PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
22 de Enero de 2017
Domingo de la Tercera Semana Durante el Año
Lecturas:
Isaías 8, 23—9, 3 / Salmo 26, 1. 4. 13-14 El Señor es mi luz y mi salvación / I Corintios 1, 10-14. 16-17
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan Bautista había sido arrestado, se
retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del
lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había
sido anunciado por el profeta Isaías:
«¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
se levantó una luz».
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
«¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
se levantó una luz».
A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Jesús, sabiamente,
se retira al «otro lado del Jordán, el distrito de los paganos» (1L), al conocer lo que le sucede a Juan, porque
se da cuenta que es tiempo de replegarse para realizar una «espera en el
Señor» haciéndose fuerte (Sal). Eso lo
conseguirá creando comunidad con los pescadores de la periférica Galilea,
quienes no están contaminados con la forma de vivir la religión de las grandes
autoridades de la capital: ellos tienen la disposición humilde de dejarlo todo
por seguir su caminar en pos del «Reino de los Cielos [que] está
cerca» (Ev). El Maestro sigue llamado hoy a «anunciar
la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana» (2L), sino haciendo carne sus enseñanzas en la
vida cotidiana.
Nuestro
país, como debiésemos saber, es excesivamente centralista, pues las principales
decisiones que afectan a los poblados más remotos (y algunas no tan
importantes, también) dependen de la voluntad de burócratas afincados en la
capital, quienes probablemente desconocen absolutamente las realidades y
dificultades de cada localidad sobre las que les toca asignar recursos.
Lo podemos
ver a diario, además, en otro tipo de ejemplo más evidentemente cotidiano, si
quisiéramos, al revisar la cobertura noticiosa de los principales medios de
comunicación: si algo no sucede en Santiago, no es relevante para ellos. A
menos que sea un escándalo o un hecho violento.
El Padre
Dios, en cambio, aunque a todos nos considera sus hijos, Él tiene una especial
predilección por los que están al margen, debido a que son menos apreciados por
los demás.
Algunos ejemplos:
Moisés tenía dificultades para expresarse (Ex 4,10) y, sin embargo, a él lo escogió
para liderar a su pueblo; David, siendo el menor de sus hermanos, fue a quien eligió
para reinar a su Nación (1 Sm 16,10-13), además de protagonizar el relato simbólico
en que éste, con una humilde honda y una piedra, venció al gigante con armadura;
y, por último, el Señor «por la mano de una mujer» (Jd 13,15) –débiles y secundarias
como eran consideradas- vengó a los hebreos del poderoso rey Holofernes.
Jesús, que
sigue la pedagogía del Padre, diría que «los últimos serán los primeros» (Mt 20,16) y actuaría de manera semejante a Él:
elige comenzar la proclamación de la cercanía del «Reino de los
Cielos», en la
periferia, como se nos recuerda este día.
Pero, más
aún: se establece, anuncia su trascendente mensaje y suma a sus primeros
discípulos en la «Galilea de las naciones»
o “de los paganos”, que sería otra forma de traducir la profecía.
Es decir,
se aleja del centro religioso de su país.
Hay que
descentralizar nuestros conceptos también y valorar más a los secundarios y a quienes
no están en los primeros lugares, si queremos ser seguidores del Maestro.
¿Qué habría
que cambiar –y cómo- en nuestra vida y en nuestras comunidades para poder
responder a este desafío?
Que nos ilumine
la gran luz de tu ejemplo, Señor, porque cuando los pequeños son ensalzados y
los marginados acogidos, el Reino del Padre se va haciendo cada vez más
cercano. Así sea.
Buscando con mucha Paz, Amor
y Alegría, aprender a poner en primer lugar a quienes son menos valorados, pero,
por lo mismo, son los favoritos del Señor,
Miguel
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