PREPAREMOS
EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
25 de Marzo de 2018
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
Lecturas
de la Misa:
Isaías 50, 4-7 / Salmo 21, 8-9. 17-20. 23-24 Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? / Filipenses 2, 6-11 / Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
11, 1-10
(de la Bendición de Ramos)
Cuando Jesús y los suyos se aproximaban a Jerusalén,
estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús
envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente
y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo
y tráiganlo.
Y si alguien les pregunta: “¿Qué están haciendo?”, respondan: "El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida"».
Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron.
Y si alguien les pregunta: “¿Qué están haciendo?”, respondan: "El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida"».
Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron.
Algunos de los que estaban
allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?». Ellos
respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó.
Entonces le llevaron el asno,
pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó.
Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo.
Los que iban delante y los que seguían a Jesús gritaban:
«¡Hosana!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo.
Los que iban delante y los que seguían a Jesús gritaban:
«¡Hosana!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito sea el Reino que ya
viene, el reino de nuestro padre David!
¡Hosana en las alturas!».
¡Hosana en las alturas!».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
En nuestra vida de fe, cada quien ha podido descubrir que «el mismo
Señor me ha dado una lengua de discípulo» (1L), el objetivo de
esto es que podamos decir: «Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos» (Sal), no sólo con
palabras, por cierto, sino con hechos que sean consecuentes con ese decir,
siguiendo el ejemplo de nuestro Maestro y Señor, quien demostró ser «el que
viene en nombre del Señor» (Ev), de tal manera que, pese a ser, según lo que
creemos, el mismo Hijo Único de Dios, «se anonadó a sí mismo, tomando la
condición de servidor» (2L). ¿Qué menos que buscar servir nosotros a
nuestros hermanos, también, debiese esperarse de nosotros?
Para poder mirarnos al espejo sin
remordimientos…
La celebración correspondiente a este día nos
propone dos evangelios: el que le dará comienzo, antes de la procesión de
entrada, el cual narra la llegada triunfal de Jesús a Jerusalén, y el que se
leerá más tarde en la Liturgia de la Palabra, uno que contiene el relato
extendido de la Pasión del Señor, en la versión de Marcos. Ambos, como veremos,
contrastando fuertemente uno con el otro.
Nosotros utilizaremos para nuestra meditación
el primero, pero sin olvidar el otro.
Los seres humanos, como habremos comprobado
más de una vez, somos extremadamente volubles; más aún si formamos parte de una
multitud; normalmente, en esos casos, nos dejaremos llevar por los actos o los
dichos de los más osados y/o exaltados.
Probablemente, muchos de los que, en el
primer evangelio, gritaban un día «¡Hosana!» a la semana
siguiente hacían coro al “¡Crucifícalo!”…
Recordemos que la actitud normal del Maestro era evitar ser proclamado
por las multitudes: «Jesús, sabiendo que querían
apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña» (Jn
6,15).
Más aún, ni siquiera permitía que se divulgase quién era y lo que hacía: «Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó
a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era
él» (Mc 1,34). Esto, porque conocía bien el corazón humano
(Lc 6,8; Jn 2,25), y sabía que si se los permitía, después le exigirían que actuase según
sus conceptos del Mesías y no según lo que él entendía que su Padre quería: no
un guerrero libertador con las armas, sino uno que liberase de las trabas que
nos hacen menos humanos, que es, precisamente, lo que nos hace construir
tiranías como el imperio romano que afectaba a su pueblo en ese momento de la historia.
A estas alturas de su vida, «sabiendo Jesús que
había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre» (Jn
13,1),
o, en otras palabras, de servir a los hijos amados por Él, hasta las últimas
consecuencias, es decir, hasta dar lo más precioso que tenemos los humanos: la
vida, y por amor (Jn 15,13), ya era el momento para que se desatasen las
contradicciones, por eso, esta vez sí autoriza que la multitud celebre su
entrada al centro político y religioso de su país.
Pero sería bajo sus términos, o, mejor dicho, bajo los designios del
Señor, dando instrucciones precisas a sus discípulos, para cumplir lo que había
anunciado su profeta: «Mira
que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado
sobre un asno, sobre la cría de un asna» (Zac 9,9).
La gente pudo no haber notado este decidor gesto del Maestro, que
demostraba que era “humilde” y se quedarán sólo con el “victorioso”, por lo que
es posible que se sintiesen defraudados o hasta traicionados viendo sus
acciones más cercanas a las del cordero que a las del león, como esperaban: «¡Bendito sea el Reino que ya viene, el
reino de nuestro padre David!».
Jesús cumpliría estas palabras, claro que sí, pero de una forma muy
distinta a la que ellos creían: el Reino llegaría, por cierto, pero uno que
naciera desde los corazones hacia el mundo, lo que significaría un cambio
profundo, el cual ha aportado a una humanidad más plena; la violencia, en
cambio, como ha demostrado la historia, sólo engendra más violencia y con ello,
amarguras y dolores que impiden que tengamos un mundo nuevo ni mejor.
Jesús, para quien el sí sólo significaba sí y
el no, claramente lo contrario (Mt
5,37), enseña que hay que ser coherentes en la
vida, asumiendo plena y conscientemente las consecuencias que esto nos traiga:
ya sea traiciones o negaciones por parte de nuestros más cercanos, o hasta
llegar a sufrir el castigo de los poderosos, porque, si tomamos nuestras
decisiones según lo que opinen otros, nunca podríamos tener un rumbo fijo,
debido a que, como está dicho, los pensamientos varían impredeciblemente y un
día haríamos una cosa, para al siguiente realizar la contraria.
¿Qué clase de opinión tendríamos sobre
nosotros mismos si nos dejásemos conducir de esa manera?
Que nuestra entrada a esta Semana Sagrada nos
lleve a revisar nuestras opciones y nuestra coherencia de vida, según tu
ejemplo, Señor, hasta que esto se nos haga práctica permanente. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, llevar una
vida que sea consecuente con las enseñanzas del Señor, las cuales conocemos por
sus palabras y también por la coherencia que éstas tenían con sus gestos,
Miguel
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