PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
25 de Noviembre de
2018
Jesucristo, Rey del
Universo
Lecturas
de la Misa:
Daniel 7, 13-14 / Salmo 92, 1-2. 5 ¡Reina el Señor, revestido
de majestad! / Apocalipsis 1, 5-8
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
18, 33-37
Pilato llamó a Jesús y le
preguntó: «¿Eres Tú el rey de los judíos?»
Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?»
Jesús respondió:
«Mi realeza no es de este mundo.
Si mi realeza fuera de este mundo,
los que están a mi servicio habrían combatido
para que Yo no fuera entregado a los judíos.
Pero mi realeza no es de aquí».
Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?»
Jesús respondió:
«Tú lo dices: Yo soy rey.
Para esto he nacido
y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad.
El que es de la verdad, escucha mi voz».
Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?»
Jesús respondió:
«Mi realeza no es de este mundo.
Si mi realeza fuera de este mundo,
los que están a mi servicio habrían combatido
para que Yo no fuera entregado a los judíos.
Pero mi realeza no es de aquí».
Pilato le dijo: «¿Entonces Tú eres rey?»
Jesús respondió:
«Tú lo dices: Yo soy rey.
Para esto he nacido
y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad.
El que es de la verdad, escucha mi voz».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Con su vida, Él demostró que «Jesucristo es el Testigo fiel» (2L) del Padre, es
decir, testigo y testimonio de su Amor y de su Misericordia para con todos. Y,
porque creemos, le decimos que, porque fuiste fiel, «Tus testimonios, Señor,
son dignos de fe» (Sal), una fe que se demuestra siendo fieles a Él
y a su palabra, a nuestra vez, porque, dice él mismo: «El que es de la
verdad, escucha mi voz» (Ev). Esto logra que, mientras más de quienes creemos
en su palabra y su ejemplo hacemos lo que está en nuestras manos para que ésta
se aplique efectivamente en el mundo, se va cumpliendo el que su reinado de
amor y verdad sea «un dominio eterno que no pasará, y su reino no será
destruido» (1L).
Rey de verdad y de la Verdad.
Jesús, aquel a quien hemos aprendido a conocer
como un hombre sencillo, que era hijo de un carpintero de un pueblito en su
pequeño país, el que se define a sí mismo como «paciente y humilde de corazón» (Mt 11,29), y quien dice no tener siquiera dónde reclinar la cabeza (Mt 8,20), nunca fue rey. Tampoco pretendió serlo. De hecho, un evangelista
registra que cierta vez debió huir de la gente porque pretendían hacerlo rey (Jn 6,15).
La única vez que aceptó ser tratado de manera
sólo semejante fue en su entrada a Jerusalén, pero, para evitar malentendidos,
no lo hizo en un brioso corcel, sino en un simple burrito (Lc 19,35).
¿De dónde viene, entonces, esta denominación
de Cristo Rey?
Era 1925 y la Iglesia Católica miraba cómo
había ido perdiendo mucha de su influencia sobre los poderes terrenales (de
hecho, en nuestro país, por ejemplo, ese mismo año se dictó la Constitución que
separaba a la Iglesia del Estado). Es así que el Papa Pío XI instituye esta
fiesta para fomentar el que el mundo considerara a Jesús por sobre toda otra
autoridad.
Esto puede traer confusiones, debido a lo
reseñado anteriormente, acerca del estilo servidor del Maestro, el cual se
contrasta con el de los grandes dominadores de las sociedades.
Para prevenir esto, se ha escogido el evangelio
que se nos presenta en este Domingo que marca el término del Año Litúrgico (la
semana siguiente comienza el nuevo año, con el Adviento), para, de esta manera,
culminarlo celebrando a Jesucristo como “Rey del Universo”.
Es que esta es la única ocasión en que, sin
duda alguna, se nos relata que él se declara rey, en respuesta a la insistencia
de Pilato.
Claro que hay que poner mucha atención para
comprender que lo hace a la vez diferenciándose enfáticamente de los monarcas
“según el mundo”.
En primer lugar, en lo formal, al momento de
declararlo, él no se encontraba en un trono, sino atado, con el cuerpo torturado
y estaría luego ceñido por una corona, no de oro, sino por una trenza de ramas
de espinos que le impusieron los soldados para burlarse de él; en segundo
término, lo más sustancial, para evitar que se lo quiera asimilar a cualquier
rey, él afirma «Mi realeza no es de este mundo» y luego que, si es
rey, lo es «para dar testimonio de la verdad»,
lo que llevaría implícito que «El que es
de la verdad, escucha mi voz».
Por lo tanto, para que tenga algún sentido
este título, si alguien proclama a Jesús rey de su vida, esto debiese
significar, por mera consecuencia, que ese alguien debiese intentar vivir según
la verdad que “su voz” transmitió, la que no es otra que la forma que tuvo Él de
relacionarse con los demás, ya que él mismo es la Verdad (Jn 14,5).
De tal manera que a Cristo
sólo se lo ve reinar en donde los cristianos buscan, de todo corazón, hacer de
sus vidas algo semejante a lo que cantaba bellamente San Francisco:
¡Señor, haz de mí un
instrumento de tu paz!
Que allí donde haya
odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa,
ponga yo perdón;
donde haya discordia,
ponga yo unión;
donde haya error,
ponga yo verdad;
donde haya duda,
ponga yo fe;
donde haya
desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas,
ponga yo luz;
donde haya tristeza,
ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no
busque yo tanto
ser consolado como
consolar;
ser comprendido, como
comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como
se recibe;
olvidando, como se
encuentra;
perdonando, como se
es perdonado;
muriendo, como se
resucita a la vida eterna.
Señor, sabemos que tú reinas entre los
pobres, los sencillos y todos aquellos que los sirven y se asemejan a ellos.
Ayúdanos a ser fieles a este caminar para que tenga sentido decirnos seguidores
de Cristo Rey. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, mostrar
una vida acorde a lo que decimos profesar,
Miguel
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