PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
31 de Diciembre de 2023
La Sagrada Familia de Jesús, María y José
Lecturas de la Misa:
Génesis 15, 1-6; 17, 5; 21, 1-3 / Salmo 104, 1-6. 8-9 El Señor, se acuerda eternamente de su Alianza / Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 2, 13-15. 19-23
Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas:
«Será llamado Nazareno».
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Se nos ha enseñado que «Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia» (2L) y porque «creyó en el Señor, […] se lo tuvo en cuenta para su justificación» (1L). Entonces, como, gracias a Dios, «Él se acuerda eternamente […] del pacto que selló con Abraham» (Sal), para cumplir sus promesas, enviaría a alguien del linaje del Patriarca, su Hijo, a la vez, para ser «luz para iluminar a las naciones» (Ev), de tal manera que mostrara a la humanidad el camino que la llevaría desde los rudimentos de la fe hacia ser parte de la familia de Dios.
Para aprender a acogerlas a todas.
Tenemos la costumbre de idealizar todo lo relativo, entre muchas otras etapas de su vida, a la niñez de Jesús. Esto es claro, por ejemplo, con las maravillosamente luminosas representaciones del pesebre. Olvidando que la cuna del Niño estuvo, más bien, en un oscuro establo de animales.
Navidad es la oportunidad de recordarnos que Dios se hizo uno de nosotros, con todo lo que ello implica. Más aún, se hizo uno de los más pobres y sencillos de nuestra humanidad.
¿Cuál era el sentido de esta encarnación?
No fue, no pudo haber sido, para hacer el teatro de que sería como uno de nosotros; fue para vivenciar todas nuestras experiencias humanas y, desde ahí, iluminarnos para encontrar las formas de hacer que nuestra vida sea plena.
Observando su actuar y su mensaje, tiene sentido pensar que Jesús, pese a lo que viene diciendo durante siglos cierta teología muy mayoritaria, no vino para morir por nosotros, sino para vivir de una manera que nos enseñase a humanizar más nuestra propia vida (Mt 11,29).
La experiencia de la Encarnación, del Dios con nosotros (Mt 1,23), entonces, invita a poder reconocerlo en la vida y vivencias propiamente humanas, como las que le tocaron a él y a su familia sagrada, como lo son todas las familias para el Padre de todos.
Dicho lo anterior, notemos que, en nuestro país, probablemente debido a que -gracias a Dios- no nos ha tocado algo semejante en muchos años, no tenemos muy presente el drama de los refugiados y desplazados en el mundo por causa de las violencias que lo azotan.
Hoy, como en este evangelio, hay padres que emigran con su familia y sus pocos bienes, no por miedo a Herodes, sino a la guerra, la violencia o el hambre. Sin ningún ángel que les avise ni les proteja.
En este relato, el principal protagonista es José. “El niño y su madre” son personajes objetos del cuidado de él. No es una tarea romantizable la que se encomienda al jefe de esta familia: refugiarse en un país extranjero para que no maten a su hijo.
Notemos que, al cambiar la situación, José usa su buen criterio e interpreta la orden del ángel como considera más oportuno. Teme a Arquelao y no vuelve a Belén; decide trasladarse mucho más al norte, a una aldea miserable, “de la que no sale nada bueno”, Nazaret (Jn 1,46). Y, gracias a esto, se cumplirá lo dicho por los profetas, «Será llamado Nazareno».
Un primer mensaje para nosotros, mirando nuestra realidad presente, es no olvidar que es mandato divino amar al extranjero (Lv 19,34), puntualmente al migrante, digamos hoy. Y, como si no fuese suficiente, recordar que el mismo Maestro con su familia sufrieron esa situación.
Y, para nuestras familias, tener presente que siempre tendremos dificultades y hasta imprevistos muchas veces devastadores. En esas ocasiones no habrá un ángel enviado por Dios a decirnos lo que se debe hacer. O si lo habrá, pero no se manifestará en un ser iluminado, con alas y aureola, sino en la reflexión, la oración, y el diálogo que nos ayudarán a tomar la decisión más justa. Y aunque algunas veces podrá parecer un fracaso humano, como la ida a Nazaret, de esa manera también puede cumplirse la voluntad de Dios.
Padre bueno, Tú que amas personalmente a cada uno de tus hijos e hijas, sin importar si permanecen en su tierra o si tienen que salir de ella, te pedimos que sepamos ser hermanos y hermanas de todos, con corazón humilde y dispuesto para acoger, proteger, promover e integrar, especialmente a las familias que llaman a nuestra puerta. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, valorar y cuidar a todas las familias y a la gran familia humana,
Miguel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario