PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
18 de Noviembre de
2018
Domingo de la Trigésima
Tercera Semana Durante el Año
Lecturas
de la Misa:
Daniel 12, 1-3 / Salmo 15, 5. 8-11 Protégeme, Dios mío, porque
me refugio en ti / Hebreos 10, 11-14. 18
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
13, 24-32
Jesús dijo a sus discípulos:
«En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.»
«En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.»
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Habrá un tiempo en que se verá «al Hijo del hombre venir sobre las
nubes, lleno de poder y de gloria» (Ev) y eso, a quienes
lo amamos y confiamos en su amor, a quienes nos hizo «conocer el camino de
la vida» (Sal), debiese sólo alegrarnos, porque «los que
hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas» (1L), entre quienes
-si hemos sido honestamente fieles-, debiésemos estar, ya que «Él ha
perfeccionado para siempre a los que santifica» (2L). Y, como ya
sabemos que será así, tenemos toda una vida para ir practicando nuestra
fidelidad a sus enseñanzas.
Hay que despertar.
Baden Powell, el fundador del movimiento
scout, enseñaba a los niños de esa actividad que, así como en la ciudad debemos
conocer las señales del tránsito para saber cómo movernos en ella, era muy
necesario rescatar la sabiduría antigua que permite desentrañar la vida en la
naturaleza.
Es decir, que sería útil tener la capacidad,
por ejemplo, según las palabras de Jesús, de, al ver una higuera, «cuando sus ramas se hacen
flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano».
Lamentablemente, con la masiva migración del
campo a la ciudad y el silenciamiento al que sometemos a nuestros mayores, cada
vez tenemos menos oportunidades de acceder a ese conocimiento que atesoran
acerca de los signos de la Creación.
Tanto es así que hasta los muy evidentes efectos
del llamado “calentamiento global” (derretimiento de los polos, huracanes y
otros fenómenos climáticos inhabituales en las zonas donde ocurren, sequías prolongadas
seguidas de lluvias torrenciales, nieve en verano y calor en invierno… todo ello
con costo de vidas humanas, sumando a la dramáticamente irremediable extinción
de especies animales y vegetales) nos pasan inadvertidos, ocurriendo incluso
que importantes líderes mundiales desconocen el fenómeno, por algún tipo de
ceguera, a veces sólo por ignorancia, o por indiferencia suicida.
El Papa Francisco intentando llamar la
atención al mundo (y a los cristianos) sobre este horror que vivimos como si no
nos afectase, escribió toda una encíclica al respecto (Laudato Si), donde afirma,
por ejemplo, que nuestra hermana tierra “clama por el daño que le provocamos a
causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en
ella”.
Casi que ya «el fin está cerca, a la
puerta» y es por nuestra irresponsable causa.
Pero existen otros avisos, a los que es tan
importante como los otros estar atentos, son los llamados “signos de los
tiempos”: señales que emite la cultura actual, los usos vigentes, lo que se
dice y piensa por parte de nuestros hermanos de humanidad, mensajes que normalmente
afectan y debiesen retroalimentar la forma y el contenido de nuestro anuncio en
el hoy siempre cambiante que nos toca vivir.
Sin embargo, como cristianos nos cuesta mucho
ponernos al día en este aspecto. Debido a eso, por mencionar una situación, es
muy difícil ver a jóvenes en nuestras actividades. Es que, para “el mundo”, el
mensaje de los cristianos suena desfasado, atrasado, de otro tiempo. Y eso lo
hace inefectivo. O, más bien, nuestra actitud nos hace responsables de que
pierda su eficacia.
Aunque esto –lo reconozcamos públicamente o
no- es más o menos claro para todos, la reacción no suele ser actualizar el
mensaje, sino una postura de decir algo así como “ellos son los equivocados,
ellos se lo pierden”, entendiendo mal aquello de que «El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán», porque no comprenden que es el contenido y no la forma de las
palabras del Maestro las que son inmutables.
Las formas están ancladas a una cultura
particular, la judía de Palestina hace dos mil años. Cualquiera debiese
comprender que ni él esperaba que lo entendiesen después exactamente igual que
sus contemporáneos.
La tarea sería, entonces, intentar poder,
como con las señales de la naturaleza, ir aprendiendo a distinguir el
significado de cada movimiento, tecnología, práctica, tribu, estilo de vida,
etc. que vaya surgiendo y descubrir qué tienen que decirnos y qué podría
decirles la Palabra del Señor a ellos.
que
les pida razón de la esperanza que ustedes tienen» (1
Pe 3,15), debemos escudriñar bien todos esos signos -naturales y sociales- que
afectan a nuestro mundo, de tal manera que nos sirvan para buscar cómo hacer que
nuestro aporte ayude a rectificar lo torcido y humanizar lo deshumanizado,
sumándonos a todos los que, pese a no conocer al Señor, trabajan y luchan por
un futuro mejor, porque estas señales son tan potentes que los impulsan, como
deberían movernos a todos los que nos sabemos hijos del Creador y, por lo
tanto, estamos más cerca afectivamente a Su Preciosa Obra.
Todo esto para que se pueda decir otra vez,
como hizo hace seis décadas el Papa Juan XXIII, quien, después de siglos de
enclaustramiento, hablando por la Iglesia Católica, señaló: "Haciendo
nuestra la recomendación de Jesús de saber distinguir los signos de los
tiempos, creemos descubrir, en medio de tantas tinieblas, numerosas señales que
nos infunden esperanza sobre el destino de la Iglesia y de la humanidad”.
Que podamos estar más atentos a las señales
que la misericordia del Padre nos envía para enmendar el rumbo hacia un mundo
más humano, es decir, uno según el querer de Dios, tal como nos lo mostraste
tú, Señor. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, entender
mejor los signos de los tiempos, comenzando por el Gran Signo de Todos los
Tiempos: la entrega generosa del Hijo de Dios,
Miguel
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