PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
11 de Diciembre de 2016
Tercer Domingo de Adviento
Lecturas:
Isaías 35, 1-6. 10 / Salmo 145, 7-10 Señor, ven a salvarnos / Santiago 5, 7-10
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 2-11
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de
Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha
de venir o debemos esperar a otro?»
Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes
oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son
purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es
anunciada a los pobres.¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!»
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a
hablar de él a la multitud, diciendo:
«¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el
viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se
visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí,
y más que un profeta. El es aquel de quien está escrito: "Yo envío a mi
mensajero delante de ti, para prepararte el camino".
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que
Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es
más grande que él.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Hoy y siempre, en medio de las dificultades
de la vida, se nos exhorta: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios!»
(1L), y también: «tomen como ejemplo de
fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor» (2L). Esto para que, sin importar cuán débiles nos sintamos, sepamos que «El
Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da
pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos» (Sal). Eso es «lo que ustedes oyen y ven» (Ev), y debiésemos anunciar si tenemos los ojos y los oídos del corazón
atentos y fieles.
Juan, a
quien el Maestro considera el hombre “más grande que ha nacido”, ya que es «más que un profeta»,
ahora está en la cárcel,
probablemente presintiendo que no saldría vivo de ahí, por lo que necesita
saber si ha logrado cumplir con su misión de ser
el precursor, el que prepararía el camino para la llegada del Cristo, y si el Nazareno, a quien
previamente había señalado (cf. Jn 1,29), es efectivamente aquel que su pueblo esperaba con ansias por tanto
tiempo.
La duda se provocaba porque él anunciaba «la ira de Dios que se acerca» (Mt 3,7); en cambio a Jesús se lo oye decir,
por ejemplo, «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso»
(Lc 6,36).
Entonces, la respuesta que le envía Jesús para su duda, no es
un gran discurso, sino una invitación a observar y transmitir hechos que muestran
el cumplimiento de aquello que la Escritura señalaba que debía suceder cuando
llegasen los tiempos mesiánicos: «los
ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos
oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres» (cf. Is 35,5-6; 61,1).
Con esto, una
vez más, aclara que seguir su Palabra no tiene que ver con formalismos
religiosos, sino con el servicio efectivo a los necesitados, con especial
cariño y dedicación a los más desamparados.
Y de
pasada, enseña que son las acciones más que las explicaciones las que
demuestran lo que uno es y hace.
Pues bien, unos son “cañas agitadas por el viento” de las ideas
de moda y los intereses de los poderosos; otros se visten con refinamiento,
viviendo superficialmente, con indiferencia hacia las dificultades y dolores de
los demás; y están también los que se han hecho mensajeros del Padre, y
preparan el camino para que Jesús llegue a los corazones de sus hermanos.
Quienes,
como estos últimos, viven así, en el espíritu del Reino, es decir, quienes se
han dejado contagiar por el estilo de servicio liberador de Jesús para todo
aquel que lo necesitase, intentando asemejar, cada vez más y cada vez mejor, su
actuar al suyo, pueden ser más grandes que Juan, ya que no necesitan enviar a
nadie a preguntar, porque han podido comprobar que Jesús es quien «ha
de venir», vino y sigue presente en medio nuestro (cf. Mt 28,20), comprendiendo
de esta manera que Dios no es vengativo, sino que, por el contrario, ha enviado
a su propio Hijo para impulsarnos a hacer de nuestro mundo un lugar más libre y
feliz para vivir, inspirándonos a realizar las acciones que acerquen la ternura
y la misericordia del Padre a todos.
Que nos hagamos parte de las acciones que permiten a los
enfermos recuperar la salud y a los pobres conocer la alegre noticia del Dios
que está de su parte, Señor. Así sea.
Buscando con mucha Paz, Amor
y Alegría aportar para que nuestros hermanos de humanidad conozcan y sientan el
amor misericordioso de Dios,
Miguel
No hay comentarios:
Publicar un comentario