miércoles, 3 de enero de 2018

Volviendo por otros caminos



PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
7 de Enero de 2018
La Epifanía del Señor

Lecturas:
Isaías 60, 1-6 / Salmo 71, 1-2. 7-8. 10-13 ¡Pueblos de la tierra alaben al Señor! / Efesios 3, 2-6

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     2, 1-12
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo.»
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel".»
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje.»
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.

MEDITACION
Algo que nos «ha sido revelado por medio del Espíritu» (2L) es que «las tinieblas cubren la tierra y una densa oscuridad, a las naciones, pero sobre ti brillará el Señor» (1L), especialmente si eres o te haces solidario con los más pequeños, «porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes» (Sal), gracias a que nos ha nacido «el Pastor de mi pueblo» (Ev), nuestro Maestro y Señor, Jesús, a quien intentamos seguir en su ejemplo y sus palabras.
Repetir es de robots, no de pensantes
Dicen que el sabio Einstein habría afirmado que si alguien busca conseguir resultados nuevos, no debe repetir los métodos que le han llevado siempre a las mismas conclusiones que se quieren superar.
Parece una perogrullada, pero la experiencia nos muestra que, como también indica un aforismo: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”… y, pese a los malos resultados, repetimos permanentemente.
Hoy vivimos –como todos sabemos, porque vemos a diario las evidencias- un tiempo de crisis de fe, no sólo religiosa, por cierto, sino una más profunda: en las instituciones y hasta en los demás.
Y, sin embargo, nosotros, los creyentes, en lo que respecta a nuestra relación como tales ante el mundo, seguimos haciendo lo mismo de siempre.
¿Será posible que no tengamos claro cuál es la novedad que podemos ofrecerle al mundo? O, en términos más propios del Evangelio, ¿habremos olvidado qué Buena Noticia podemos darle ante tanta incredulidad que nos rodea?: Dios es un Padre que los ama a todos y cada uno, sin excepción y sin preferencias de unos por otros.
Pero, para que nuestro mensaje sea efectivo y no sigamos perdiendo el tiempo buscando convencer a los ya convencidos (!), hay que tener nuevas actitudes, porque las que acostumbramos, -casi exclusivamente dedicadas a nosotros mismos-, no ayudan a que les llegue ese anuncio del Reino de amor del Padre Dios a quienes tanto lo necesitan.
Antes que todo, entonces, para mejorar nuestra efectividad, hay que estar abiertos nosotros mismos, en primer lugar, a las novedades: esperarlas, anhelarlas… como los magos de Oriente, que buscaban señales en el cielo y, por eso, pudieron tuvieron la oportunidad de encontrarlo.
Porque, si vamos a “ceremonias”, en vez de celebrar la liturgia; porque, si sólo rezamos (es decir, repetimos sin saber qué decimos), en lugar de hacer más oración (es decir, hablar de nuestras cosas con el Dios Vivo, porque sabemos que realmente nos escucha); porque, si al ver a los necesitados, nos da lástima y sólo rezamos (cf. Stg 2,15-16), como solemos hacer, en vez de intentar dar algunos pasos que puedan aliviar de alguna manera sus padeceres; porque, en fin, si repetimos esas cosas que siempre hemos hecho, nadie se convence de encontrar nada valioso de nuestra parte, porque… no nos ven hacer nada bueno (que sirva) en nuestra forma de vivir nuestras creencias.
Además, así como fue en las Escrituras (cf. Miq 5,1) donde los especialistas buscaron y encontraron la respuesta a la inquietud que traían los extranjeros, también sería necesario -y es un requisito para entender todo esto- fortalecer nuestra amistad con la Biblia (leerla, estudiarla, compartirla en comunidad).
Pero si apenas la conocemos nosotros, ¿qué novedad-respuesta sobre la Palabra de Dios podríamos dar? No se puede dar aquello que no se tiene, ni dar a conocer lo que se ignora.
Otro aspecto que podríamos aprender de este relato es que, si bien hay que respetar a las autoridades terrenas -como los magos que se dirigieron primero al rey vigente-, sin embargo, sólo ante el verdadero Rey, señalado por el cielo, se postraron.

¿Será posible que muchas veces nosotros actuemos al revés?
O, al menos, que a la gente le parezca ver a los cristianos más preocupados de agradar a los poderosos que de servir a los débiles, como correspondería, ya que es con ellos con quienes siempre se ha identificado nuestro Dios, tanto que acá se lo reconoce, porque «encontraron al niño con María, su madre», ¡qué imagen más frágil se podría alguien imaginar!
Como sea, algo que nunca nos podría suceder es haber tenido un encuentro con el Señor (en el pobre, en el necesitado de cariño, en el desamparado de todo tipo) y seguir siendo los mismos, porque eso significaría que no ha sido un auténtico encuentro con Él.
Finalmente, siempre hay que imitar a los magos, los que, después de su extraordinaria experiencia, no siguieron iguales, sino que «volvieron a su tierra por otro camino».
Comienza un nuevo año, ¿qué tal si lo empezamos haciéndonos el propósito de variar lo de siempre y regalar buenas nuevas más humanas: más amabilidad, más servicio, más esperanza para todos?

Que podamos encontrarnos y reencontrarnos una y otra vez con la novedad del Dios con Nosotros y que eso signifique novedades en nuestra vida y en nuestra relación con los demás, Señor. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, renovar la fe, renovar la vida, para que crezca la esperanza en el mundo,
Miguel

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