miércoles, 27 de agosto de 2025

Reconociendo quiénes están en los primeros lugares para Dios

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR

Meditación sobre el Evangelio del próximo Domingo

31 de Agosto de 2025                                              

Domingo de la Vigésimo Segunda Semana Durante el Año

 

Lecturas de la Misa:

Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29 / Salmo 67, 4-7. 10-11 Señor, Tú eres bueno con los pobres / Hebreos 12, 18-19. 22-24

 

+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     14, 1. 7-14


    Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:

    «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.

    Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado».

    Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa.

    Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos.

    ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»
Palabra del Señor.

 

MEDITACIÓN                                                                                                                

***.

Cambiando criterios.

Cuando organizamos una gran celebración, aunque no lo hagamos de manera consciente, contamos con ser retribuidos con invitaciones semejantes cuando, a su vez, los amigos y familiares de nuestro listado organicen sus propios eventos.

Esto es natural, por lo que es comprensible y no merece ningún reproche. Pero si nos interesa ir más allá, intentando acercarnos al proyecto del Reino del Amor que predicaba Jesús, escuchemos qué tiene que decirnos él.

Nuestro Maestro invita a tener una actitud de gratuidad y de ocupación por los otros. Es decir, que sepamos compartir, lo cual está lejos de la lógica "normal" de esperar compensación por nuestros actos.

Para eso, en este, como en otros casos, llama a privilegiar a los más indefensos y abandonados de nuestras sociedades, aquellos que no tienen cómo retribuir materialmente. Tal como era su propia práctica permanente.

Quien tiene esa actitud se pone en el rango de lo extraordinario, de lo perfecto, como lo es el Padre (Mt 5,48), quien nos acoge y nos ama con nuestras muchas carencias y nuestro ningún mérito para recibir Sus atenciones (1 Jn 4,10).

Teniendo presente todo lo anterior, entremos en el relato que se nos ofrece este día.

Nos cuentan los historiadores que, en aquel tiempo, en los banquetes, antes de sentarse, cada invitado elegía "su" puesto, según su rango, según la idea que él tenía de su propia dignidad, en comparación a los demás invitados. Esto, de acuerdo a los criterios y enseñanzas de los rabinos. Igual, como norma de urbanidad, se aconsejaba un poco de prudencia elemental, situándose dos o tres puestos más allá del que le “correspondería". De esa manera, el dueño de casa le haría el honor de cambiarlo a un sitio más acorde a su rango. Apariencias, puras apariencias.

Jesús repite lo que ya dijo en otras ocasiones: ocupen el último puesto (Mc 9,35), porque para él la humildad es una característica que está más de acuerdo a lo que inscribió en nuestra naturaleza quien nos creó: «el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos» (Mt 18,4). Los soberbios, en cambio, se cierran a sí mismos las puertas a su misericordia compasiva (Lc 18, 14).


Pues bien, el último puesto -el primero para el corazón de Dios- es el del servidor, tal como vivió su Hijo, nuestro Maestro, quien nos enseñó: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas (…) Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor (…) yo estoy entre ustedes como el que sirve» (Lc 22,25-27).

Los que nos decimos seguidores de Jesús servimos -sirve nuestra fe- si buscamos replicar su estilo de vivir aportándole al mundo su espíritu nuevo, aquel que contradice la lógica “normal” de la acumulación egoísta e indiferente de lo que sucede a los demás. Cuando actuamos de esta manera desnudamos y criticamos, sin palabras, el otro comportamiento como algo insano, lejos de lo buenamente humano (Gn 1,31) con lo que nos creó Dios. Y algo cambia en el mundo. Algo extraordinario, que se transforma en una Buena Noticia para nuestros hermanos de humanidad.

 

A ti, que invitas a la Fiesta de tu Amor a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos y a todos los que no lo merecemos, pero lo necesitamos, te pedimos que nos ayudes a olvidarnos de nosotros y a pensar más en nuestros hermanos que pasan tantas necesidades, muchas veces muy cerca nuestro. Así sea.

 

Buscando, con mucha Paz, Amor y Alegría, saber ampliar el corazón para acoger a más personas, comenzando por quienes tienen poco y a nadie,

Miguel.

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