PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
23 de Abril de 2017
Domingo de la Segunda Semana de Pascua de Resurrección
Lecturas:
Hechos 2, 42-47 / Salmo 117, 2-4. 13-15. 22-24 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque
es eterno su amor! / Pedro 1, 3-9
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31
Al
atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las
puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos,
llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con
ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.»
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.»
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
«Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo […] nos hizo renacer, por la resurrección
de Jesucristo, a una esperanza viva» (2L), y eso,
sólo porque «es eterno su amor» (Sal). Esa esperanza se alimenta en la comunidad, no en la soledad, como le
ocurrió a Tomás (Ev) y luego se
manifiesta en fraternidad: «todos los creyentes se mantenían unidos y ponían
lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero
entre ellos, según las necesidades de cada uno […] comían juntos con
alegría y sencillez de corazón» (1L).
Al grupo de los discípulos, aún encerrados
por temor a lo que habían vivido sólo una semana antes, aquel día en que sus
expectativas se derrumbaron al ver crucificado a su amigo y Maestro; a ellos,
el Señor alienta y otorga su paz; a estos, juntos, los mismos que lo habían
negado y habían huido recientemente, ante los violentos acontecimientos que le
tocó vivir, les demuestra que no pierde la esperanza y les confirma su
confianza, enviándolos a seguir la misión; a este equipo de personas, con todas
sus falencias, pero también con sus capacidades –tan humanos como eran-, les
infunde la fuerza de su propio Espíritu para que se reconciliaran consigo y con
los demás, para, de esa manera, poder continuar la tarea del Reino del amor que
habían comenzado cuando él recorría los caminos junto a ellos.
Pero Tomás se perdió todo eso por estar
alejado de la comunidad.
Sólo cuando volvió a reunirse con sus
hermanos, pudo tener la experiencia del Resucitado, que le ayudó a vencer sus
amarguras y dudas.
Es necesario comprender que la comunidad es
el lugar privilegiado para que se manifieste el Señor.
Tal vez el anuncio de esa noticia (viviendo
la fe con alegría de esa manera) sería el gran aporte de los cristianos al
mundo de hoy. Porque los nuestros son tiempos de individualismo extremista, con
una fuerte expresión de egoísmo indiferente por lo que le suceda a los demás.
Esto porque debemos tener presente que El
Dios de la Vida y su enviado, el profeta de la misericordia, trabajan con otra
lógica: la del Reino y su justicia (Mt
6,33), la cual sólo puede realizarse cuando los
hombres y mujeres que habitamos este planeta dejamos de mirarnos como
competidores, para empezar a comportarnos como hermanos, hijos del mismo Padre
del Cielo, quien no nos creó para vivir aislados, porque, desde el principio le
pareció que «No conviene que el hombre esté solo» (Gn 2,18). Por todo lo
anterior, podríamos decir que la forma más adecuada de comportarse como hijos
suyos, seguidores de Jesús e inspirados por el Espíritu Santo, es trabajando
con otros, preocupados y ocupados de los otros, en comunión de vida, adoración
y servicio junto a todos quienes crean que el Resucitado «es el Mesías, el Hijo de Dios».
¡Qué manera más bella que esa puede haber de aportar
a que todos «tengan Vida en su Nombre»!
Que podamos vernos como creyentes en el Dios de la Vida, fe
que se manifiesta de manera preferencial en comunidad y saliendo del propio
egoísmo para servir a otros, a la manera tuya, Señor. Así sea.
Buscando con mucha Paz, Amor
y Alegría, crecer en la fe comunitaria, para vernos como hermanos de Jesús,
hijos del mismo Padre Dios,
Miguel
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