miércoles, 4 de enero de 2017

Fe en búsqueda



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
8 de Enero de 2017
La Epifanía del Señor

Lecturas:
Isaías 60, 1-6 / Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13 ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor! / Efesios 3, 2-6

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    2, 1-12
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel".»
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje.»
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
La historia de nuestra fe comienza al encontrar «al niño con María, su madre» (Ev), acercamiento extremo del Dios que había prometido: «sobre ti brillará el Señor y su gloria aparecerá sobre ti» (1L) y una invitación que es universal, ya que de él aprendimos que todos «participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio» (2L), un regalo que es más bello aún al saber que «él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado» (Sal).
Existen al menos tres tipos de relación de las personas con respecto a su fe en Dios.
Una es la de quienes se sienten creyentes, pero conocen poco de los fundamentos de su creencia, como sucede en este caso con Herodes, quien formalmente era el rey judío, y, sin embargo, tuvo que recurrir a especialistas para conocer el contenido de las profecías;
Otra, es la de quienes tienen muchos conocimientos, pero estos no les alcanzan para llevarlos a dar pasos concretos, como ocurre con los sumos sacerdotes y los escribas, quienes sabían dónde debía nacer el Mesías, pero eso no logró hacer que se pusieran en camino hacia su encuentro;
Por último, podemos identificar la de aquellos que están atentos a los signos de los tiempos y buscan agotar recursos para lograr llegar hacia Quien se sienten llamados, como respuesta a una fe en búsqueda constante, algo así como muestran estos visitantes de Oriente, quienes, después de encontrarlo, le entregan lo mejor de sí, como señal de lo mucho que valoran este acontecimiento en sus vidas.
¿En qué grupo nos encontramos nosotros?
Por cierto, para todos quienes queremos estar en este, que asimilamos a la actitud de los magos, es necesario tener presente que, de manera semejante a ellos, quien se encuentra de verdad con el Señor, no puede seguir después haciendo lo mismo de siempre, recordemos que ellos, una vez que «encontraron al niño con María, su madre», se postraron ante él para rendirle homenaje, le ofrecieron sus dones, y, finalmente, «volvieron a su tierra por otro camino». Nada podía ser igual después de aquello.

Que seamos también buscadores de la paz y el amor que trae tu paso entre nosotros, Señor, para que, luego, éstos nos lleven a homenajearte sirviendo a tus hermanos, nuestros hermanos, en tu nombre. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría, encontrar, amar y servir al Señor, de la manera que nos enseñó: haciéndolo con los demás,
Miguel

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