PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
15 de Enero de 2017
Domingo de la Segunda Semana Durante el Año
Lecturas:
Isaías 49, 3-6 / Salmo 39, 2. 4. 7-10 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
/ Corintios 1, 1-3
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 29-34
Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo:
«Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A Él me refería,
cuando dije:
Después de mí viene un hombre que me
precede,
porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar
con agua para que Él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al
Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él. Yo no lo
conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el
que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza en
el Espíritu Santo".
Yo lo he visto y doy testimonio de que Él
es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Ya no existen
–gracias a Dios y al progreso de la conciencia humana- sacrificios de animales
para “agradar a los dioses”, pero Jesús sigue siendo «Cordero de Dios»,
en el sentido de la humildad con que entendió que «Tú no quisiste víctima ni
oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: “Aquí estoy”» (Sal) y se entregó a la misión de ser «la luz de las naciones, para que
llegue mi salvación hasta los confines de la tierra» (1L), de manera de permitir que llegásemos a
estar entre los que «han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser
santos» (2L). Cuando, quienes hemos sido bautizados «en
el Espíritu Santo» (Ev), como respuesta a
todo esto, buscamos ser humildemente fieles al llamado de Dios, seguimos
ayudando a quitar el pecado del mundo junto a Jesús.
Es muy
difícil o directamente imposible creer en algo o en alguien sin contar con el
testimonio de otra persona al respecto.
Juan era
alguien muy reconocido por su pueblo: «La gente de Jerusalén, de toda la
Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro» (Mt 3,5), por lo que estas
sencillas y potentes palabras: «Éste es
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» fueron un gran impulso
para que muchos se sintiesen guiados hacia Jesús.
Pero,
obviamente, no es necesario ser un personaje como el Bautista, para saber que
el Nazareno era alguien movido por el Espíritu de Dios. Recordemos, por
ejemplo, que «fue llevado por el Espíritu al desierto» (Mt 4,1) para meditar el
comienzo de su misión; luego, «volvió a Galilea con el
poder del Espíritu […] Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan» (Lc 4,14-15); y también sabemos que
esa Fuerza de Dios lo llegaba a hacer estremecerse de
gozo, y alabar a su Padre, en quien reconocía al Señor del cielo y de la
tierra, y, a la vez, de los pequeños (cf Lc 10,21).
Por lo
anterior, podríamos decir que tenemos una ventaja sobre Juan, y, ya que el
Padre Dios da su Espíritu a quienes se lo piden (cf Lc 11,13), podemos alegrarnos de que, para
todos aquellos que hemos recibido la gracia de ser bautizados «en el Espíritu Santo», éste siempre «viene en
ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8,26), de tal manera que nos permita reconocer que ese Espíritu,
cuando está sobre Jesús (y sobre cualquier hijo de Dios) envía
«a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los
cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos» (Lc 4,18).
Y,
además, logra que nuestra palabra, pero más aún nuestros actos, si se asemejan
a éstos, digan por nosotros: «Yo lo he
visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios»
Mientras
más amigos de Jesús utilicemos ese don de su Espíritu que nos otorga el Señor
para poder servir más y mejor a los hermanos de humanidad, más personas descubrirán
en Jesús al Enviado de Dios para lograr hacer nuestro mundo más alegre, justo
y, finalmente, más humano.
Que nos dejemos guiar por el Espíritu que te movía a ti,
Señor, de tal forma que nos impulse a asemejarnos, cada vez más y cada vez
mejor, a tu forma de servir a los demás. Así sea.
Buscando con mucha Paz, Amor
y Alegría, la forma de dejarnos conducir por el poderoso, sanador y liberador
Espíritu de Dios,
Miguel
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