PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
5 de Noviembre de 2017
Domingo de la Trigésima Primera Semana Durante el Año
Lecturas:
Malaquías 1, 14—2, 2. 8-10 / Salmo 130, 1-3 Señor, guarda mi alma en la paz junto a ti / Tesalonicenses 1, 5; 2, 7-9. 13
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 23, 1-12
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar «mi maestro» por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar «maestro», porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco «doctores», porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será elevado.
Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar «mi maestro» por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar «maestro», porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco «doctores», porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será elevado.
Palabra
del Señor.
MEDITACION
A nuestro Maestro, como sabemos, le molesta la hipocresía religiosa,
como la de los escribas y fariseos, muy sabios, pero que, sin embargo, «No hacen
lo que dicen» (Ev), aprovechándose de los más humildes, pero es
que «¿No
tenemos todos un solo Padre? ¿No nos ha creado un solo Dios?» (1L). Sus seguidores debiésemos,
entonces, aprender a decir «Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor, ni mis
ojos se han vuelto altaneros» (Sal) y luego intentar
imitar a Jesús con la actitud del Apóstol: «deseábamos entregarles, no solamente la
Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida» (2L)
Nadie por sobre nadie.
Los escribas y fariseos eran personajes muy
estudiosos de lo más importante para la sociedad de Jesús: las Escrituras
Sagradas, que es la Palabra del Dios que acompañaba su historia como pueblo.
Ellos transmitían Su voluntad, “bajaban” a la
vida cotidiana lo que se debía hacer o no para “agradarlo”.
A eso se refiere Jesús cuando dice que «ocupan la cátedra de Moisés»: son los
sucesores del gran legislador.
Debido a eso, el Maestro no descalifica sus
conocimientos, sino que los reconoce como voz autorizada, por ser gente
preparada. Es así que enseña: «ustedes hagan y
cumplan todo lo que ellos les digan»…
Lo que él les cuestiona es la forma cómo
ocupan ese saber: «no hacen lo que dicen». Él observa en la generalidad de ellos que hay una incoherencia entre
lo que saben que es lo correcto y la forma cómo guían sus propias vidas. «Todo lo hacen para que los vean»… nada era para la mayor Gloria de Dios…
Pero, además, le molestaba de ellos que se
aprovecharan de la gente más humilde, los favoritos de Dios, aquellos que, por
los motivos que sean, no tenían sus conocimientos, pero sí una gran fe: ya que,
con su forma de interpretar los mandamientos, «atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás» y, a la vez, utilizan el reconocimiento que les da su saber para gozar
de privilegios: «les gusta ocupar los primeros
puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser
saludados en las plazas y oírse llamar “mi maestro” por la gente»
Teniendo todo esto presente enseña a los
suyos que no ensalcen a nadie (por muy sabio o inteligente que sea o parezca)
por sobre los demás, «porque no tienen más que un Maestro
y todos ustedes son hermanos».
Y, por cierto, que nadie, cualquiera sean los
dones que haya recibido, se llegue a creer superior que los demás y se haga
tratar como tal, ya que las capacidades que cada quien tenga han sido recibidas
de Dios para el bien de la comunidad (1 Cor 12,7).
Por eso «que el más grande de
entre ustedes se haga servidor de los otros», como el distintivo de que somos seguidores de Jesús.
De hecho, así lo vivieron sus primeros
discípulos.
Un par de ejemplos-recordatorios: después de
la Resurrección del Señor, ya Pedro era considerado como un hombre de Dios. Es
así que un militar romano lo invita para escuchar su mensaje y sucede lo
siguiente: «Cuando Pedro entró, Cornelio fue a su encuentro y se postró a sus
pies. Pero Pedro lo hizo levantar, diciéndole: “Levántate, porque yo no soy más
que un hombre”» (Hch 10,25-26).
Otro: el gran apóstol misionero Pablo
recuerda su forma de compartir la Buena Noticia «la predicamos, procurando
agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones.
Ustedes
saben –y Dios es testigo de ello– que nunca hemos tenido palabras de adulación,
ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. Tampoco hemos ambicionado el reconocimiento
de los hombres, ni de ustedes ni de nadie, si bien, como Apóstoles de Cristo,
teníamos el derecho de hacernos valer», agregando después que tampoco se
dejaron mantener por la comunidad «Recuerden, hermanos, nuestro trabajo y
nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena Noticia de Dios, trabajábamos día
y noche para no serles una carga» (1
Tes 2,4-7. 9).
Entonces, si hemos perdido el rumbo de esta
manera semejante a la de los escribas y fariseos, y es uno de los motivos por
los que el cristianismo carece hoy de credibilidad, siempre será momento de
volver al camino correcto: el que nos muestra con su palabra y su propio
ejemplo nuestro Maestro.
Que no olvidemos que
somos seguidores de quien no vino a ser servido, sino a servir, que fue la
forma que escogiste, Señor, de enseñarnos cómo se vive en sintonía con el Padre
Dios. Así sea.
Buscando, con
mucha Paz, Amor y Alegría, amar y servir cada vez que nos sea posible, cada vez
que se nos requiera, cada vez que notemos que alguien lo necesite,
Miguel
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