PREPAREMOS
EL PROXIMO DÍA DEL SEÑOR
18 de Marzo de 2018
Domingo de la Quinta Semana de Cuaresma
Lecturas:
Jeremías 31, 31-34 / Salmo 50, 3-4. 12-15 Crea en mí, Dios mío, un corazón puro / Hebreos 5, 7-9
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
12, 20-33
Había unos griegos que habían
subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Éstos se
acercaron a Felipe, de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver
a Jesús.» Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él
les respondió:
«Ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que
si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo;
pero si muere,
da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá;
y el que no está apegado a su vida en este mundo,
la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme
que me siga,
y donde Yo esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada.
¿Y qué diré:
"Padre, líbrame de esta hora"?
¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!»
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar.» La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.»
Jesús respondió:
«Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo,
ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí.»
«Ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que
si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo;
pero si muere,
da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá;
y el que no está apegado a su vida en este mundo,
la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme
que me siga,
y donde Yo esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada.
¿Y qué diré:
"Padre, líbrame de esta hora"?
¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!»
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar.» La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel.»
Jesús respondió:
«Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo,
ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Si somos honestos con nosotros mismos y con los demás, debiésemos hacer
nuestra la oración: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro» (Sal), para que Él
pueda cumplir en nosotros su promesa: «pondré mi Ley dentro de ellos, y la
escribiré en sus corazones» (1L) y, guiándonos por ella, podamos cambiar
nuestra forma de relacionarnos entre nosotros, para estar en condiciones de
aceptar la invitación del Señor: «El que quiera servirme que me siga, y
donde Yo esté, estará también mi servidor» (Ev), entendiendo que
servirlo es servir a los pequeños del mundo, que es con quienes él se
identifica. De esa manera nos hacemos parte de su misión: «llegó a ser causa
de salvación eterna» (2L), y nosotros podemos aportar en aquello.
¿O serviríamos más como alimento de las aves?
No es preciso ser experto en botánica o en
agricultura para saber que de una semilla de, por ejemplo, sandía, no se puede
esperar que germinen frutos de manzana… el dicho popular expresa: “no se le
pueden pedir peras al olmo”.
También cualquiera sabe que la semilla sólo
sirve si da fruto.
Pues bien, la semilla generosa de la vida
plena de Jesús, una vez caída en tierra y morir, dio mucho fruto: esperanza,
paz, alegría, multiplicación de amor… Los cuales perduran desde entonces hasta
ahora.
Es decir, demostró con su vida entregada
hasta el fin (Jn 13,1), y la respuesta poderosa de Dios a esto, su resurrección, que esa era
la forma en que se le saca real partido a la existencia: una Vida que
trasciende, no apegada a la vida en pequeño, de los propios gustos, placeres o egoísmos,
sino una Vida que se da y, por eso, se multiplica: una Vida eterna.
Probablemente la mayoría de nosotros no
tendrá nunca que entregar su vida a la muerte violenta. Pero eso no significa
que no debamos, una y otra vez, de una u otra manera, ir haciendo morir
semillas para que puedan dar frutos de Vida buena.
¿Algunos ejemplos?
Por cierto, los padres gastan mucho de su
vida -la entregan- por el bien de sus hijos: trabajando para darles un mejor
futuro y también para asegurar un buen presente mientras dependen de ellos; o
quitando tiempo al propio descanso cuando se trata de acompañarlos en una
enfermedad o simplemente en sus actividades sociales o escolares.
Padres así son semillas que, con mucha
certeza, darán buenos frutos en sus familias.
También conocemos de esos hermanos que,
muriendo a sus privilegios, comodidades, cansancios o legítimos intereses, han
sido y son semillas de amor por adultos mayores o niños abandonados, o por
mujeres violentadas, o por nuestra naturaleza brutalmente atacada o por los
muchos otros que, desgraciadamente, sufren en nuestro mundo egoísta e
indiferente y quienes, gracias a su “morir”, dan y darán fruto de mejor
comunidad, haciendo su contribución para que se cumpla la palabra del Maestro: «el Príncipe de este mundo
será arrojado afuera».
Nuestros tiempos están fuertemente marcados
por el miedo al compromiso, por el evitar asumir las consecuencias de nuestros
actos, por el temor a sufrir. Son tiempos de decir «Padre, líbrame de esta hora» y no «que se haga tu voluntad» (Mt 6,10), porque intuimos que esta nos sacará de nuestra zona de confort; nos
desestabilizará. Pero «¡Si para eso he llegado a esta hora!», para eso nos acogió y nos preparó el Padre Dios, al menos a quienes
decimos creer en su Hijo: no para seguir la marea anti-humana que recorre
nuestros tiempos, sino para, como nuestro Maestro y Señor, ir contra la
corriente, revalorizando el viejo principio de hacer lo correcto, no para
obtener algo, sino porque es lo que nuestra conciencia así nos lo dicta y Él
podrá decir de nosotros: «donde Yo esté, estará también mi servidor» (recordemos que al Señor se lo sirve en los necesitados, como enseñó
en Mt 25).
Ante el evangelio que se nos presenta este
día, y tomando en cuenta todo lo anterior, es necesario preguntarnos qué clase
de semilla somos y luego pensar, ¿qué tipo de fruto daremos cuando ésta muera:
qué recordarán y dirán de nosotros?
Jesús, tal como lo anunció, debido a la
entrega generosa de su vida, ha sido glorificado en el cielo y en la tierra. De
hecho, se dice que es un punto alto de la humanidad, aún por parte de quienes
no tienen fe en Él.
¿Qué se dice de los cristianos?
Que podamos atrevernos a hacer un cambio a
nuestra jerarquía de valores, aprendiendo a valorar la entrega generosa de vida
como forma de recuperar humanidad y de dar sentido a nuestra existencia, según
tu modelo, Señor. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, dar vida,
gastar la vida, compartir la vida, cada vez más y mejor, para descubrir para
qué vinimos al mundo,
Miguel
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