miércoles, 11 de diciembre de 2024

Seguidores gozosos del Dios de la Alegría

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

15 de Diciembre de 2024                                         

Domingo de la Tercera Semana de Adviento

 

Lecturas de la Misa:

Sofonías 3, 14-18 / Salmo Is 12, 2-6 ¡Aclama y grita de alegría, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! / Filipenses 4, 4-7

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     3, 2-3.10-18


    Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
    La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer entonces?»
    Él les respondía: «El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto».
    Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?»
    Él les respondió: «No exijan más de lo estipulado».
    A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?»
    Juan les respondió: «No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo».
    Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible».
    Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

Llegará un tiempo, que es el que con fe esperamos, en que se nos dirá: «el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal» (1L) y nosotros responderemos: «Este es el Dios de mi salvación» (Sal). Paso previo para eso será convertir concreta y eficazmente nuestras actitudes egoístas (Ev), de tal manera «Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres» (2L). Porque donde está Dios hay amor.

Una espera activa generando alegría.

Para los católicos el tercer domingo del período de Adviento es el “domingo de la alegría”. Las distintas lecturas de la Liturgia aluden a esto. La primera comienza así: «¡Grita de alegría, hija de Sión!» (Sof 3,14), una referencia a los habitantes de la Ciudad Santa; la antífona del Salmo, por su parte, exclama: «¡Aclama y grita de alegría, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel!» (Is 12,6); luego, el inicio de la segunda lectura invita: «Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense» (Flp 4,4). A continuación, el evangelio parece ir por otro lado, presentándonos serias interacciones entre algunas personas y Juan Bautista. Pero creemos que la contradicción es sólo aparente.

Primero, un poco de contexto: estamos en Adviento, tiempo de espera y preparación. Juan Bautista, el precursor del Señor, es un personaje importante de este tiempo que busca ponernos en actitud activa aguardando su llegada, con ocasión del nacimiento y confiando en su retorno.

Él era muy respetado en su tiempo, porque, debido a sus actitudes y palabras, se le consideraba un hombre de Dios. Entonces, por ejemplo, después de escuchar su exhortación a la conversión, la gente le preguntaba: qué hacer, en la óptica del mensajero de Dios: «Él les respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”».

El Bautista, por lo tanto, ante la pregunta acerca de lo que se debe cambiar para enrielar la vida por los caminos de Dios, propone actitudes concretas en línea con la Palabra de Dios: «Este es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne» (Is 58,6-7).

Después, «Algunos publicanos (cobradores de impuestos) vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?” Él les respondió: “No exijan más de lo estipulado”». Enseñanza que se entronca con la más antigua: «El Señor aborrece las balanzas falseadas, pero le agradan las pesas exactas. La integridad guía a los hombres rectos, pero la perversidad arruina a los traidores» (Prov 11,1.3).

«A su vez, unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” Juan les respondió: “No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”». Esto se emparenta con las palabras del Dios Defensor, por medio del profeta: «yo conozco la multitud de sus crímenes y la enormidad de sus pecados, ¡opresores del justo, que exigen rescate y atropellan a los pobres en la Puerta! Busquen el bien y no el mal, para que tengan vida, y así el Señor, Dios de los ejércitos, estará con ustedes, como ustedes dicen» (Os 5,12-14).

Es que Juan, y después Jesús, entendieron que el Reino que anunciaban se basa en la confianza en sus palabras: «Por los sollozos del humilde y los gemidos del pobre, ahora me levantaré –dice el Señor– y daré mi ayuda al que suspira por ella» (Sal 12,6).

Entonces, que el “Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra” se preocupe y se ocupe de los pequeños y marginados, en estos tiempos donde dominan los grandes marginadores injustos, es anunciar «al pueblo la Buena Noticia». Y las buenas noticias traen alegría.


Concluyendo, «¿Qué debemos hacer entonces?», como forma de esperar al Niño que nacerá y al Señor que volverá de manera gozosa.

Teniendo en cuenta que nuestras sociedades individualistas, egoístas e indiferentes, como sabemos, porque lo experimentamos personalmente, no producen felicidad, el Dios de la alegría presenta su fórmula: aportar, a la felicidad de nuestros hermanos, sus hijos amados, amándolos-sirviéndolos como indica Juan y nos enseñó nuestro Maestro, Jesús, quien vivió su misión con alegría.

 

Pasamos la vida preguntando qué quiere Dios de nosotros, sin embargo, Él siempre ha sido claro en indicar lo único importante y necesario de realizar: amar sirviendo a los demás, descubriendo que eso es fuente de alegría. Ayúdanos, Señor, a encontrar las fuerzas para ser coherentes en la respuesta a los llamados que el Padre y tú nos señalan. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, descubrir el gozo de vivir según el Evangelio y contagiarlo a los demás,

Miguel.

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