PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
12 de Agosto de 2018
Domingo de la Décimo Novena Semana Durante el Año
Lecturas
de la Misa:
Proverbios 9, 1-6 / Salmo 33, 2-3. 10-15 ¡Gusten y vean
qué bueno es el Señor! / Efesios 5, 15-20
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
6, 41-51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque
había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es
Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede
decir ahora: "Yo he bajado del cielo?"»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que
me envió;
y Yo lo resucitaré en el
último día.
Está escrito en el libro de
los Profetas:
"Todos serán
instruidos por Dios".
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza,
viene a mí.
Nadie ha visto nunca al
Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree, tiene Vida
eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y
murieron.
Pero éste es el pan que
desciende del cielo,
para que aquél que lo coma
no muera.
Yo soy el pan vivo bajado
del cielo.
El que coma de este pan
vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida
del mundo».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Es necesario «que lo oigan los humildes y se alegren» (Sal), porque «todo
el que oyó al Padre y recibe su enseñanza» (Ev) sigue a Jesús de
esta manera: «sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a
los otros como Dios los ha perdonado en Cristo» (2L). Y para tener la
energía suficiente para lograrlo, Él mismo provee el alimento. Por eso «¡Levántate,
come, porque todavía te queda mucho por caminar!» (1L).
Porque es una luz para nuestro camino (Sal
119,105)
Seguimos en el ojo del huracán… ¿o seguimos
en el fondo de un abismo?. Como católicos estamos hablando, por cierto.
Casi a diario surgen nuevas acusaciones
contra personas con autoridad en nuestra Iglesia y no sabemos cómo reaccionar.
O al menos no tenemos una reacción coherente con lo que decimos creer.
Por cierto, no pretendemos tener LA
respuesta; estamos tan confundidos, dolidos y schockeados como todos.
Pero en esas situaciones un seguidor de Jesús
hace bien en buscar señales en la Palabra. Estas son las pistas que hemos
descubierto.
En primer lugar, nos parece que la limpieza
debiese comenzar desde adentro y no irnos enterando, y de esa manera ir siendo
golpeados permanentemente, por los medios de comunicación, sabiendo que «no hay
nada oculto que no se descubra algún día» (Lc 8,17). Además, para
que duela todo lo que tiene que doler, lo más pronto posible, de tal manera de
poder, posteriormente, comenzar a sanar lo que está enfermo (Prov 4,20-22).
Como sólo la verdad nos hará libres (Jn 8,32), debiésemos aprender a de ninguna manera justificar ni el más pequeño
abuso “por el bien de la institución”, para que llamemos los delitos por su
nombre: no son “errores” «todos los escándalos», ni personas equivocadas «los
que hicieron el mal» (Mt 13,41).
Otra actitud necesaria, a propósito de lo
anterior, es que quienes han abusado no busquen minimizar la situación, ni adoptar
la actitud de víctimas, sino que asuman sus acciones y, ojalá, se arrepientan y
pidan perdón honestamente, con la actitud de quien dice: «Padre, pequé contra
el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo» (Lc 15,21).
En cuanto a las víctimas, tampoco debiese
olvidársenos nunca que nuestro cariño, empatía y cercanía debe estar con los
que han sufrido, tal como vemos hacer tantas veces a Jesús, comprendiendo las
formas llenas de justificable ira con que se manifiesten. Y pedir perdón muchas
veces, tantas como sea necesario (Prov
28,13), por demasiados errores que colectivamente
hemos cometido y que han agravado lo que los acusados les provocaron.
Sobre esto último, como organización humana
debemos cambiar lo que nos ha llevado a esta situación: es preciso comprender
el “poder” entre nosotros como un servicio (Mc 9,35), no como un
sometimiento, por lo que no habría que endiosar a los clérigos ni permitir que
ellos se pongan por sobre los demás.
En cuanto a lo que nos toca a cada quien, sea
cual sea nuestra responsabilidad dentro de la Iglesia, revisar nuestras
actitudes, ya que casi todos podemos tener una pequeña parcela de
responsabilidad sobre otros que podríamos mal usar: aprender a ver la viga en
el propio ojo (Mt 7,4) y tener cuidado con la forma en que nos referimos a quien está en la
desgraciada situación de ser acusado.
En lo tocante a nuestra relación con el resto
de la sociedad, debiésemos decir nuestra opinión de una manera mucho más
humilde y ser mucho más misericordiosos con la forma en que juzgamos las
diversas situaciones que se presentan, porque con la misma medida (y a veces
más exigente aún) seremos medidos (Mt
7,2).
Jesús en el evangelio de este día está
hablando con gente de fe; creyentes en el Dios Único y Verdadero. Pero también
personas a las que se les hace imposible creer que ese Dios podía tener alguna
relación especial con él: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros
conocemos a su padre y a su madre».
Hoy muchos creen en Dios,
pero debido a nuestras actitudes también murmuran sobre nosotros y dicen que
nos conocen tanto que no nos pueden creer: nos han visto, nos conocen y el
nombre de cristianos nos pone una vara muy alta ante los ojos de los demás;
todavía hoy y a pesar (o a causa) de todo esto.
Para ayudarnos a ser más
coherentes es que Jesús nos ofrece alimentarnos de «el pan vivo bajado del cielo», del Señor, de sus palabras y de su
ejemplo, para que podamos hacerlo parte de nosotros y, de esa manera, nutrir
nuestro empeño por intentar hacer vida el Evangelio cada día, en cada
circunstancia, ante cada dificultad y cada desafío, en estos difíciles tiempos
y siempre.
Por todo ello es que es tan
bello que el grito de rebeldía de los laicos organizados ante todo esto sean las
palabras poéticas y proféticas de un sacerdote santo de nuestra Zona Sur de Santiago,
Esteban Gumucio: “¡No nos robarán la esperanza!”.
Que esta hora de prueba pueda hacernos
comprender en qué estamos y qué somos realmente, para buscar confrontarnos con
tu voluntad, Señor, y luego intentar hacer las conversiones necesarias en
nuestra vida. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, en lo bueno
y en lo malo, en todo tiempo y lugar buscar la guía de la Palabra del Señor,
Miguel
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