miércoles, 4 de octubre de 2017

¿Quiénes son Pueblo de Dios?



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
8 de Octubre de 2017
Domingo de la Vigésima Séptima Semana Durante el Año

Lecturas:
Isaías 5, 1-7 / Salmo 79, 9. 12-16. 19-20 La viña del Señor es su pueblo / Filipenses 4, 6-9

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  21, 33-46
    Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
    «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
    Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.
    Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo." Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
    Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?»
    Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo».
    Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras:
        "La piedra que los constructores rechazaron
        ha llegado a ser la piedra angular:
        esta es la obra del Señor,
        admirable a nuestros ojos?"
    Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos».
    Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Nos dice el profeta acerca de la relación del Señor con su pueblo: «¡Él esperó de ellos equidad, y hay efusión de sangre; esperó justicia, y hay gritos de angustia!» (1L). Porque era un pueblo que rogaba: «que brille tu rostro y seremos salvados» (Sal), pero que no trabajaba para que esa salvación llegase a todos. Debido a eso, el Hijo anuncia a las autoridades: «el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos» (Ev). ¿Cómo se producen esos frutos? «todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos» (2L). Y poner ese pensamiento en acción es construir el Reino.
No dónde se nace, sino cómo se vive
Una vez más, Jesús utiliza una viña en sus parábolas para enseñar.
Esto se debe a que la vid es una imagen muy querida por su pueblo, porque en su territorio más bien árido, es un fruto que se da bastante bien, además de ser considerada, como por muchos otros, una bendición por ser el origen de «el vino que alegra el corazón del hombre» (Sal 104,15).
Veamos algunos de sus simbolismos: la alegría de la vendimia era paradigmática (ls 16,10); reposar a la sombra de la propia viña era símbolo de alegría, paz y abundancia (Miq 4,4; Zac 3,10); y poseer una era símbolo de seguridad, prosperidad y bendición (ls 65,19-21)
Y, por último, el trabajo que ésta daba y la posibilidad de obtener buenos frutos de ella, la hacían una imagen adecuada acerca de la relación de Israel con Dios. Y así fue utilizada innumerables veces en la Biblia (cf. Sal 80,9-16; Jer 2,20-21).
Y de la misma manera la usa el Maestro.
Dice un profeta: «Mi amigo tenía una viña en una loma fértil. La cavó, la limpió de piedras y la plantó con cepas escogidas […] Él esperaba que diera uvas, pero dio frutos agrios […] ¿Qué más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? […] Porque la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son su plantación predilecta. ¡Él esperó de ellos equidad, y hay efusión de sangre; esperó justicia, y hay gritos de angustia!» (Is 5,1-2. 7)

Por eso, para los auditores de Jesús, que eran en esta ocasión «los sumos sacerdotes y los fariseos», fue tan claro el significado de esta parábola y «comprendieron que se refería a ellos»
Entendieron bien que el propietario es Dios; los viñadores que arriendan la viña representan a su pueblo; los servidores enviados son los profetas; y el hijo del dueño es él mismo.
Entonces, con esta parábola les estaba advirtiendo que era capaz de reconocer que llegarían hasta el extremo de la violencia por rechazar su mensaje y su misión, tal cual sucedió, como bien sabemos.
Pero también ocurrió lo que anticipaba su parábola profética: «el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos»
La pregunta es: ¿seremos nosotros, los cristianos, ese pueblo que produce frutos de equidad y justicia como reclamaba Isaías?
Cada quien tendrá su apreciación al respecto, pero, ya que estamos en esto, valdría el preguntarnos: ¿cuál sería mi aporte para que esos frutos del Reino estén llegando a quienes el Dios de la Justicia y la Vida quisiese que le llegasen: a todos sus hijos, comenzando por los más desfavorecidos de nuestra sociedad?

Que no se nos olvide nunca que, según tus enseñanzas, Señor, el pueblo de Dios es el que da frutos de justicia y equidad, y no quienes utilizan vanamente denominaciones religiosas. Y que, luego, actuemos en consecuencia. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, crecer en actitudes justas y crear equidad por la vida de nuestros hermanos,
Miguel

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