miércoles, 22 de agosto de 2018

Comunidades y personas alimentadas de Espíritu y Vida


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
26 de Agosto de 2018
Domingo de la Vigésimo Primera Semana Durante el Año

Lecturas de la Misa:
Josué 24, 1-2. 15-18 / Salmo 33, 2-3. 16-23 ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! / Efesios 5, 21-33

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  6, 60-69
    Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?»
    Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
        El Espíritu es el que da Vida,
        la carne de nada sirve.
        Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
    Pero hay entre ustedes algunos que no creen».
    En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
    Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
    Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.
    Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?»
    Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Si nos atrevemos a decir a Jesús: «Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios» (Ev), quienes tenemos el don de la fe, también reconocemos que «Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia» (2L), la asamblea de los creyentes. Porque, por intermedio suyo «el Señor, nuestro Dios […] realizó ante nuestros ojos […] grandes prodigios» (1L). El efecto de esto sería que, en agradecimiento, nuestra vida haga realidad para todos, creyentes o no, que «El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos» (Sal).
Palabras y obras que guían hacia y adelantan la eternidad.
La fe se prueba con hechos, porque cualquiera puede decir que cree, pero –ya sabemos-, es requisito que la fe sea demostrada por las obras que se realizan (Stg 2,14), ya que por los frutos se reconoce el tipo de árbol (Lc 6,44).
Un test importante para conocer en qué creemos es, precisamente, cuando toca la prueba, las dificultades; y, sobre todo, cuando ésta nos exige aceptar lo que no nos acomoda o va contra lo que acostumbramos a pensar, porque remece lo que creíamos. Que es lo que nos suele ocurrir con las enseñanzas de nuestro Maestro de vida, Jesús, pese a que, como él afirma: «Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen».
¿Quién podría no querer Espíritu y Vida para su existencia?
Sin embargo, parece que nos apetece más aferrarnos a lo que estamos acostumbrados, aunque sintamos o hasta tengamos la certeza que es erróneo (cf. Rm 7,18-20): «la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas» (Jn 3,19).
Si repasamos los textos del capítulo 6 de Juan que se nos han presentado durante los últimos Domingo, vemos que Jesús ha estado insistiendo en la necesidad de asimilarlo en todo lo que él es: “comer su carne y beber su sangre” ha dicho; es decir nos ha invitado a impregnarnos de su ser completo y complejo (su forma de hacer y de sentir) hasta hacerlo propio, individual y colectivamente o, en otras palabras, entrar en comunión con él y con todos quienes estén en sintonía con su espíritu generoso y misericordioso, ya que todos hemos sido invitados a comer del mismo pan.
Ante esto, la multitud que lo seguía le han inquirido: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?» (v. 30).
¿¡Necesitaban más signos y más obras!?
Porque había afirmado provenir del cielo «murmuraban de él […] Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre» (v. 41-42).
¡Pero también deberían conocer y reconocer la acción de Dios en su misión misericordiosa!
Además, «discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”» (v. 52), demostrando que no podían desprenderse del sentido literal de sus palabras.
Terminaron respondiendo airados: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?». Y tanto se ofuscaron que «Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo».
En esa situación de crisis en su comunidad, el Maestro pregunta a sus más cercanos: «¿También ustedes quieren irse?».

Y, ya que entre nosotros surgen las mismas dudas, nos sigue preguntando lo mismo a través de la historia. Porque en esto nadie debe permanecer obligado; sólo quienes estén convencidos de que no hay mejor forma de alimentar la propia vida que del ejemplo luminoso de nuestro Señor.
Es decir, que si estamos entre los que «hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios», buscando hacer que nuestros gestos y acciones se guíen por quien es el único que tiene «palabras de Vida eterna», mostrando así que nos nutrimos de «el pan vivo bajado del cielo» (Jn 6,51), podemos seguir usando el nombre de cristianos, pese a las dificultades del tiempo presente, confiados en que Él (al contrario de nuestra actitud) no abandona jamás.
Por eso, podemos afirmar que «estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados» (2 Cor 4,8-9) «¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Sal 121,1-2) y de su Hijo, que es el Pan de Vida, para que tengamos la fuerza y la inspiración que nos permita servir y amar de manera semejante a quien es «el Santo de Dios», a su Espíritu y su Vida.

Que podamos avanzar por la vida comprendiendo que nada ni nadie nos evitará las dificultades, pero que tampoco habrá algo que impida que tú, Señor, seas el auxilio de quienes estamos íntimamente unidos a ti. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, confiar, creer y ser fieles, para ayudar a que otros puedan confiar, creer y ser fieles por una vida mejor,
Miguel

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