domingo, 9 de julio de 2017

Sembrados para producir bondad



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
16 de Julio de 2017
Domingo de la Décimo Quinta Semana Durante el Año

Lecturas:
Isaías 55, 10-11 / Salmo 64, 10-14 La semilla cayó en tierra fértil y dio fruto / Romanos 8, 18-23

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    13, 1-9 (versión breve)
     Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas.
    Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Mientras «la creación entera gime y sufre dolores de parto» (2L), la Palabra de Dios –nos dice Él-, «cumple la misión que yo le encomendé» (1L) «y las colinas se ciñen de alegría» (Sal). Eso ocurrió cada vez que los creyentes se hicieron «tierra buena y dieron fruto» (Ev): el fruto que se esperaría de hijos de Dios.
En el terreno de nuestro corazón
Todo el mundo nos habla. Todos quieren convencernos de algo, para bien, para mal o hasta para lo intrascendente...
¿Quién tiene más ventaja en esta “competencia” por nuestra atención?
Claramente, quien demuestra más coherencia entre lo dicho y lo hecho.
En el evangelio encontramos muchas ocasiones en que la gente se acerca a escuchar a Jesús, como en este caso, en que debido a que «una gran multitud se reunió junto a Él», tuvo que solicitar una barca a sus hermanos pescadores para aprovechar la acústica del anfiteatro natural de la bahía y así tener mayores facilidades para contarles del proyecto del Reino de Dios.
Sus admirados compatriotas decían de él: «Nadie habló jamás como este hombre» (Jn 7,46; cf. Mc 1,22) y hasta sus adversarios eran capaces de reconocerle: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios» (Lc 20,21)
Recordemos algunas enseñanzas suyas: «Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos […] Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto» (Mt 6,5-6) y sus discípulos nos cuentan que «él se retiraba a lugares desiertos para orar» (Lc 5,16)
También advirtió: «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen» (Mt 6,19) y en otro momento contó de sí mismo: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8,20)
Instó a sus seguidores: «Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt 6,33) y el evangelista narra que hubo una vez en que, en un pueblo, «cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”» (Lc 4,42-43)
Y todos recordamos una de sus enseñanzas más difíciles: «Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores» (Mt 5,44); también, que, después, desde la cruz injusta de su suplicio, fue capaz de orar: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34)
Pues bien, su mandato final, su Palabra-semilla para nosotros fue: «Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes […] Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros» (Lc 13,14-15. 34)
Jesús, el sembrador del mensaje de alegría y de amor que el Padre Dios quiere transmitirnos, primero con su propio ejemplo y, luego por medio de quienes se han mostrado como sus discípulos, ha estado esparciendo generosamente la semilla de la Buena Noticia durante ya veinte siglos, ¿qué terreno la ha recibido, qué frutos ha producido?

Nosotros, por ejemplo, quienes tenemos oídos para oír y un corazón inspirado por el Espíritu del Señor para impulsarnos, ¿qué hemos hecho con esa semilla que él mismo sembró en nuestra vida? ¿Nos la ha arrebatado el demonio del consumismo egoísta e indiferente de lo que le suceda a los demás?
¿Le hemos permitido que sucumba entre temores, supersticiones e ignorancias?
¿La hemos ahogado, sumándonos al exitismo materialista y competitivo que nos rodea?
¿O le permitimos que pueda dar los frutos de vida, esperanza, paz, alegría y bondad que seamos capaces de producir: «ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno»?

Que vayamos abonando la “tierra” de nuestro corazón, personal y comunitario, con apertura al Espíritu y oración, de tal manera de poder acoger tu Palabra de amor y servicio por y para todos, Señor. Así sea.

Buscando con mucha Paz, Amor y Alegría, dar los frutos que se esperan del contacto con la Palabra de Dios,
Miguel

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