jueves, 22 de agosto de 2013

No se llega a la felicidad por los portales anchos del poder, sino por las pequeñas puertas de la sencillez

PREPAREMOS EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
25 de agosto de 2013
Vigésimo Primer Domingo Durante el Año

Lecturas:
Isaías 66, 18-21 / Salmo 116, 1-2 Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio / Hebreos 12, 5-7. 11-13

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   13, 22-30
    Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
    Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?»
    Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y él les responderá: "No sé de dónde son ustedes".
    Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!"
    Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios.
    Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».
Palabra del Señor.

MEDITACION
Hoy Jesús, al «pueblo [que] esperaba […] la salvación de los justos» (1L), y a nosotros, nos insiste en que es necesario estar correctamente preparados, porque en cualquier momento ocurrirá que «el dueño de casa se levante y cierre la puerta» (Ev) dejando fuera a los que tienen puesta su confianza sólo en ser «el pueblo que Él se eligió como herencia» (Sal), traduciendo esto en prácticas religiosas más que en una vivencia de la fe que rompa y transforme las relaciones humanas injustas, para aspirar «a una patria mejor, nada menos que la celestial» (2L).
Las grandes puertas, si nos fijamos, suelen remitir a lugares de poder: político (palacios), económico (bancos y centros comerciales) y hasta religioso (catedrales). Por el contrario, tengo recuerdos de haber entrado en hogares muy humildes donde las puertas eran más pequeñas que lo necesario para su acceso fluido.
No creo que Jesús haya tenido presente esto al usar la imagen de «entrar por la puerta estrecha», aunque vaya que sería simbólica.
Al parecer el Maestro tiene presente los caminos que conducen a la vida y a la muerte de Deuteronomio 30,15ss y de Jeremías 21,8 y, si tomamos en cuenta el contenido completo de sus enseñanzas, él asocia muerte con la opresión de «los poderosos [que] les hacen sentir su autoridad», afirmando inmediatamente después: «Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo», para concluir usando su propio ejemplo: «como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud» (Mt 20,25-28).
Es decir, el camino de la vida es ser generoso en compartirla, en darla, en servir, no en ser servido; o, en otras palabras, no se llega a la felicidad por los portales anchos del poder, sino por las pequeñas puertas de la sencillez.
Hemos vivido una vida –y, como humanidad, siglos- en los que la mayoría prefiere las “puertas anchas”. Y no necesitamos estadísticas para saber que por ahí no hemos accedido a la felicidad. Bien vale, entonces, no la pena, sino el gozo de darnos una oportunidad para aceptar la invitación de Jesús: “la puerta está abierta, entren”, porque su palabra no quiere asustar sino impulsar hacia algo mejor que lo que tenemos hoy.

Sin cesar nos muestras los caminos de la vida en abundancia, portadas hacia la felicidad que tú mismo comprobaste y quieres regalarnos. Gracias, Señor.

Tratando de entrar por la puerta estrecha que conduce a la secreta Paz, Amor y Alegría del Reino,

Miguel.

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