miércoles, 28 de mayo de 2025

Su vida fue resucitada y luego glorificada

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

1 de Junio de 2025                                                   

La Ascensión del Señor

 

Lecturas de la Misa:

Hechos 1, 1-11 / Salmo 46, 2-3. 6-9 El Señor asciende entre aclamaciones / Efesios 1, 17-23

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     24, 46-53


Jesús dijo a sus discípulos:
    «Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto».
    Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
    Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                             

El Señor resucitado, a quien, por la fe reconocemos como «el soberano de toda la tierra» (Sal), en el momento de su despedida nos hace una promesa que conlleva una invitación-misión: «recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos» (1L), de tal manera que se pueda cumplir el que «en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados» (Ev), que es la Buena Noticia de la misericordia del Padre Dios. «Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados» (2L) y hagan el bien a sus hermanos de humanidad con el auxilio que viene de lo alto.

Elevando lo mejor de lo nuestro.

Haciendo un brevísimo resumen del evangelio de Lucas, sabemos que, al contrario de los otros tres que lo hacen sólo con el Resucitado, él resalta desde el principio a Jesús como «Señor» (1,43); que cuando él mismo, antes de iniciar su misión, estaba en proceso de meditación de lo que haría, siente que hay cosas más trascendentes que alimentar sólo la barriga, que se debe adorar exclusivamente a Dios y que a Él se lo debe tomar en serio (4,4-12). Y que, inmediatamente después de eso, al presentarse en público, traduce lo anterior señalando que ha sido enviado como profeta de los pobres y los que sufren (4,18).

En cuanto al contenido mismo del evangelio destacan, entre otros tópicos, que lo recorre completo la alegría. Partiendo desde que «el Ángel del Señor» le anuncia a su padre el nacimiento de Juan Bautista: «Él será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor» (1,11-15), pasando por el estado exultante del Maestro mismo, quien «se estremeció de gozo» al enterarse de los frutos que había dado la misión de sus discípulos  (10,21), culminando con el relato que se nos presenta este día, cuando los apóstoles, después de la Ascensión «volvieron a Jerusalén con gran alegría» a vivir esta fe.

Otro destacado es la presencia permanente del Espíritu Santo, que es la fuente de esa alegría. Y, por último, en este rápido recuento, la centralidad de la oración, ya que es el evangelio en el que lo vemos más veces en esa actitud.

En este cierre de su evangelio, Lucas parece querer "abrochar" todo lo narrado previamente, con conclusiones que sean de provecho y fortalecimiento de la fe de la comunidad a la que dirige este texto.

Entonces, porque ellos quieren entender el motivo por el que murió Jesús y, a la vez, por qué Dios permitió la muerte de esta persona en la que habían puesto tantas esperanzas (24,21), él responde: «Así está escrito» (en los textos sagrados). Es decir, no fue una sorpresa, sino parte de Su plan.

Después, le parecería importante recalcar que creer en Cristo no es para guardarlo cada uno para sí mismo, sino que debe ser un impulso para los «testigos» de sus palabras y acciones (el evangelio del amor misericordioso y activo), «comenzando por Jerusalén», es decir, insertos en el judaísmo, que era su fe y su entorno habitual.

Algo importante: la forma de proclamar la Buena Noticia requiere «la conversión», es decir, la corrección de la forma habitual de interactuar, «para el perdón de los pecados». En otras palabras: con el objetivo de sanar lo que afecta las relaciones humanas.

En seguida, como un auxilio necesario para realizar esta misión, garantiza que obtendrán una fuerza «que viene de lo alto», la que, más adelante identificarían como el Espíritu Santo, el Aliento interior de Dios mismo, que haría morada en ellos, tan importante para este evangelista, como ya señalamos.

Tal vez debido a lo anterior, el lugar elegido para la bendición final sea «Betania», el lugar donde Jesús era acogido con cariño, porque fue donde experimentó la cercanía humana de las hermanas Marta y María (10,38-42) y el cariño de su amigo Lázaro, quien le arrancó lágrimas de dolor con su muerte (Jn 11,35).

Continúa con la imagen de su elevación ¿Hacia dónde? En dirección «al cielo», que es el lugar en que, según el imaginario de su época, habitaba el Altísimo y ahí, había enseñado antes, «el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso» (22,69). Es como afirmar que el que había sido crucificado, posteriormente fue exaltado; por lo tanto, su aparente fracaso era un preludio de su triunfo, ya que Dios finalmente lo glorifica, y gracias a su infinita misericordia, a nuestra humanidad, que era parte suya, junto con él.


Y culmina esta especie de síntesis final, resaltando que los discípulos que han vivido esta experiencia de ver y escuchar al Señor, posteriormente se vuelcan felices a la oración en el Templo, como ya notamos un poco antes. O sea, que comienzan a vivir su fe con el gozo de saber que la muerte no tiene la última palabra, sino el Amor, es decir: Dios (1 Jn 4,8).

Todo lo anterior también nos sirve a nosotros. Recordemos que este evangelio está dirigido al «excelentísimo Teófilo» (Lc 1,3) y que esa palabra significa “el que ama a Dios”. Por lo tanto, puede estar destinado a cada uno/a de los/as creyentes.

 

Tu ascensión al Padre, Señor, nos llena de alegría, porque nos impulsas a convertirnos de nuestro individualismo y salir desde nuestra comodidad para anunciar a todos que Dios quiere perdonar todos los pecados, que es la Buena (la mejor) Noticia que nos pueden dar. Que tengamos la sabiduría y el valor para hacerlo. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, hacer ascender, junto con el Señor, lo mejor de nuestra humanidad,

Miguel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Volver a ser la Iglesia de Pedro y Pablo

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo 29 de Junio de 2025                               ...