miércoles, 21 de septiembre de 2016

Todo lo demás es idolatría



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
25 de Septiembre de 2016
Domingo de la Vigésimo Sexta Semana Durante el Año

Lecturas:
Amós 6, 1. 4-7 / Salmo 145, 7-10 ¡Alaba al Señor, alma mía! / I Timoteo 6, 11-16

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  16, 19-31
    Jesús dijo a los fariseos:
    Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
    El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
    En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».
«Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».
    El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento».
    Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».
«No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».
    Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán».
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
El discípulo del Reino es llamado a mantenerse «sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (2L), momento en que se decidirá que los que «beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites, pero no se afligen por la ruina» de sus hermanos (1L), recibirán «el tormento» debido a su actitud indiferente, al contrario del que padeció males, quien encontrará consuelo en su regazo (Ev), porque «El Señor ama a los justos» (Sal).
Texto de Fray Marcos (www.feadulta.com, fragmentos)
Yo también tengo claro, que en materia de dinero no haremos caso ni aunque resucite un muerto.
La parábola va dirigida a los fariseos. Jesús apoyándose en sus creencias, quiere hacerles ver que, si de verdad creyeran lo que predican, no estarían tan pegados a las riquezas.
Esta parábola nos dice lo mismo que (Mt 25,34-46) “Porque tuve hambre y no me disteis  de comer, tuve sed y no me disteis de beber...” Las dos hay que entenderlas dentro de una visión mitológica del más allá: premio y el castigo más allá, como solución de las injusticias del más acá.
Utilizar estos textos para seguir hablando de un premio para los pobres y un castigo para los ricos en el más allá, no tiene sentido alguno; a no ser que se busque la resignación de los pobres para que no se rebelen contra la injusticia y poder así seguir disfrutando los ricos de sus privilegios. Aunque haya que procurar superar el lenguaje de la época, el verdadero mensaje sigue siendo válido.
Para poder comprender  por qué el rico, que se vestía y comía de lo suyo, es lanzado al “hades” (no nuestro infierno), debemos explicar primero el concepto de rico y pobre en la Biblia.
Para nosotros “rico” y “pobre” son conceptos que hacen referencia a una situación social. Rico es el que tiene más de lo necesario para vivir y puede acumular bienes. Pobre es el que no tiene lo necesario para vivir y pasa necesidades vitales.
En el AT, se elogia la riqueza como signo del favor de Dios, y se da gracias por ella. Fueron los profetas, sobre todo Amós, los que denunciaron la maldad de la riqueza. Su razonamiento es el siguiente: La riqueza se amasa siempre a costa del pobre, esclavizándolo. El rico se erige en señor del pobre. Pero para un judío el único Señor es Dios, por lo tanto el rico usurpa el señorío de Dios y con ello está fallando religiosamente.
Pobres, en el AT, sobre todo a partir del destierro, eran aquellos que no tenían otro valedor que Dios. Se trataba de los desheredados de este mundo que no tenían nada en qué apoyar su existencia; no tenían a nadie en quien confiar, pero seguían confiando en Dios. Esta confianza era lo que les hacía agradables a Dios, que no les podía fallar (Lázaro, -el azar en hebreo- significa Dios ayuda).
Ahora comprenderéis por qué el evangelio da por supuesto que las riquezas son malas sin más matizaciones. No se dice que fueran adquiridas injustamente ni que el rico hiciera mal uso de ellas, simplemente las utilizaba a su antojo. Si Lázaro no hubiera estado a la puerta, no habría nada que objetar. Pero es precisamente el pobre, el que con su sola presencia, llena de maldad el lujo y los banquetes del rico.
Jesús descubrió que la riqueza acumulada y no compartida, impide entrar en el Reino de los cielos; así lo predicó sin contemplaciones. Pero su actitud no fue excluyente, sino abierta y de acogida para con los ricos.
La clave de todo el relato es que el rico no descubrió a Lázaro que estaba a la puerta con los perros (animal impuro); aunque parece que después si lo reconoce cuando lo ve en el “seno de Abrahán”. Es aquí donde debemos ver el toque de atención de la parábola. Vivimos tan enfrascados en nuestro hedonismo, que no queremos ver la miseria que existe en el mundo. Y eso que hoy, ni siquiera tenemos que salir a la puerta para descubrirla, porque se está colando a todas horas, dentro de casa por la ventana de la televisión.
El mensaje del evangelio no está encaminado a solucionar un problema social, sino a denunciar una falsa actitud religiosa. La desaparición de la injusticia social, sería consecuencia inmediata de una correcta actitud ante Dios.
Jesús predica el “Reino de Dios”, que consiste en superar todo egoísmo y hacer de todos los hombres una comunidad de hermanos.
Lo que Jesús propone es compartir como fruto del amor que nos une. Los ricos dejarían de acaparar y los pobres dejarían de serlo, y el camino recorrido humanizaría tanto al rico como al pobre.
Seguramente que el rico de hoy hacía favores e invitaría a comer a sus hermanos y a los amigos ricos como él. Está claro que esa actitud no cuenta para nada en orden a descubrir su verdadera actitud para con los demás. Un verdadero amor solo está garantizado cuando hago algo por aquel que no va a poder pagármelo de ninguna manera.
El amor que nos pide Jesús nunca se puede desligar de la compasión. Amor sin compasión es puro interés. La inmensa mayoría de las relaciones que calificamos como amor, no superan el listón del interés egoísta. El rico demostró su egoísmo porque ignoró la presencia del pobre, del que nada podía esperar.
Ahora podemos entender por qué refugiarse en la incapacidad de cada uno para solucionar el hambre del mundo no puede ser excusa para no hacer nada.
Vuelvo a recordarlo, la denuncia no es de un problema social, sino religioso.
Jesús no te está pidiendo que soluciones el hambre del mundo, sino que salgas de tu error al confiar en la riqueza como salvación. No se te pide que salves el mundo, sino que te salves tú. Ahora bien, si los ricos dejásemos de acaparar bienes, terminarían por llegar a los pobres.

Ojalá nos convenciéramos de que la pobreza no es un problema que alguien tiene que solucionar, sino un escándalo en el que todos participamos y del que tenemos la obligación de salir.
Criticar las injusticias que se están cometiendo hoy en el mundo es lo que hacemos todos. Se trata de descubrir que aunque yo esté dentro de la más estricta legalidad cuando acumulo bienes materiales, eso no garantiza que mi relación con los hombres, y por lo tanto con Dios sea la correcta.
El evangelio nos dice que el único pecado que existe es olvidarse del hombre que me necesita. Mi grado de acercamiento a Dios es el grado de acercamiento al otro. Todo lo demás es idolatría.

Que no dejemos de ver a los muchos “Lázaros” que nos rodean y después no nos quedemos tranquilos hasta hacer algo para que no sufran por nuestra indiferencia y las injusticias. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, ser parte de quienes trabajan contra la indiferencia y por la justicia para los que lo necesiten,
Miguel

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