miércoles, 18 de diciembre de 2024

Valorarlas por la forma de vivir su fe

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

22 de Diciembre de 2024                                         

Domingo de la Cuarta Semana de Adviento

 

Lecturas de la Misa:

Miqueas 5, 1-4 / Salmo 79, 2-3. 15-16. 18-19 Restáuranos, Señor del universo / Hebreos 10, 5-10

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     1, 39-45


En aquellos días:
    María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
    «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

A la espera de la celebración del momento en que se cumplió la profecía: «Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel» (1L), es correcto tomar dos posturas: la de quienes saben que todo lo esperan de Él: «ven a salvarnos» (Sal); y, a la vez, la de quienes se ponen a su disposición: «aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad» (2L), con la conciencia de que ni el Señor hace nada en nuestra vida sin nuestro consentimiento, ni deja de utilizar nuestras capacidades para realizarlo, como hizo con María, la bienaventurada «por haber creído» (Ev).

Superando estereotipos.

En Chile un poco más de un tercio de la masa laboral son mujeres, y se concentran en el sector servicios y, en general, en los trabajos más precarizados y peor remunerados disponibles.

En promedio, las mujeres ganan un 27% menos que los hombres. Son menos del 10% en los consejos de administración de las empresas y menos del 5% de esas empresas están dirigidas por mujeres…

Eso, en cuanto a lo económico, que es el aspecto más importante (y para muchos parece ser el único). Pero hay más datos que reflejan la situación del sexo debilitado, que es la mitad de la población.

30,5% sufre violencia psicológica, por parte de los hombres, por cierto, pero también de otras hermanas de género; sólo el 2022 hubo 42 femicidios y otros 180 frustrados; ellas son, también, las que más afecciones mentales tienen…

En fin, pese a que algunos lo invisibilizan y no pocos lo niegan, la situación de nuestras hermanas es desigual y desfavorable ante nuestros ojos… y nuestra indiferencia.

Y, ya que la Iglesia es parte de nuestra sociedad, como sabemos, si es que no nos afecta esa misma ceguera e indiferencia, también tiene muchos (demasiados) aspectos de desigualdad y menosprecios por ese género.

¿Qué aprendemos del Maestro al respecto? Antes, tengamos presente que él, como humano que era, fue influido por su sociedad, su cultura y su tiempo fuertemente patriarcal. También, que los conceptos como “feminismo” e “inequidad de género” son contemporáneos, por lo que no corresponde aplicárselos a él ni a nadie de otra época.

Sin embargo, hay que reconocer que en su actuar y en su decir podemos descubrir que tenía una original libertad creadora cuando se trataba de transmitir la Buena Noticia del amor inmenso y dignificador de su Padre. Un ejemplo muy decidor de esto es las controversias respecto al Mandamiento sobre el Día Sagrado de Descanso (Ex 20,8-10), que sus autoridades religiosas le daban un tinte restrictivo, pero él, en cambio, le daba un acento liberador: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27).

Dicho lo anterior, recordemos un episodio del evangelio en el que, motivada por las enseñanzas escuchadas de parte de Jesús, «una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!». Bonita alabanza a su madre, la que, sin embargo, fue corregida por Jesús: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican» (Lc 11, 27-28). Es decir, aquí el Maestro parece querer sacar a María, y, de paso, a todas las mujeres, del ámbito estrictamente fisiológico y de la función maternal que la sociedad le asigna a las madres, para resaltar su calidad de persona, es decir, pone el foco en su dignidad que es la de todo hijo de Dios, por lo que, si alguien las quiere alabar, él invita a que no sea por su capacidad de engendrar y parir, sino por la de la calidad de su respuesta, en uso de su voluntad soberana, a las propuestas de Dios, ya que ella «partió y fue sin demora» a donde el Ángel le había indicado que había una necesidad.

Si nos fijamos (Lc 1, 26-38), el mensaje y la propuesta de Dios a María requirió su escucha, su diálogo, no fue una imposición. Y ella, libre y conscientemente, eligió ser parte del plan redentor, convirtiéndose en la madre de Jesús. Esa es la actitud que la hace destacar, no el mero hecho biológico de la maternidad. Así lo así lo afirma Isabel: «Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

Pero también está el luminoso ejemplo de Isabel, una mujer que le permite al Espíritu Santo moverse en ella, y le permite que Él diga, usando sus labios, alabanzas y acciones de gracia: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?» reconociendo la acción de Dios, mediada por su parienta.

Las mujeres no son adorno, no son las sirvientas de los templos, no son las mamás de todos… pueden serlo, si ellas quieren, por cierto, pero en las iglesias y en las sociedades deben valorarse al mismo nivel que los hombres (de cualquier clase social y condición), de tal manera que sus relaciones se caractericen por el respeto mutuo, la colaboración, el diálogo...


Y, tratándose del cristianismo, sabiendo que somos influidos por la sociedad y la cultura de nuestro tiempo, como todos, a la vez recordemos que somos hijos de la luz (Lc 16,8), llamados a ser luz nosotros mismos (1 Pe 2,9; Mt 5,14), por lo que se espera que, como nuestro Maestro y Señor, sepamos ser originalmente creadores y libres para vivir la Buena Noticia, oponiéndonos a las estructuras excesivamente jerárquicas, fomentando un proyecto fraterno de hermanos y hermanas, compañeros igualitarios en un recorrido de fe en el que nos ayudamos unos y otras a caminar. Y entre todos a mejorar las condiciones de los favoritos de Dios, según Jesús: los pequeños, pobres y sufrientes.

 

Señor: ayúdanos a aprender a permitir al Espíritu Santo llenarnos, como Isabel, para alabar gozosamente a Dios por las maravillas que puede hacer, cuando personas como María creen lo que Él les anuncia y se ponen en acción para hacer el aporte que haga posible que se realice su voluntad de amor. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber valorar el aporte de las mujeres a la forma de vivir nuestra fe, desde su sensibilidad complementaria a la nuestra,

Miguel.

 

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