PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de Agosto de 2018
Domingo de la Vigésimo Primera Semana Durante el Año
Lecturas
de la Misa:
Josué 24, 1-2. 15-18 / Salmo 33, 2-3. 16-23 ¡Gusten y vean
qué bueno es el Señor! / Efesios 5, 21-33
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
6, 60-69
Después de escuchar la enseñanza de Jesús,
muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo?»
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos
murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando
vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida,
la carne de nada sirve.
Las palabras que les dije son Espíritu
y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no
creen».
En efecto, Jesús sabía desde el primer
momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie
puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde ese momento, muchos de sus discípulos
se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce:
«¿También ustedes quieren irse?»
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que
eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Si nos atrevemos a decir a Jesús: «Nosotros hemos creído y sabemos
que eres el Santo de Dios» (Ev), quienes tenemos el don de la fe, también
reconocemos que «Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia» (2L), la asamblea de
los creyentes. Porque, por intermedio suyo «el Señor, nuestro Dios […]
realizó ante nuestros ojos […] grandes prodigios» (1L). El efecto de
esto sería que, en agradecimiento, nuestra vida haga realidad para todos,
creyentes o no, que «El Señor está cerca del que sufre y salva a los que
están abatidos» (Sal).
Palabras y obras que guían hacia y adelantan
la eternidad.
La fe se prueba con hechos, porque cualquiera
puede decir que cree, pero –ya sabemos-, es requisito que la fe sea demostrada
por las obras que se realizan (Stg
2,14), ya que por los frutos se reconoce el tipo
de árbol (Lc 6,44).
Un test importante para conocer en qué
creemos es, precisamente, cuando toca la prueba, las dificultades; y, sobre
todo, cuando ésta nos exige aceptar lo que no nos acomoda o va contra lo que
acostumbramos a pensar, porque remece lo que creíamos. Que es lo que nos suele
ocurrir con las enseñanzas de nuestro Maestro de vida, Jesús, pese a que, como
él afirma: «Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero
hay entre ustedes algunos que no creen».
¿Quién podría no querer Espíritu y Vida para
su existencia?
Sin embargo, parece que nos apetece más
aferrarnos a lo que estamos acostumbrados, aunque sintamos o hasta tengamos la
certeza que es erróneo (cf. Rm 7,18-20): «la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la
luz, porque sus obras eran malas» (Jn
3,19).
Si repasamos los textos del capítulo 6 de
Juan que se nos han presentado durante los últimos Domingo, vemos que Jesús ha
estado insistiendo en la necesidad de asimilarlo en todo lo que él es: “comer
su carne y beber su sangre” ha dicho; es decir nos ha invitado a impregnarnos
de su ser completo y complejo (su forma de hacer y de sentir) hasta hacerlo
propio, individual y colectivamente o, en otras palabras, entrar en comunión
con él y con todos quienes estén en sintonía con su espíritu generoso y
misericordioso, ya que todos hemos sido invitados a comer del mismo pan.
Ante esto, la multitud que lo seguía le han
inquirido: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra
realizas?» (v. 30).
¿¡Necesitaban más signos y más obras!?
Porque había afirmado provenir del cielo «murmuraban
de él […] Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros
conocemos a su padre y a su madre» (v.
41-42).
¡Pero también deberían conocer y reconocer la
acción de Dios en su misión misericordiosa!
Además, «discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo
este hombre puede darnos a comer su carne?”» (v. 52), demostrando que
no podían desprenderse del sentido literal de sus palabras.
Terminaron respondiendo airados: «¡Es duro este
lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». Y tanto
se ofuscaron que «Desde ese momento,
muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo».
En esa situación de crisis
en su comunidad, el Maestro pregunta a sus más cercanos: «¿También ustedes quieren irse?».
Y, ya que entre nosotros
surgen las mismas dudas, nos sigue preguntando lo mismo a través de la
historia. Porque en esto nadie debe permanecer obligado; sólo quienes estén
convencidos de que no hay mejor forma de alimentar la propia vida que del
ejemplo luminoso de nuestro Señor.
Es decir, que si estamos
entre los que «hemos creído y sabemos que
eres el Santo de Dios», buscando hacer que nuestros gestos y acciones se
guíen por quien es el único que tiene «palabras
de Vida eterna», mostrando así que nos nutrimos de «el pan vivo bajado del
cielo» (Jn 6,51), podemos seguir usando el nombre de cristianos,
pese a las dificultades del tiempo presente, confiados en que Él (al contrario
de nuestra actitud) no abandona jamás.
Por eso, podemos afirmar
que «estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados»
(2 Cor 4,8-9) «¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene
del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal 121,1-2) y de su Hijo, que es el
Pan de Vida, para que tengamos la fuerza y la inspiración que nos permita
servir y amar de manera semejante a quien es «el Santo de Dios», a su Espíritu y su Vida.
Que podamos avanzar
por la vida comprendiendo que nada ni nadie nos evitará las dificultades, pero que
tampoco habrá algo que impida que tú, Señor, seas el auxilio de quienes estamos
íntimamente unidos a ti. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, confiar,
creer y ser fieles, para ayudar a que otros puedan confiar, creer y ser fieles
por una vida mejor,
Miguel
No hay comentarios:
Publicar un comentario