miércoles, 27 de septiembre de 2017

Las acciones demuestran en qué creemos



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
1 de Octubre de 2017
Domingo de la Vigésima Sexta Semana Durante el Año

Lecturas:
Ezequiel 18, 24-28 / Salmo 24, 4-9 Acuérdate, Señor, de tu compasión / Filipenses 2, 1-11

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  21, 28-32
    Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
    «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". Él respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue.
    ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
    «El primero», le respondieron.
    Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».

Palabra del Señor.

MEDITACION
Afirma el Maestro, ante las principales autoridades religiosas de su pueblo, que «los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios» (Ev). Eso se debe a que «el Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados» (Sal), que son los sencillos, y los invita (y nos invita) a que «Vivan con los mismos sentimientos que hay en Cristo Jesús. Él, que era de condición divina […] se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (2L). Y si él mismo se hizo el más humilde de todos, corresponde que todo aquel que, siguiendo sus pasos, si «ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido […] seguramente vivirá» (1L) en la alegría del Reino.
No importa tanto lo que decimos
De las cosas que sabemos acerca del tiempo en que vivió Jesús, es necesario recordar que, antes de comenzar su ministerio, surgió la figura de Juan Bautista, reconocido como un gran profeta por su pueblo, porque, en palabras del Maestro, él «vino a ustedes por el camino de la justicia». Y, algo importante al respecto es que, quienes fueron impactados por él, y acogieron mejor su prédica de conversión, se encontraban entre los más pobres, los más humildes y los que eran despreciados de entre los suyos.
Eso ocurría -y ocurre- debido a que quienes siempre han sido considerados lo peor de la sociedad, suelen ser más humildes y, en su sencillez, tienen mejor disposición a recibir el mensaje del Dios del cielo.
En cambio, a aquellos que se sienten “dueños” de lo sagrado, les es muy difícil abrir el corazón a las novedades que el Espíritu de Dios va suscitando en la historia. A estos últimos, especialmente «a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les dedica esta parábola Jesús.
Porque también con él ocurrió que fueron los marginados de la sociedad, entre quienes estaban «los publicanos y las prostitutas», los que eran considerados lo peor de lo peor -y no aquellos-, quienes acogieron con alegría su mensaje y sus gestos de misericordia, vislumbrando esperanzados que provenían del Señor del cielo.
Entonces, el Maestro acusa a las autoridades de su pueblo de estar dispuestos a decirle teóricamente que sí a Dios siempre, pero, en la práctica, negarse a su acción, cuando ésta, como suele suceder, incomodara sus privilegios y su rutina religiosa.
Todo lo contrario ocurre con los que parecen encarnar el no a Dios: no religiosos, no teólogos, no conocedores de la maraña de normas con que organizamos nuestras creencias… Y, sin embargo, en lo que toca a vivir los principios humanos: solidaridad, fraternidad, ternura, es decir, lo verdaderamente importante, según la enseñanza del Hijo de Dios, ellos sí cumplen su voluntad. Y lo hacen, como sabemos, con alegría, no como una obligación pesada. Es decir, como hijos amados, no como empleados que obedecen órdenes, «porque Dios ama al que da con alegría» (1 Cor 2,9).

¿Cómo sabemos que esto es lo más importante si no se parece a lo que nos dicen los que “saben” de estas cosas? Porque, entre muchas otras razones, nos enseña un seguidor suyo: «La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo» (Stgo 1,27) y otro: «el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano» (1 Jn 3,10).
La pregunta obvia para nosotros este día sería: ¿qué clase de hijos del Padre Dios somos?
¿Estaremos, acaso, más cerca de los que dicen, pero no hacen? O, para nuestro bien y el de todos quienes nos rodean, ¿nos acercamos más a hacer Su voluntad de amor, sin importar tanto lo que hayamos dicho previamente?

Que nos inspiren los publicanos, las prostitutas y todos aquellos que, pese a no ser bien considerados por los privilegiados, intentan vivir humildemente de acuerdo a tu voluntad, Señor. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, aprender y vivir la coherencia entre la Palabra Sagrada y lo que realizamos a diario,
Miguel

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