miércoles, 19 de octubre de 2016

Reflejando una imagen auténtica



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
23 de Octubre de 2016
Domingo de la Trigésima Semana Durante el Año

Lecturas:
Eclesiástico 35, 12-14. 16-18 / Salmo 33, 2-3. 17-19. 23 El pobre invocó al Señor, y Él lo escuchó / II Timoteo 4, 6-8. 16-18

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  18, 9-14
    Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
    Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas».
    En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!»
    Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado».
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Ya el antiguo libro del Eclesiástico hacía notar que Dios «escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja» (1L). Jesús hoy señala que su Padre siente más cercanos a los humildes (Ev). Pablo dice: «el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas», en final de su vida, porque la dedicó a servir a los demás (2L). Podemos afirmar con certeza, entonces, que siempre «el Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos» (Sal).
El Maestro sigue enseñándonos sobre la oración: la forma y el contenido, para hacerla eficaz.
Recordemos: la semana pasada nos hablaba de la necesidad de ser perseverantes en ésta y meditábamos acerca de la necesidad que teníamos de pedir y estar disponibles para que se realice Su voluntad de justicia; la semana anterior a esa, se nos invitaba a aprender a vivir con agradecimiento los dones que recibimos de Él, además de las solicitudes que solemos hacerle, y agregábamos que esa gratitud valía si se manifestaba en servicio concreto a los demás hijos del Padre Dios, nuestros hermanos.
Este día, podríamos sentir que se nos plantea la pregunta acerca de cuál es la disposición adecuada para dirigirnos al Señor, basándonos en una afirmación de un discípulo del Maestro, quien dice: «(ustedes) piden y no reciben, porque piden mal» (Stg 4,3).
Todos conocemos personas que hablan mucho de sí mismas: “yo soy de las personas que…”, “a mí me conocen por ser…”, “si me conocieras bien, sabría que soy…” Parecen querer moldear la imagen que proyectan por medio de las palabras, más que con los hechos comprobables.
Algo así sucede con los personajes de esta parábola.
El fariseo parece querer convencer a Dios con sus argumentos, adjuntando su listado de lo que hace bien y lo malo que no hace, claro que según sus particulares criterios, ya que debiese saber que el Señor reprueba a los que desprecian a los demás… Su actitud es de intentar justificarse a sí mismo ante Él.
Por su parte, el publicano, pecador público, sólo se sincera con el Señor: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!», esa actitud es la de quien pide bien, por eso él «volvió a su casa justificado, pero no el primero»
Y ojo, que “justificado” en terminología bíblica es sinónimo de “santo” (limpio de pecado): «a los que justificó, también los glorificó» (Rm 8,30). Es decir, lo que se pretende el fariseo lo recibe sólo el publicano.
Por lo tanto, podríamos decir que, más que preocuparnos de la imagen que otros tengan de nosotros, la actitud para “pedir bien” es ocuparnos de la imagen que Dios tiene de nosotros.
Como vemos en el ejemplo de su Hijo, nuestro hermano, Jesús, que es «la Imagen del Dios invisible» (Col 1,15), por eso la idea sería asemejarnos cada vez más a él, siendo misericordiosos, cercanos y constructores de humanidad, no por cumplir reglas, sino como la forma que entendemos como correcta de vivir para quienes hemos sido creados según la imagen y semejanza del Padre Bueno (cf. Gn 1,26), y, obviamente, tampoco para mostrarlo como parte de un “currículum espiritual”, más bien, con la humildad de quienes se reconocen pecadores amados inmerecidamente por Él.

Que busquemos ser, cada vez más y cada vez mejor, fieles a la imagen de Dios por la que fuimos creados, con la fuerza que nos das, Señor y la que nos damos cuando lo hacemos en comunidad. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría en el corazón, reflejar la imagen misericordiosa que corresponde a los hijos del Padre misericordioso,
Miguel

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un rey de verdad

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 24 de Noviembre de 2024                           ...