PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
23 de Octubre de 2016
Domingo de la Trigésima Semana Durante el Año
Lecturas:
Eclesiástico 35, 12-14. 16-18 / Salmo 33, 2-3.
17-19. 23 El pobre invocó al Señor, y Él
lo escuchó / II Timoteo 4, 6-8. 16-18
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 9-14
Refiriéndose a
algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta
parábola:
Dos hombres
subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo,
de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas».
En cambio el
publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad
de mí, que soy un pecador!»
Les aseguro que
este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el
que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Ya el antiguo libro del Eclesiástico hacía
notar que Dios «escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del
huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja» (1L). Jesús hoy señala que su Padre siente más cercanos a los humildes (Ev). Pablo dice: «el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas», en
final de su vida, porque la dedicó a servir a los demás (2L). Podemos afirmar con certeza, entonces, que siempre «el Señor está
cerca del que sufre y salva a los que están abatidos» (Sal).
El Maestro
sigue enseñándonos sobre la oración: la forma y el contenido, para hacerla eficaz.
Recordemos:
la semana pasada nos hablaba de la necesidad de ser perseverantes en ésta y
meditábamos acerca de la necesidad que teníamos de pedir y estar disponibles
para que se realice Su voluntad de justicia; la semana anterior a esa, se nos
invitaba a aprender a vivir con agradecimiento los dones que recibimos de Él,
además de las solicitudes que solemos hacerle, y agregábamos que esa gratitud
valía si se manifestaba en servicio concreto a los demás hijos del Padre Dios,
nuestros hermanos.
Este día,
podríamos sentir que se nos plantea la pregunta acerca de cuál es la
disposición adecuada para dirigirnos al Señor, basándonos en una afirmación de
un discípulo del Maestro, quien dice: «(ustedes) piden y no reciben, porque
piden mal» (Stg 4,3).
Todos
conocemos personas que hablan mucho de sí mismas: “yo soy de las personas
que…”, “a mí me conocen por ser…”, “si me conocieras bien, sabría que soy…”
Parecen querer moldear la imagen que proyectan por medio de las palabras, más
que con los hechos comprobables.
Algo así
sucede con los personajes de esta parábola.
El fariseo
parece querer convencer a Dios con sus argumentos, adjuntando su listado de lo
que hace bien y lo malo que no hace, claro que según sus particulares
criterios, ya que debiese saber que el Señor reprueba a los que desprecian a
los demás… Su actitud es de intentar justificarse a sí mismo ante Él.
Por su
parte, el publicano, pecador público, sólo se sincera con el Señor: «¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!», esa actitud es la de quien
pide bien, por eso él «volvió a su casa justificado, pero no el primero»
Y ojo, que
“justificado” en terminología bíblica es sinónimo de “santo” (limpio de
pecado): «a los que justificó, también los glorificó» (Rm 8,30). Es decir, lo que se pretende el
fariseo lo recibe sólo el publicano.
Por lo
tanto, podríamos decir que, más que preocuparnos de la imagen que otros tengan
de nosotros, la actitud para “pedir bien” es ocuparnos de la imagen que Dios
tiene de nosotros.
Como vemos
en el ejemplo de su Hijo, nuestro hermano, Jesús, que es «la Imagen del Dios
invisible» (Col 1,15), por
eso la idea sería asemejarnos cada vez más a él, siendo misericordiosos,
cercanos y constructores de humanidad, no por cumplir reglas, sino como la
forma que entendemos como correcta de vivir para quienes hemos sido creados
según la imagen y semejanza del Padre Bueno (cf. Gn 1,26), y, obviamente, tampoco para
mostrarlo como parte de un “currículum espiritual”, más bien, con la humildad
de quienes se reconocen pecadores amados inmerecidamente por Él.
Que
busquemos ser, cada vez más y cada vez mejor, fieles a la imagen de Dios por la
que fuimos creados, con la fuerza que nos das, Señor y la que nos damos cuando
lo hacemos en comunidad. Así sea.
Buscando con mucha Paz, Amor
y Alegría en el corazón, reflejar la imagen misericordiosa que corresponde a
los hijos del Padre misericordioso,
Miguel
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