PREPAREMOS
EL PRÓXIMO DÍA DEL SEÑOR
22 de septiembre de 2013
Vigésimo Quinto Domingo Durante el Año
Lecturas:
Amós 8, 4-7
/ Salmo 112, 1-2. 4-8 ¡Alaben al Señor, que alza al pobre! / I Timoteo 2,
1-8
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
16, 1-13
Jesús decía a los discípulos:
«Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de
malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Qué es lo que me han contado
de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese
puesto".
El
administrador pensó entonces: "¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me
quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya
sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en
su casa!"
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero:
"¿Cuánto debes a mi señor?" "Veinte barriles de aceite", le
respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida,
y anota diez".
Después preguntó a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?"
"Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le
dijo: "Toma tu recibo y anota trescientos".
Y
el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan
hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los
demás que los hijos de la luz.
Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para
que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también es fiel en
lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.
Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el
verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les
pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y
amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo.
No se puede servir a Dios y al Dinero».
Palabra del Señor.
MEDITACION
El Maestro privilegió a los
pobres en su actuar: «Este es el
testimonio que Él dio a su debido tiempo» (2L). Es que no hay espacio para la duda: Dios «levanta del polvo al desvalido, alza al
pobre de su miseria para hacerlo sentar entre los nobles de su pueblo» (Sal) y amenaza a quienes abusan de ellos: «Jamás olvidaré ninguna de sus acciones»
(1L). Quienes nos sentimos
amigos de Jesús, entonces, debiésemos saber que «servir a Dios» (Ev) es servir al pobre.
Históricamente,
las sociedades han intentando conjugar religión y dinero, con el resultado de
que suele ganar el dinero…
Por
otro lado, cuesta comprender cómo han hecho algunos en nuestra era cristiana
para intentar compatibilizar una fe en el Dios que denuncia con claridad y sin
“moderación” las injusticias contra los sencillos –como expresa la primera
lectura de hoy- con una religión “apolítica” o, peor aún, una que ha sido
complaciente con los explotadores en desmedro de los humillados de la tierra.
Si
gran parte de las autoridades, grandes empresarios y los dueños de los mayores
medios de comunicación se declaran cristianos, ¿es normal que nuestra sociedad
se caracterice por una distribución tan injusta de los bienes? Además, ¿cómo se
explica que sea posible –y que no escandalice- que haya personas con trabajo,
pero se encuentren bajo el límite de la pobreza?
La
respuesta es que no somos «fieles en el uso del dinero injusto»;
no hemos sido fieles a la creencia en el Dios justo y sí leales al dios-dinero:
cada uno desde sus responsabilidades, somos culpables de “disminuir
las medidas, aumentar el precio,
falsear las balanzas para defraudar y comprar
a los débiles”; o somos cómplices por omisión de «los que pisotean al indigente» (1L).
En
este mes de la patria que aún vivimos, es bueno tener presente que no se es más
chileno por poner banderas o saber bailar cueca, sino por aportar a un mejor
país, con una convivencia más sana, basada en la justicia. Y, como además somos
ciudadanos del cielo (Flp 3,20), tenemos la misión
de construir el Reino de Dios, donde toda la humanidad viva plenamente, como
Hijos de la Luz, sin tener que ser servidores de los ídolos materialistas.
Que
no cerremos los ojos a la injusticia que nos rodea; que no calle nuestra boca
la palabra de denuncia; que no se queden nuestras manos cruzadas si hay un
dolor que paliar. Contamos con tu auxilio, Señor. Así sea.
Como Hijos de la
Luz, servir sólo al Dios de la Paz, el Amor y la Alegría,
Miguel.
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