que un discípulo
suyo desafiaría después: «Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en
cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe» (Stg 2,18).
El texto de
este día nos cuenta que «los
fariseos y los escribas murmuraban», es decir
los “buenos creyentes” reprobaban que el Nazareno, al que analizaban con lupa,
se mezclara tan libremente con personas de “mala reputación”. Era una
demostración de que, tal vez, pensaban, no era realmente un profeta (cf. Lc 7,39)… Porque ellos se habían quedado con
frases bíblicas como «No me incluyas entre los pecadores
ni entre los hombres sanguinarios» (Sal 25,9); o,
refiriéndose a los mismos: «hijo mío, no los acompañes por
el camino, retira tus pies de sus senderos» (Prov 1,15),
entre otras.
Sin
embargo, claramente Jesús, que se había enamorado de textos como: «El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran
misericordia; no nos trata según nuestros pecados. Cuanto dista el oriente del
occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con
sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles; él conoce de qué estamos
hechos» (Sal 103, 8. 10. 12-14), por eso era el profeta de la
misericordia de Dios: esa que incluye y nunca busca motivos para marginar.
Y así lo
predicaba con palabras: «yo les digo: Amen a sus enemigos,
rueguen por sus perseguidores; así serán
hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y
buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos» (Mt 5,44-45),
pero también con gestos concretos: «Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos». Teniendo presente que en su
cultura comer con alguien era un signo de mucha cercanía…
Entonces,
ante esto, sería apropiado cuestionarnos: ¿qué tipo de fe es la nuestra? ¿una
personal e intimista que no afecta a (ni se deja afectar por) la sociedad en
que se vive?, es decir, una forma de relacionarse con Dios reflejo del estilo
inhumano individualista de la sociedad en que vivimos. O ¿tendremos (o
intentaremos vivir) una fe con más semejanza a la del Maestro de la humanidad, una
unida a muchos, con sentido de fraternidad, ya que no ora al “Padre mío”, sino
al Padre nuestro (cf. Mt 6,9),
es decir, una que busca hacer un mundo diferente, dejando de mirarnos como
competidores, para hacerlo, más bien, como hermanos, de tal manera que podamos
rescatar lo mejor que tenemos.
Por último,
en esta fecha imposible de ser ignorada, debido a las consecuencias que aún
tiene en la vida de nuestro país, pidamos perdón por los cristianos que se
sumaron a la ola discriminadora desatada aquel día; y, a la vez, demos gracias
al Señor por quienes fueron fieles y valientes para acoger e incluir a
perseguidos y marginados, asumiendo las consecuencias que esto traía.
Que nos unamos a la tarea de buscar a las ovejas perdidas, para
posteriormente poder celebrar juntos la alegre fiesta de la familia humana
unida en torno a tu amor, Señor. Así sea.
Aprendiendo, con mucha Paz,
Amor y Alegría a ser acogedores con todos, especialmente con quienes se han
alejado o los han marginado,
Miguel
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