PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
7 de Octubre de
2018
Domingo de la
Vigésimo Séptima Semana Durante el Año
Lecturas
de la Misa:
Génesis 2, 4. 7. 18-24 / Salmo 127, 1-6 Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra
vida / Hebreos 2, 9-11
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
10, 2-16
Se acercaron
algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es
lícito al hombre divorciarse de su mujer?»
Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?»
Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella».
Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, "Dios los hizo varón y mujer". "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne". De manera que ya no son dos, "sino una sola carne". Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio».
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?»
Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella».
Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, "Dios los hizo varón y mujer". "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne". De manera que ya no son dos, "sino una sola carne". Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
Él les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio».
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él».
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Dice nuestro Maestro que «el Reino de Dios (o la alegría eterna)
pertenece a los que son como ellos (los niños)» (Ev): «serás feliz y todo te irá bien» (Sal). Una recomendación primordial para esto es que, como «no conviene
que el hombre esté solo» (1L), es mejor si, al igual que los niños, aprendemos a depender de otros y
a hacer las cosas en conjunto con ellos; todos, como hermanos que somos, entre
nosotros y nosotros del Señor, porque «el que santifica y los que son
santificados, tienen todos un mismo origen» (2L); todos hijos de Dios.
Invitados a ajustar criterios.
Cuando se trata de un seguidor del Señor
-quien entendía que las normas religiosas estaban hechas para el hombre y no al
revés (Mc 2,27)- para que esta antigua palabra tenga sentido en su presente, es
importante mirar el contexto en que fueron escritos los pasajes bíblicos y
buscar armonizar su texto con la realidad presente. Y con el amor
misericordioso de Dios de siempre.
En el caso que se le
presenta a Jesús este día, la ley era extremadamente clara: «Si un hombre se
casa con una mujer, pero después le toma aversión porque descubre en ella algo
que le desagrada, y por eso escribe un acta de divorcio, se la entregará y la
despedirá de su casa. Una vez que esté fuera de su casa, si la mujer se desposa
con otro y este último también la rechaza, escribe un acta de divorcio y la
despide, o bien muere, su primer marido no podrá volver a tomarla por esposa,
puesto que ella ha sido mancillada…» (Dt 24,1-4).
Era clara, pero, a la
vez, como podemos notar, era una ley extremadamente injusta con la mujer, ya
que ella no podía divorciarse de la misma forma.
Jesús estaba mucho más
cerca del corazón del Dios que inspiró la norma de Moisés –personaje a quien se
le atribuye haberla escrito-, por lo que se atreve a comentarla y trata de
orientar en la correcta comprensión de la relación entre el hombre y la mujer.
En su sociedad
machista, donde se denigraba y menospreciaba a la mujer, Jesús, entonces,
recuerda y proclama que en el plan del Creador ninguno es superior, sino que «los dos no
serán sino una sola carne».
Todo un cambio de visión:
profundo, revelador y revolucionario.
Y, continuando con su
fidelidad al mandato recibido por su Padre, también contra los criterios
dominantes de su época, él no está de acuerdo con que un Maestro como él no
debía “desperfilarse” perdiendo el tiempo con los niños.
Muy por el contrario,
él tenía presente el actuar histórico de Dios, el cual es de especial cercanía
a los sencillos de todo tipo. Es así que –recordemos-, para comenzar su plan de
amor en la historia humana, pudiendo escoger algún gran imperio, prefirió
elegir un pueblo de los más pequeños que había en su tiempo, el cual se
conocería como Israel; luego, para escoger al más importante de los reyes que
tuvo aquel pueblo, David, no tomó en cuenta a los otros muy preparados hijos de
Jesé, sino al menor de todos (1 Sam 16); y, más cercano a
nosotros aún, cuando necesitó un vientre para que fuese acogido su propio Hijo,
se lo pidió a una humilde niña de un pequeño poblado: María de Nazaret.
Tan de esa manera lo
comprende Jesús que, en su momento, «se estremeció de gozo, movido por el
Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por
haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a
los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido”» (Lc 10,21).
Por eso, la segunda
proclamación profética que se nos presenta en este evangelio es que no sólo los
niños no son un estorbo inútil, sino que «el Reino de Dios pertenece a los que son como
ellos».
Otro golpe rotundo a
la mentalidad de su época.
Entendemos, por lo
tanto, que Jesús es el amigo de las mujeres, los niños y de todo aquel que es
despreciado o marginado en su tiempo y hoy.
Los cristianos de
nuestro tiempo ¿podríamos decir lo mismo de nuestra forma de relacionarnos en
el mundo?
Una respuesta
positiva significaría que estamos siendo más fieles a quien es nuestro Camino,
Verdad y Vida (Jn
14,5).
En caso de que ésta
sea negativa, el desafío es claro: hay que seguir convirtiéndonos.
Que sepamos y podamos mirar a los demás con
ojos más parecidos a los tuyos, Señor, sin autosuficiencia, sino engrandeciéndolos
a todos, partiendo por los más humildes, con los que te identificas y a quienes
tanto ama el Padre Dios. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, crecer en
humildad, acercarnos a los pequeños y cuidar, proteger y clamar por todos los
sencillos, según la enseñanza recibida del Señor,
Miguel
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