miércoles, 6 de diciembre de 2017

Tras Jesús, por el camino de Juan



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
10 de Diciembre de 2017
Domingo de la Segunda Semana de Adviento

Lecturas:
Isaías 40, 1-5. 9-11 / Salmo 84, 9-14 Muéstranos, Señor, tu misericordia / Pedro 3, 8-14

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     1, 1-8
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»
Palabra del Señor.

MEDITACION
Es tiempo de esperanza, de creer que aún en medio de las realidades más duras de la vida es posible un futuro mejor. Así, quien sea creyente se caracterizará porque «La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos» (Sal), y, con ese auxilio divino, buscará responder a los llamados: «Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos» (Ev) y «¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!» (1L), que es la manera correcta de vivir el Adviento, no en cómoda quietud, sino, «esperando y acelerando la venida del Día del Señor» (2L).
Un modelo fecundo.
En una ajustada síntesis, Marcos, en el texto del evangelio, tiene la habilidad de presentar al gran profeta Juan, precursor de Jesús, y, a la vez, hacer una especie de retrato ideal acerca de las características deseables en los creyentes, hombres y mujeres discípulos de aquel que es el «Mesías, Hijo de Dios».
Porque todos quienes nos decimos cristianos (es decir, seguidores del “Mesías”, en hebreo o “Cristo” en griego), hemos sido enviados por delante del Señor para prepararle el camino a los corazones de nuestros hermanos de humanidad.
O ¿de qué otra manera hubiésemos tenido nosotros la posibilidad de haberlo conocido y, después, poder decidir seguirlo (con mayor o menor fidelidad: ese es otro tema), si no fuese porque alguien, previamente, con sus palabras y sus obras, nos lo dio a conocer?
Y, desde otro ángulo, ¿qué otra posibilidad tendrían aquellos que no lo conocen -o lo conocen mal- para poder sentir la alegría de encontrarlo en sus vidas, si es que no llegamos sus mensajeros, primero, para allanarle los senderos?
Ahora, ¿qué esperaría el Señor que hiciésemos y dijésemos en esa misión de mensajeros suyos que se nos encarga?
En cuanto al hacer, -que es tan importante como el decir-, es necesario tener cuidado con la forma cómo nos presentamos: se trata que no haya distractores, especialmente aquellos que compra el dinero, para que el mensaje llegue limpio, con la conciencia que portamos un tesoro (el amor y la misericordia infinitos de Dios), en vasijas de barro (nuestras modestas capacidades; cf. 2 Cor 4,7), de tal manera que, como el Bautista, vayamos vestidos sencillamente, alimentándonos frugalmente, y con la certeza que -cualquiera que sea el aporte personal que hagamos-, nunca será como para ser «siquiera […] digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias»
Ahora, en lo que respecta al mensaje verbal: debiese ser, tal como leemos en este fragmento, el
llamado a la «conversión para el perdón de los pecados». O, dicho en un lenguaje más comprensible para nuestros tiempos, que si queremos mejorar nuestras existencias y que el mundo sea mejor -o que vaya creciendo el Reino de Dios entre nosotros, que es otra forma de resumirlo-, la invitación del Señor es a cambiar (convertir) la forma de relacionarnos entre nosotros y con nuestro planeta: aprendiendo a perdonarnos unos a otros y también teniendo misericordia con la Tierra, a la que tanto hemos maltratado.
Por lo tanto, aquellos que, cada vez más y cada vez mejor, sean fieles a la misión encomendada, estarán demostrando que no fueron bautizados sólo con agua, la que pronto se evapora y casi tan rápido como eso, se olvida, sino «con el Espíritu Santo», fuego poderoso y transformador que viene directamente de Dios, para ser nuestra fuerza y valentía ante las dificultades que la vida de fe trae a todos aquellos que se la toman en serio.

Que nuestra conversión a los caminos del Reino, unidos y acompañadores de otros, sea el inicio de la Buena Noticia del Dios Vivo, que eres tú, Señor, presente y actuante entre nosotros hoy y siempre. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, seguir los caminos de la Justicia y la Reconciliación, es decir, los caminos del Señor.
Miguel

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