PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
1 de Octubre de 2017
Domingo de la Vigésima Sexta Semana Durante el Año
Lecturas:
Ezequiel 18, 24-28 / Salmo 24, 4-9 Acuérdate, Señor, de tu compasión / Filipenses 2, 1-11
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 28-32
Jesús dijo a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
«El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».
«¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
«El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».
Palabra del Señor.
MEDITACION
Afirma el Maestro, ante las principales autoridades religiosas de su
pueblo, que «los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al
Reino de Dios» (Ev). Eso se debe a que «el Señor es bondadoso
y recto: por eso muestra el camino a los extraviados» (Sal), que son los
sencillos, y los invita (y nos invita) a que «Vivan con los mismos
sentimientos que hay en Cristo Jesús. Él, que era de condición divina […]
se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (2L). Y si él mismo
se hizo el más humilde de todos, corresponde que todo aquel que, siguiendo sus
pasos, si «ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que
había cometido […] seguramente vivirá» (1L) en la alegría
del Reino.
No importa tanto lo que decimos
De las cosas que sabemos acerca del tiempo en
que vivió Jesús, es necesario recordar que, antes de comenzar su ministerio,
surgió la figura de Juan Bautista, reconocido como un gran profeta por su
pueblo, porque, en palabras del Maestro, él «vino a ustedes por el camino de la justicia». Y, algo importante al respecto es que, quienes fueron impactados por
él, y acogieron mejor su prédica de conversión, se encontraban entre los más
pobres, los más humildes y los que eran despreciados de entre los suyos.
Eso ocurría -y ocurre- debido a que quienes
siempre han sido considerados lo peor de la sociedad, suelen ser más humildes
y, en su sencillez, tienen mejor disposición a recibir el mensaje del Dios del
cielo.
En cambio, a aquellos que se sienten “dueños”
de lo sagrado, les es muy difícil abrir el corazón a las novedades que el
Espíritu de Dios va suscitando en la historia. A estos últimos, especialmente «a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo», les dedica esta parábola
Jesús.
Porque también con él ocurrió que fueron los
marginados de la sociedad, entre quienes estaban «los publicanos y las prostitutas», los que eran considerados lo peor
de lo peor -y no aquellos-, quienes acogieron con alegría su mensaje y sus
gestos de misericordia, vislumbrando esperanzados que provenían del Señor del
cielo.
Entonces, el Maestro acusa a las autoridades
de su pueblo de estar dispuestos a decirle teóricamente que sí a Dios siempre,
pero, en la práctica, negarse a su acción, cuando ésta, como suele suceder,
incomodara sus privilegios y su rutina religiosa.
Todo lo contrario ocurre con los que parecen
encarnar el no a Dios: no religiosos, no teólogos, no conocedores de la maraña
de normas con que organizamos nuestras creencias… Y, sin embargo, en lo que
toca a vivir los principios humanos: solidaridad, fraternidad, ternura, es
decir, lo verdaderamente importante, según la enseñanza del Hijo de Dios, ellos
sí cumplen su voluntad. Y lo hacen, como sabemos, con alegría, no como una
obligación pesada. Es decir, como hijos amados, no como empleados que obedecen
órdenes, «porque Dios ama al que da con alegría» (1 Cor 2,9).
¿Cómo sabemos que esto es lo más importante
si no se parece a lo que nos dicen los que “saben” de estas cosas? Porque,
entre muchas otras razones, nos enseña un seguidor suyo: «La religiosidad pura
y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los
huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el
mundo» (Stgo
1,27) y otro: «el que no practica la justicia no es de
Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano» (1 Jn 3,10).
La pregunta obvia para nosotros este día sería:
¿qué clase de hijos del Padre Dios somos?
¿Estaremos, acaso, más cerca de los que
dicen, pero no hacen? O, para nuestro bien y el de todos quienes nos rodean,
¿nos acercamos más a hacer Su voluntad de amor, sin importar tanto lo que
hayamos dicho previamente?
Que nos inspiren los publicanos, las
prostitutas y todos aquellos que, pese a no ser bien considerados por los
privilegiados, intentan vivir humildemente de acuerdo a tu voluntad, Señor. Así
sea.
Buscando, con
mucha Paz, Amor y Alegría, aprender y vivir la coherencia entre la Palabra
Sagrada y lo que realizamos a diario,
Miguel
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