miércoles, 17 de octubre de 2018

Un regalo para la humanidad


PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
21 de Octubre de 2018
Domingo de la Vigésimo Novena Semana Durante el Año

Lecturas de la Misa:
Isaías 53, 10-11 / Salmo 32, 4-5. 18-20. 22 Señor, que tu amor descienda sobre nosotros / Hebreos 4, 14-16

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     10, 35-45
    Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir».
    Él les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?»
    Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».
    Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que Yo recibiré?»
    «Podemos», le respondieron.
    Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo que Yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados».
    Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Palabra del Señor.

MEDITACIÓN                                                                                                             
Sabemos que nuestro Dios «ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor» (Sal). Pero ¿cómo hace Él concretamente esto hoy? Ocurre cada vez que uno de sus hijos, sale de su comodidad y «ofrece su vida [ya que entonces] la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él» (1L), siguiendo el modelo de Jesús que «fue sometido a las mismas pruebas que nosotros» (2L), para enseñarnos que el egoísmo puede ser vencido, y de esa manera busquemos hacernos como él «servidor de todos» (Ev).
Ser servidores de la Vida.
Nadie quiere servir; todos queremos ser servidos. Y ese es parte del drama de la humanidad.
Para obtener los beneficios que esperan (ser “servidos” como quisieran), el feminicida agrede a la mujer que no se le somete; el niño que hace bullying se impone violentamente sobre sus víctimas y, por medio del temor, sobre los demás; el sistema internacional se basa en un equilibrio delicado de fuerzas, donde los países con mayor poderío económico y militar imponen sus reglas a los demás; y «quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad».
El mundo es, triste y lamentablemente, de esta manera.
Pero para Jesús una cosa es clara al respecto y así debiese serlo también para quienes se digan seguidores suyos: «Entre ustedes no debe suceder así».
Así como en una meditación anterior criticábamos cierto afán por intentar entender los textos bíblicos literalmente, sin tomar en cuenta que fueron escritos en otra época y en otra cultura, de este debiésemos afirmar que acá sí que no hay forma de sacarle la vuelta a este mandato de nuestro Señor y Maestro; esto no es susceptible de interpretaciones: estas palabras se entienden de una sola forma ayer y hoy.
Cuando el catequista impone normas inconsultas y hasta abusivas a los catequizandos; cuando el coordinador parroquial o de una capilla exige que su criterio prime sólo como forma de respetar su antigüedad; cuando el sacerdote exige obediencia, porque él es el párroco o, simplemente, es el sacerdote… En fin, cuando un cristiano actúa de esas maneras, no lo está haciendo a la manera que enseñó Cristo: «el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos», pese a todo y pese a todos, incluidos nosotros mismos que no nos cuesta demasiado tentarnos con los reconocimientos y alabanzas que nos dan cuando ostentamos algún rango, o sea, cuando se nos pone en calidad de “primeros”.
Intentar vivir, cada vez más y cada vez mejor, según este desafío que nos plantea el Maestro, no sólo hace más coherente a quien se diga seguidor suyo, sino que es un signo evangelizador que siempre ha necesitado nuestro mundo, lleno desde siempre de poderosos insensibles a los demás y de comprensiones de “éxito” avasallando a otros.
Tan así es que el mismo Señor, Hijo de Dios, fue testigo en primer lugar de esta forma de relacionarse con los demás: «Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».

Entonces, para que nosotros, hoy, seamos parte de esta Buena Noticia para la humanidad, es necesario que cambiemos nuestros patrones de conducta (nos convirtamos), desde lo que, debido a nuestra comodidad egoísta e indiferente, nos sale más fácil, hacia el regalo que podemos ser los cristianos para nuestros hermanos de humanidad: permitir que se manifieste en nosotros el espíritu de servicio hacia todos, del que nos ha hecho capaces nuestro Padre Dios.
De tal manera que podamos realizar acciones de amor concreto y dinámico por los demás, cuando y donde haga falta, lo que significa que todos puedan tener una vida más digna, más plena y más feliz, según el sueño de Jesús (Jn 10,10). Y según lo que nuestra alma sabe que nos hará mejores como personas, como comunidades, como países, como humanidad y como Creación entera.

Que sepamos valorar el servicio como parte de lo mejor de nuestra naturaleza humana, de tal manera que acojamos la invitación que nos haces, Señor, de intentar hacerlo parte permanente de nuestro accionar. Así sea.

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, empequeñecer nuestra soberbia, para engrandecer nuestro servicio, como reflejo de lo que hizo y quiere que repliquemos nuestro Maestro,
Miguel

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