PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo
27 de Abril de 2025
Domingo de la Segunda Semana de Pascua
Lecturas de la Misa:
Hechos 5, 12-16 / Salmo 117, 2-4. 22-27 ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! / Apocalipsis 1, 9-11. 12-13. 17-19
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan».
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe».
Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN
Los apóstoles «solían congregarse unidos en un mismo espíritu» (1L), con la alegría y la confianza de quienes, después de su muerte, pueden afirmar «¡Hemos visto al Señor!» (Ev), y que es aquel que les dice «Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre» (2L), ayudándoles a entender con todo esto que Él «es Dios, y él nos ilumina» (Sal). Esa fuerza y convicción fueron capaces de vencer todo tipo de dificultades para hacer crecer la fe a través de la historia y los tiempos.
Creciendo en la fe.
Creer -si se cree de verdad- es un proceso, paso a paso, de comprensión y asimilación de lo que implica la fe. Otra cosa, la “fe ciega”, lleva al fanatismo y eso, al contrario de la Buena Noticia, sólo ha traído males a la humanidad.
El relato de este domingo ilustra un crecimiento progresivo en el creer de una comunidad.
El primer elemento importante es que, si bien la iniciativa es del Señor, el mejor terreno para que pueda surgir el fruto es un grupo de hermanos reunidos y unidos.
Empecemos dándonos cuenta de que el anuncio de María Magdalena acerca de que Jesús estaba vivo (Jn 20,18) no fue suficiente para ayudar a la comunidad a vencer el miedo. Es posible que esto se debiera a que, como todo en la vida, no basta saber lo que otra persona piensa o siente, sino que es necesario tener la experiencia personalmente.
Nos dice Juan que para acercarse a esta vivencia Jesús aparece «en medio de ellos», como recordándonos que la comunidad cristiana y la persona de fe debe centrarse solo en el Señor.
¿Cómo sabemos que es él? Nos muestra sus llagas, signo de su entrega total y reafirmación de que no es otro que quien murió en la cruz. Que aún las tenga quiere señalar que ese amor permanece, pese a todo lo que había pasado y a los remordimientos de sus discípulos porque se tiene conciencia de que le fallaron.
Dos veces les saluda, deseándoles que sientan paz (les dice “shalom”, una palabra propia de su cultura, la que implica un bienestar integral): la primera es para vencer el miedo; la segunda para fortalecerlos para la misión: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».
Porque para eso se nos ha elegido en primer lugar (Jn 15,16), y para que sintamos el impulso a realizarla, sopla sobre ellos, como en el momento de la Creación (Gn 2,7), en la que, con ese mismo gesto, el ser inanimado de barro se convirtió en ser viviente.
Jesús con esa acción les comunica (nos comunica) a los temerosos y tristes, el Espíritu que da vida plena, con paz, alegría y reconciliación o Vida en abundancia (Jn 10,10), en síntesis. Es una nueva creación de la humanidad, una capaz de amar como ama Jesús (Jn 13,34).
Esa misión y ese amor deben ser dirigidos a los demás, partiendo por los que se integran a nuestra comunidad, como Tomás, a quienes hay que anunciarles: «¡Hemos visto al Señor!».
Pero, tal como dijimos de los discípulos respecto al testimonio de la Magdala, lo que sintieron y creyeron ellos no lo convencen; necesita verlo vivo entre ellos, demostrando que se cumple aquello de que «creyendo, tengan Vida en su Nombre».
En este caso, en el día del Señor y del encuentro comunitario, el domingo, «ocho días más tarde», puede, si Dios quiere (Él siempre quiere, pero necesita nuestra colaboración) estar en condiciones de descubrirlo (Jn 13,35) y entregarse completamente: «¡Señor mío y Dios mío!».
Finalmente, este episodio trae una bendición-recado para los creyentes posteriores (nosotros): «¡Felices los que creen sin haber visto!».
Señor, tenemos fe, queremos tener fe. Te pedimos que la paz del Resucitado impulse a nuestra comunidad, para que encontremos la alegría de servir y llevar por todas partes el perdón que el mundo necesita, para amar a todos como hizo Jesús cuando estaba vivo y como es nuestra tarea en su nombre desde entonces. Así sea.
Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, permitir que el espíritu del Resucitado nos inunde y nos guíe por los caminos de la Vida plena,
Miguel.
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