miércoles, 23 de noviembre de 2016

Es tiempo de dar señales esperanzadoras



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
27 de Noviembre de 2016
Primer Domingo de Adviento

Lecturas:
Isaías 2, 1-5 / Salmo 121, 1-2. 4-9 Vamos con alegría a la Casa del Señor / Romanos 13, 11-14

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    24, 37-44
Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
La advertencia: «Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor» (Ev), lejos intimidarnos, debiese producir en nosotros el anhelo de que ocurra, porque en ese momento «Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra» (1L), porque su tiempo será de Paz. En preparación de eso, «vistámonos con la armadura de la luz» (2L) para dar el combate de la fraternidad que nos haga cantar y repetir: «Por amor a mis hermanos y amigos, diré: “La paz esté contigo”» (Sal).
Adviento (del latín ad-venio= lo que está por venir), es tiempo de espera. Pero, ¿qué esperamos? O ¿siquiera aún esperamos algo?
Se espera lo que se quisiera que llegase porque no está presente en su momento.
¿Qué podríamos esperar nosotros –y esperarse de nosotros, que nos inspiramos en la vida y caminar de Jesús- en nuestro presente?
Que llegue de una vez la era en que los humanos nos trataremos, precisamente, más humanamente.
¿Acaso no es esa la utopía del Nazareno y de quienes quisieron seguirlo desde los tiempos de su paso por la Tierra hasta hoy?
Pues bien, a nosotros nos está correspondiendo presenciar un cambio de época y, en muchos aspectos, pareciera que es para peor. Repasemos algunos eventos recientes, asumiendo que esquemáticamente, ya que los procesos sociales son bastante más complejos que lo que puedan reseñar un par de frases.
Vimos que Gran Bretaña decidió, mediante el famoso Brexit, dejar de formar comunidad con el resto de Europa; también que Colombia prefirió mantener un conflicto de muchas décadas a otorgar garantías básicas para que los guerrilleros dejen las armas, votando No al acuerdo de paz; y, por último, que la superpotencia mundial comenzará a ser gobernada por una persona que no tuvo escrúpulos en anunciar que lo haría discriminando personas…
Pareciera que sigue avanzando el monstruo de la indiferencia egoísta.         
Pero los cristianos, porque se supone que vivimos a la espera del día en que vendrá nuestro Señor, somos (o debiésemos ser) gente de esperanza.
Por eso, al captar estos signos de los tiempos, en vez de “echarnos a morir”, podríamos intentar ser quienes avanzan contra el viento insolidario, avivando la vida comunitaria donde nos encontremos; también, siendo quienes, en antagonía con la lógica violenta, siembran, construyen y defienden la paz; o, siendo aquellos que, pese a la cultura del descarte, tienen actitudes inclusivas y acogedoras permanentemente…
Ese testimonio, debido a que nos sentimos amigos del «Hijo del hombre», quien no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20,28), sin duda alguna, sería un gran aporte a nuestro mundo, ya que ese estilo de relacionarnos con los demás, si lograse transformarse en un hábito permanente, serían las semillas del Reino que podemos ir esparciendo, para que puedan dar frutos en su momento y su reiteración podría llegar a ser un diluvio que limpie las malas señales reseñadas antes, otorgándole motivos para la esperanza a muchos más.
"La alegría que nos quedará será que en esta hora de parto fuimos cristianos y el pesimismo no venció a nuestra Fe" (Monseñor Oscar Romero, Arzobispo mártir).

Que este Adviento y siempre nos encuentre construyendo esperanza, haciendo nuestro aporte humanizador, a semejanza del tuyo, Señor, donde nos encontremos. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría en el corazón, dar motivos para la esperanza a nuestro mundo,
Miguel

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