PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
27 de Noviembre de 2016
Primer Domingo de Adviento
Lecturas:
Isaías 2, 1-5 / Salmo 121, 1-2. 4-9 Vamos con alegría a la Casa del Señor / Romanos 13, 11-14
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 24, 37-44
Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos
de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se
casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó
el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del
hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro
dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su
Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de
la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su
casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la
hora menos pensada.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
La advertencia: «Estén prevenidos, porque
ustedes no saben qué día vendrá su Señor» (Ev), lejos intimidarnos, debiese
producir en nosotros el anhelo de que ocurra, porque en ese momento «Él será
juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas
forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación
contra otra ni se adiestrarán más para la guerra» (1L), porque su tiempo será de Paz. En preparación de eso, «vistámonos
con la armadura de la luz» (2L) para dar el combate de la
fraternidad que nos haga cantar y repetir: «Por amor a mis hermanos y
amigos, diré: “La paz esté contigo”» (Sal).
Adviento
(del latín ad-venio= lo que está por venir), es tiempo de espera. Pero, ¿qué
esperamos? O ¿siquiera aún esperamos algo?
Se espera
lo que se quisiera que llegase porque no está presente en su momento.
¿Qué
podríamos esperar nosotros –y esperarse de nosotros, que nos inspiramos en la
vida y caminar de Jesús- en nuestro presente?
Que llegue
de una vez la era en que los humanos nos trataremos, precisamente, más
humanamente.
¿Acaso no
es esa la utopía del Nazareno y de quienes quisieron seguirlo desde los tiempos
de su paso por la Tierra hasta hoy?
Pues bien, a nosotros nos está correspondiendo presenciar un
cambio de época y, en muchos aspectos, pareciera que es para peor. Repasemos algunos
eventos recientes, asumiendo que esquemáticamente, ya que los procesos sociales
son bastante más complejos que lo que puedan reseñar un par de frases.
Vimos que Gran Bretaña decidió, mediante el famoso Brexit, dejar
de formar comunidad con el resto de Europa; también que Colombia prefirió
mantener un conflicto de muchas décadas a otorgar garantías básicas para que
los guerrilleros dejen las armas, votando No al acuerdo de paz; y, por último, que
la superpotencia mundial comenzará a ser gobernada por una persona que no tuvo
escrúpulos en anunciar que lo haría discriminando personas…
Pareciera que sigue avanzando el
monstruo de la indiferencia egoísta.
Pero los cristianos, porque se supone que vivimos a la
espera del día en que vendrá nuestro Señor, somos (o debiésemos ser) gente de
esperanza.
Por eso, al captar estos signos de los tiempos, en vez de
“echarnos a morir”, podríamos intentar ser quienes avanzan contra el viento
insolidario, avivando la vida comunitaria donde nos encontremos; también,
siendo quienes, en antagonía con la lógica violenta, siembran, construyen y
defienden la paz; o, siendo aquellos que, pese a la cultura del descarte,
tienen actitudes inclusivas y acogedoras permanentemente…
Ese testimonio, debido a que nos sentimos amigos del «Hijo del hombre», quien no vino a ser
servido, sino a servir (Mt 20,28), sin
duda alguna, sería un gran aporte a nuestro mundo, ya que ese estilo de
relacionarnos con los demás, si lograse transformarse en un hábito permanente,
serían las semillas del Reino que podemos ir esparciendo, para que puedan dar
frutos en su momento y su reiteración podría llegar a ser un diluvio que limpie
las malas señales reseñadas antes, otorgándole motivos para la esperanza a
muchos más.
"La alegría que nos quedará será que en esta hora de
parto fuimos cristianos y el pesimismo no venció a nuestra Fe" (Monseñor Oscar
Romero, Arzobispo mártir).
Que este Adviento y siempre nos encuentre construyendo
esperanza, haciendo nuestro aporte humanizador, a semejanza del tuyo, Señor,
donde nos encontremos. Así sea.
Buscando con mucha Paz, Amor
y Alegría en el corazón, dar motivos para la esperanza a nuestro mundo,
Miguel
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