Marte y Zeus han
caído
nadie adora ya a
Baal,
y las riberas del
Nilo,
no se acuerdan de
Amón-Ra.
Loki, Thor y el gran
Odín,
Moloch y Quetzalcoal
son sólo vagos
recuerdos
que ya nunca
volverán,
mas Mammón, el dios
dinero,
hoy gobierna sin
rival
y lo adoran
muchedumbres
que no se pueden
contar.
En sus altares
dorados,
como holocausto
infernal,
se ofrecen mil
sacrificios
renovados sin cesar.
A menudo, por su
causa,
se sacrifica la paz
y se devastan
naciones
con moderna
crueldad.
Por obtener sus
favores,
y la codicia saciar,
ante él se postran
los hombres
como esclavos del
afán,
se venden pobres
mujeres
a quien las puede
pagar,
mueren ancianos y
niños,
y otros carecen de
pan.
¿Es que alguna vez
se ha visto
tamaña y tal
necedad?
No es algo malo el
dinero
si se queda en su lugar,
más, si en ídolo se
torna,
su mordedura es
letal,
pues el vil dinero
es sólo
papel, plástico o
metal,
vacías son sus
promesas,
es mentira su
verdad,
su esperanza es
engañosa,
fingida su caridad,
es mudo, ciego,
insensible
y a nadie puede
salvar.
Hombres todos de la
tierra,
escuchad, hijos de
Adán:
No podéis a dos
Señores
servir juntos a la
par,
porque amaréis sólo
a uno
y al otro lo habéis
de odiar.
A Dios y al dinero
unidos
Es imposible adorar;
el Señor es Dios
celoso
y no se deja
engañar.
De ambos, a quien
prefiera
puede elegir cada
cual,
pero he aquí mi
consejo:
Más vale al fin
apostar
por Aquel que a
generoso
nunca se deja ganar
y, después de darnos
todo,
por donarse hasta el
final,
nos dio también a su
Hijo,
nacido en carne
mortal.
Y si, esclavo del
dinero,
añoras la libertad,
Dios, que te sacó de
Egipto,
también te podrá
librar.
Pon tus bienes en
sus manos
y no te
arrepentirás,
que si tú le
entregas uno,
el ciento has de
cosechar
y, además, la vida
eterna
será tu premio
inmortal,
pues donde esté tu
tesoro,
tu corazón vivirá.
No importa que des
muy poco,
si no tienes más que
dar,
que el céntimo de la
viuda
nadie lo superará.
Y si, al fin de la
jornada,
esto llegara a
pasar,
que de tanto dar a
otros
no te quede nada
más,
alégrate al fin
también
de esa gracia sin
igual:
Tendrás las manos
vacías
y Dios las podrá
llenar.
Bruno Moreno
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