miércoles, 28 de marzo de 2018

El efecto de la Resurrección en quienes creen


PREPAREMOS EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
1 de Abril de 2018
Domingo de Pascua de Resurrección

Lecturas:
Hechos 10, 34.37-43 / Salmo 117, 1-2. 16-17. 22-23 Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él / Colosenses 3, 1-4

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  20, 1-9
    El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
    Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Este es el gran día de la victoria definitiva contra lo que parecía definitivo: la muerte. «Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos» (Sal). Y la “prueba” que tenemos de esto es el sepulcro vacío, porque «según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos» (Ev). La otra prueba es el testimonio de los creyentes: «Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara […] a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. […] Y nos envió a predicar al pueblo» (1L). Este es, además, un gran día para nosotros, porque conlleva una promesa: «Ya que ustedes han resucitado con Cristo […] ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria» (2 L). ¿Mostraremos nuestra alegría o permitiremos que quienes nos rodean vean en nosotros que es sólo un día más?
Algo debiese cambiar en nosotros después de este acontecimiento…
Esta semana, para ayudarnos a meditar este evangelio, utilizaremos el muy buen texto publicado por el Servicio Bíblico Latinoamericano, en la página www.servicioskoinonia.org
El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. «Todavía estaba oscuro», subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al «otro discípulo». Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.
La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos –antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados– para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.
La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el “ajusticiamiento” de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.
Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del “Resucitado” lo logró.

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.
Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección.

Que podamos tener una experiencia similar a la de tus discípulos ante la misma realidad, Señor: tu resurrección, de tal manera que crezcamos en fe, fraternidad, esperanza, solidaridad y todos esos regalos de Dios que se confirmaron con tu triunfo sobre la muerte. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, ser testigos vivos de la Resurrección, mostrando los efectos resucitados y resucitadores que se producen en y desde nosotros,
Miguel

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